“Porque somos miembros de su cuerpo. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los dos llegarán a ser un solo cuerpo. Esto es un misterio profundo; yo me refiero a Cristo y a la iglesia. En todo caso, cada uno de ustedes ame también a su esposa como a sí mismo, y que la esposa respete a su esposo.” Efesios 5:30-33
El matrimonio estaba roto en el mundo pagano, por eso Pablo pidió a los efesios que lo rehabiliten volviendo al diseño original de Dios para el matrimonio. Esta realidad empeora con los años por eso hoy formar pareja, decidir la vida en común y tener hijos ya no es lo mismo que hace algunos años. Cada vez son más las parejas que optan por la convivencia y la familia pero sin recurrir al matrimonio tradicional.
Sin embargo los que se casan ya no están dispuestos a luchar por su vida familiar, por eso puedes encontrar anuncios en las redes sociales que te animan a divorciarse en sólo noventa días, siempre y cuando sea por mutuo consentimiento. La realidad en nuestro país es que alrededor del cincuenta por ciento de los matrimonios terminan en divorcio. Es una pena que esta institución creada por Dios haya sido rebajada por no comprender el diseño original de la familia.
¿Cómo podemos tener la clase de matrimonios que Dios planeó originalmente para la humanidad? Para arreglar lo que está roto, desarmado y sin esperanza Dios nos dio su Espíritu, y cuando seamos llenos del Espíritu, veremos mucho fruto en el matrimonio.
¿Cómo puede el Espíritu Santo arreglar un matrimonio lleno de resentimiento, falto de perdón, carente de respeto y con señales de violencia y traición?
Cuando uno de los cónyuges comienza con argumentos para no darle oportunidad a una reconciliación el apóstol Pablo nos reta: “Por eso les repito: cada hombre debe amar a su esposa como se ama a sí mismo, y la esposa debe respetar a su marido.”
Hay muchos esposos que dicen que “no son del tipo cariñoso” y hay esposas que dicen: “no soy del tipo mujer sumisa”. Pero no importa cuál sea nuestra disposición natural, tenemos un objetivo como parejas cristianas, así que todos debemos poner nuestros ojos en el objetivo que la biblia nos muestra.
Cuando Pablo le dice a los esposos que amen a su mujer como a sí mismo, está dejando por sentado que en una pareja debe haber unidad y por lo tanto dos tareas del marido es dejar que Dios moldee sus pensamientos y acciones, pero también es muy importante que como hombre sepa reconocer el valor de su esposa. La unidad de la pareja en Cristo es el principio central del matrimonio.
Justamente no reconocer este principio es lo que trae tantas dificultades a las parejas, incluso cristianas porque la influencia de este mundo moderno ha hecho creer a hombres y mujeres que su individualidad es vital para su felicidad. Por eso hay parejas que corren en diferentes direcciones, mientras el marido se divierte a solas o con amigos, ella busca “realizarse” en otras actividades. Lo único que trae esta individualidad es que ambos peleen por sus derechos, sus propios sueños, su realización personal, etc. que en el fondo es puro egoísmo porque han olvidado el principio de la unidad: El Señor dijo que son un solo cuerpo.
Pero Pablo no sólo se refirió a los maridos, él también hizo una nota especial dedicada a las esposas: “ y la mujer respete a su marido”. La palabra que es traducida como respeto es la misma palabra que se usó para referirse al temor reverencial y el asombro que los discípulos tenían hacia Jesús. Lo que significa que es una revelación irrebatible.
La casada debe considerar a su esposo como su cabeza, en otras palabras, debe reconocer la verdad bíblica y cristiana del matrimonio, respetando a su compañero como el primer responsable de la familia, así como Cristo es la Cabeza de la iglesia.
Les cuento que mi esposo y yo tenemos más de treinta años de casados, somos Uno en el Señor, pero aún así somos muy diferentes en carácter, sin embargo tenemos una misma meta, un mismo deseo de enseñar la Palabra, un mismo corazón intercesor, un mismo anhelo para nuestras hijas y para la Iglesia que pastoreamos.
Creo que hemos aprendido con los años a conectar las dos palabras que Pablo nos da para mantener esa unión espiritual: amor y respeto. La conexión entre el amor y el respeto es clave para comprender cómo crecer juntos como matrimonio.
Un esposo debe obedecer el mandamiento de amar, aún si su esposa no obedece el mandamiento de respetar, y una esposa debe obedecer el mandamiento de respetar, aun si su esposo no obedece el mandamiento de amar.
Muchos matrimonios caen en la frustración y resignación porque las mujeres dicen: “Voy a respetar a mi esposo cuando me muestre más cariño” Y los esposos dicen: “Voy a ser amoroso cuando ella me valore y respete”. Mientras esperan con cólera que cada cónyuge sea justo y les de lo que necesitan, aparecen los peores sentimientos que terminan ocasionando el divorcio.
Como parejas cristianas debemos dar siempre el primer paso, obedeciendo al pie de la letra lo que Dios pide, sólo así podremos formar hogares dignos que brillen y den testimonio que son parte del Reino de Dios.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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