“En otro tiempo también nosotros éramos necios y desobedientes. Estábamos descarriados y éramos esclavos de todo género de pasiones y placeres. Vivíamos en la malicia y en la envidia. Éramos detestables y nos odiábamos unos a otros. Pero, cuando se manifestaron la bondad y el amor de Dios nuestro Salvador, Él nos salvó, no por nuestras propias obras de justicia, sino por su misericordia”. Tito 3:3-5
Al convertirnos en cristianos comenzó una transformación completa en todo nuestro ser, los proyectos y metas de nuestra vida dejaron de ser egoístas y empezamos a obedecer la Palabra, es decir nos convertimos en discípulos de Jesucristo.
Esta es la meta de todo cristiano, dejar de ser lo terrible pecador que era, por eso Pablo le pide a Tito que debía recordarles lo que una vez fueron, para que si algún gesto o inclinación pecaminosa volvía a surgir, recordarán, mejor dicho, recordaremos que la naturaleza caída no está tan lejos de nosotros, y que necesitamos que se nos recuerde constantemente que permanezcamos donde debemos estar en el Señor.
Cuando empecé a estudiar el libro de Tito, lo primero que me llamó la atención fue el contexto social tan fuerte en el que se formaron esas iglesias, esas personas eran famosas por ser casi salvajes, por lo tanto, si esas personas podían ser restauradas y convertidas en hijos de Dios, nosotros podemos ser la prueba viviente del poder de la gracia de Dios.
Dios nos sacó de la inmundicia cuando reconocimos nuestra condición de pecadores, antes de conocer a Jesús éramos insensatos, rebeldes, extraviados, orgullosos, abusivos, mentirosos, mal pensados; es decir gente sin sabiduría. Por eso, recordar lo que Dios ha hecho en nuestras vidas desarrolla cuatro cosas en nosotros.
Primero, gratitud por cómo Dios nos transformó.
Segundo, humildad cuando vemos que fue su obra lo que nos cambió.
Tercero, amabilidad para con otros que se encuentran en la misma situación.
Finalmente, fe en que Dios puede cambiar a los que aún siguen en ese lugar.
Cuando Pablo escribe que antes, en otro tiempo fuimos esclavos, está refiriéndose que un incrédulo es un siervo de Mamón. Mammon es una palabra aramea que significa 'dios de la avaricia', su etimología dice que es un demonio que representa la avaricia, egoísmo, abuso, codicia, ambición desmedida.
En el nuevo testamento Mammón se personifica como símbolo de las riquezas en Lucas 3 y Mateo 4, pero en otros textos se traduce como “abundancia deshonesta” dando así a entender que lo que quiso decir Jesús fue que no se puede servir a Dios y a las riquezas, en el sentido de estar esclavizado por el amor al dinero.
“En otro tiempo, también nosotros éramos insensatos y desobedientes; con facilidad nos descarriábamos y vivíamos esclavos de los placeres y de los deseos pecaminosos. Estábamos llenos de rencor y envidia. Odiábamos a los demás y ellos nos odiaban a nosotros.”
Así éramos todos nosotros, necios, desobedientes, perdidos, esclavo de los deleites, envidiosos y rencorosos, odiadores e iracundos, pero Dios envió a su Hijo para salvarnos. Si somos redimidos no fue por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, por eso cuando escucho a un religioso jactarse de ser una buena persona, le debo recordar este texto. Haber pasado un día al altar para aceptar a Cristo no te hace salvo, decir un montón de oraciones y compartir devocionales tampoco salva, no te salva el bautismo ni leer la Biblia, tampoco ofrendar, diezmar y cantar en el coro, o ser maestro.
La religión no salva, sólo la misericordia de Dios nos redime y nos transforma para que dejemos de ser insensatos. Por eso, cuando se manifestaron la bondad y el amor de Dios nuestro Salvador, él nos salvó, no por nuestras propias obras de justicia, sino por su misericordia. Nos salvó mediante el lavamiento de la regeneración y de la renovación por el Espíritu Santo, el cual fue derramado abundantemente sobre nosotros por medio de Jesucristo nuestro Salvador.
Por favor recuerda que si eres salvo es por la Gracia Divina, pero en tu caminar como hijo de Dios debes seguir dando evidencias que tienes un carácter transformado.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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