“Yo sé que mi redentor vive, y que al final triunfará sobre la muerte. Y, cuando mi piel haya sido destruida, todavía veré a Dios con mis propios ojos. Yo mismo espero verlo;espero ser yo quien lo vea, y no otro. ¡Este anhelo me consume las entrañas!” Job 19: 25-27
Estamos viviendo tiempos de mucha agitación, las informaciones que corren por todos lados no ayudan a apaciguar la crisis, todos quieren informar la “verdad” de los números de muertes e infectados. Algunos más prudentes dicen que no hay que ser alarmistas, que se tiene que considerar la salud mental de la población y que no hay que asustar por favor, pero parece que más poder tienen los extremistas que siguen gritando que todos moriremos mañana.
No todas las personas reaccionan de la misma forma, todos saben esto, el temor y la ansiedad con respecto a una enfermedad pueden ser agobiantes y generar emociones muy fuertes, los que pueden reaccionar más fuerte al estrésson los adultos mayores con enfermedades crónicas, los niños y adolescentes, las personas con enfermedades mentales, los que tienen algún tipo de adicción de sustancias, pero también los que están en la primera línea de batalla como los policías, militares, personal de salud, etc.
Debemos aprender a ser muy cuidadosos con lo que repetimos de las noticias, cuidadosos de lo que compartimos también, aunque sea con buena intención, lo que decimos a los que están sufriendo esta aflicción puede profundizar el miedo y quitar incluso la confianza en Dios.
Pienso en los amigos de Job, ellos vinieron a acompañarlo en su tiempo de prueba, hicieron silencio prudente un tiempo, pero al quedarse viendo detenidamente las heridas, al pensar demasiado en cuáles serían las causas de esta enfermedad en su amigo, al comentar entre ellos las probabilidades de su muerte próxima, divagaron con especulaciones y sólo lograron que Job les respondiera con autoridad.
Creo que los amigos de Job olvidaron que eran compañeros queridos, dejaron de lado la compasión, se alejaron del amor fraternal y se volvieron jueces religiosos acusando al enfermo.
Ante la imposición de ellos buscando que Job se arrepintiese Job dijo:
¡Compadézcanse de mí, amigos míos; compadézcanse, que la mano de Dios me ha golpeado! ¿Por qué me acosan como Dios? ¿No les basta con desollarme vivo?
Job les tuvo que pedir compasión, que en vez de unirse en su contra y condenarlo, voltearan el corazón a su amigo. ¡Quién diese ahora que mis palabras fuesen escritas! ¡Quién diese que se escribiesen en un libro; Que con cincel de hierro y con plomo Fuesen esculpidas en piedra para siempre! Yo sé que mi Redentor vive, Y al fin se levantará sobre el polvo; Y después de deshecha esta mi piel, En mi carne he de ver a Dios; Al cual veré por mí mismo, Y mis ojos lo verán, y no otro, Aunque mi corazón desfallece dentro de mí.
Quizá Job no se imaginó en el momento de esta declaración, que en efecto sus palabras serían escritas y repetidas para bendición de innumerables personas que leen este libro cuando sufren alguna prueba.
“Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo:” Es maravilloso como pudo responder un hombre atacado por la supuesta realidad que lo rodeaba. Podía estar enfermo, humillado, golpeado por la poca gente que le quedaba, pero sus palabras son una triunfante declaración de fe.
La palabra traducida como Redentor es GOEL, que significa el que defiende, el que vengará los males, el que exonera de todos los cargos presentados en su contra. El Redentor es el Defensor de los oprimidos, el Abogado y Protector, el que se pone al lado como Doctor y Guardián de los enfermos, hermosa y verdadera comprensión espiritual de Cristo como Salvador.
Job dijo: ¡Yo sé! No sólo era conocimiento, era mucho más que esperanza, era más que optimismo, era la verdad que radicaba en su mente y corazón. Su Redentor Vive y cuidará de él. ¡Claro que la piel de Job estaba deshecha por la enfermedad, claro que era evidente que su fin era cercano, él no estaba negando la realidad, pero más fuerte que esta realidad era su completa confianza en Dios.
Debemos seguir en cuarentena, tenemos que seguir enterándonos de cifras duras y frías, pero en medio de tanta decepción y miedo, seamos como este siervo de Dios, que confió plenamente en su Redentor, que es también nuestro Redentor y está vivo y nos cuida con amor.
No seamos como los amigos de Job, a pesar que la realidad sea evidente y el mundo se haya detenido, sembremos esperanza en un Dios que está lleno de Misericordia, Gracia y Perdón.
Oración: Padre Santo, no te puedo negar que el miedo quiere quitarme la paz y la confianza que siempre he declarado tener en ti, pero hoy quiero decir como Job: ¡Yo sé que mi Redentor Vive! y al final triunfará sobre la muerte. Y, cuando mi piel haya sido destruida, todavía veré a Dios con mis propios ojos. Yo mismo espero verlo. Amén.
Amen. Gracias Sr. por tu palabra. Que nos da aliento y esperanza. Bendiciones ps. Marthita.🙏🙏💝💝