"Porque el mismo Herodes había enviado y prendido a Juan, y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano; pues la había tomado por mujer. Porque Juan decía a Herodes: No te es lícito tener la mujer de tu hermano. Pero Herodías le acechaba, y deseaba matarle, y no podía; porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era varón justo y santo, y le guardaba a salvo; y oyéndole, se quedaba muy perplejo, pero le escuchaba de buena gana. Pero venido un día oportuno, en que Herodes, en la fiesta de su cumpleaños, daba una cena a sus príncipes y tribunos y a los principales de Galilea, entrando la hija de Herodías, danzó, y agradó a Herodes y a los que estaban con él a la mesa; y el rey dijo a la muchacha: Pídeme lo que quieras, y yo te lo daré. Y le juró: Todo lo que me pidas te daré, hasta la mitad de mi reino. Saliendo ella, dijo a su madre: ¿Qué pediré? Y ella le dijo: La cabeza de Juan el Bautista. Entonces ella entró prontamente al rey, y pidió diciendo: Quiero que ahora mismo me des en un plato la cabeza de Juan el Bautista. Y el rey se entristeció mucho; pero a causa del juramento, y de los que estaban con él a la mesa, no quiso desecharla. Y en seguida el rey, enviando a uno de la guardia, mandó que fuese traída la cabeza de Juan. El guarda fue, le decapitó en la cárcel, y trajo su cabeza en un plato y la dio a la muchacha, y la muchacha la dio a su madre." Marcos 6: 17-28.
Nuestro texto de hoy trata de la terrible y trágica muerte de Juan el Bautista. Pero Marcos nos detalla los sucesos en realidad, de dos tipos de muerte, la muerte de un siervo de Dios, y la muerte de la conciencia de un hombre que pudo tener una mejor vida: Herodes.
Herodes fue criado en Roma junto con Arquelao y su hermano Herodes Filipo. A la muerte de su padre, Augusto le otorgó la tetrarquía de Galilea y Perea. Fue un hombre ambicioso que contrajo un escandaloso matrimonio con Herodías, esposa de su medio hermano Herodes Filipo. Para poder casarse con Herodías, repudió a su esposa legítima, hija de Aretas IV, rey de los nabateos, reino árabe con capital en Petra, limítrofe con su reino. “El rey Herodes", no era el título oficial de Herodes Antipas; le llamaban Tetrarca, que significa "gobernador de la cuarta parte". Y esto era algo que los esposos no querían reconocer.
Herodías era igual de ambiciosa que Herodes, ella quería a toda costa que su marido fuese denominado “Rey” y lo empujó para que exigiera este título, creo que estos cónyuges poco a poco fueron cauterizando su conciencia sólo por la ambición.
Herodes mandó encarcelar a Juan debido a su audaz reprensión por su pecado. Juan no temía predicar con autoridad a los poderosos. Sin embargo, aunque lo tenía enjaulado, Herodes no quería matar a Juan debido al temor a las multitudes, pero también porque en el fondo de su conciencia sabía que Juan era varón justo y santo.
Creo que Juan, aún encarcelado, se hacía oír por el tetrarca, y que éste, más débil que cruel, lo podía escuchar con una fascinación indescriptible. La palabra de Juan le dejaba perplejo y en angustia. Pero aún así, él hallaba un placer extraño en la predicación con autoridad de este varón santo, cuya vida rigurosa le añadía poder a su penetrante palabra.
¿De qué le valía escuchar a Juan, sentir un poco de remordimiento y seguir con su vida en pecado? Cuando un cristiano deja endurecer su corazón actúa parecido a Herodes, su conciencia le remuerde, sabe que está haciendo mal, pero no está dispuesto todavía a arrepentirse.
La forma como Herodes mató su conciencia nos revela lecciones valiosas para todos. Descuidar tu relación con Dios, poner excusas para postergar la obediencia puede llevarte a una tragedia espiritual.
Herodes era feliz escuchando a Juan, pero su mujer lo atosigaba para que lo callara porque Juan denunciaba el pecado que cometió al casarse con la esposa de su hermano. El mismo Herodes prendió a Juan y lo ató en prisión porque Juan le había dicho: “No te es lícito tener la mujer de tu hermano”. Herodes parecía tener una conciencia, con dos mentes, por un lado se sentía turbado por Dios, pero por otro lado, quería seguir viviendo en su pecado. No puedo evitar pensar que así como Juan le decía claramente a Herodes su pecado, así nuestra mente nos dice cada día: "No mientas", "No peques con tus palabras", "No mires con lujuria", "No te es lícito robar a Dios", etc. etc.
Herodes:
Rechazaba a Juan pero también lo respetaba.
Caminaba en el día visitando la celda donde estaba Juan, pero en la noche adulteraba con Herodías.
Le gustaba la belleza de una vida santa que predicaba Juan, pero también amaba su pecado.
Estaba fascinado con el mensaje, pero no se animaba a obedecer.
Le gustaba la idea de ser un hombre nuevo, pero le gustaba más el poder y las riquezas.
¿Acaso no encuentras parecido con los dilemas que enfrentamos cada día? ¿Te has encontrado alguna vez en un dilema similar? Atrapado entre la conciencia que Dios te ha dado en tu nuevo nacimiento y tu estilo de vida, muchas veces, sin lugar para Dios.
El historiador Josefo dice que Juan estuvo encarcelado en Machaerus también conocido como Mukawir. Este lugar era un palacio-fortaleza en el desierto. Debajo de este palacio había mazmorras, cisternas que todavía se pueden ver hoy con sus ganchos de hierro. Herodes quería callar a Juan, le tenía miedo, pero el profeta seguía predicando a viva voz.
Cuando un cobarde quiere acallar su conciencia se vuelve adicto a algo que opaque su poco juicio, Herodes se emborrachó, un poco de vino, un poco de pasión borracha, un poco de lujuria, y Herodías hizo todo lo posible, tendió la telaraña perfecta para matar la poca conciencia que le quedaba a su esposo. La telaraña de Herodías estaba tejida. La conciencia de Herodes fue la mosca ahora atrapada en el medio.
Herodes perdió la conciencia. Primero sintió preocupación por sus falta, luego se sintió atormentado por no poder renunciar a sus gustos extraños, se llenó de culpa pero no quería dejarse doblegar por el mensaje que si tocaba su corazón, después se volvió un hombre de doble ánimo, y cuando vio con ojos de lujuria a la jovencita Salomé, se rindió y mató su conciencia.
Es muy importante que cuides tu conciencia. Paso a paso, poquito a poquito te puedes enviciar con el pecado. Dios quiere que tu conciencia esté limpia, y para estarlo debes tener una comunión íntima con Dios.
¿Cómo protegemos nuestra conciencia para que no se adormezca, enfríe o endurezca?
Deja que tu conciencia se guíe por la Palabra de Dios. Deja que tu conciencia sea guiada por el Espíritu Santo, Romanos 9:1. Escucha tu conciencia, recuerda que el diablo quiere que la ignores. Mantén limpia tu conciencia mediante la confesión del pecado y la aceptación del perdón de Dios.
Con amor
Martha Vilchez de Bardales
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