“Oh Jehová, oye mi oración, escucha mis ruegos; respóndeme por tu verdad, por tu justicia. Y no entres en juicio con tu siervo; porque no se justificará delante de ti ningún ser humano. Porque ha perseguido el enemigo mi alma; ha postrado en tierra mi vida; me ha hecho habitar en tinieblas como los ya muertos. Y mi espíritu se angustió dentro de mí; está desolado mi corazón.” Salmo 143:1-4
Sigo meditando en textos bíblicos para ayudar a las personas que están soportando dolor en su alma. Leí un comentario sobre la depresión que decía: “Vivimos en un mundo en el que muchas veces las cosas no salen como esperamos y se nos acumulan, entonces dejamos de encontrarle el sentido a todo, a la vida, a nuestra propia existencia”.
Esto es cierto, en la mente del que sufre una tristeza profunda, hay una especie de bloqueo porque al parecer ha decidido quedarse así. Esto es algo muy difícil no sólo para el que está deprimido, es muy duro también para los que quieren ayudar; porque alentar a una persona con depresión que no quiere ayuda, puede ser duro y frustrante.
Este Salmo de David me ayuda mucho a entender el corazón de alguien que está en crisis se los comparto en la versión nueva traducción viviente: “Oye mi oración, oh Señor; ¡escucha mi ruego! Respóndeme, porque eres fiel y justo. No lleves a juicio a tu siervo, porque ante ti nadie es inocente. El enemigo me ha perseguido; me ha tirado al suelo y me obliga a vivir en la oscuridad como los que están en la tumba. Estoy perdiendo toda esperanza; quedo paralizado de miedo.”
David tuvo varias crisis existenciales en toda su vida, él estuvo en constante actividad, peligro de guerras, asediado por enemigos, traicionado y también cayó en pecado. Por eso este Salmo no es posible dirigirlo a alguna ocasión especial porque puedo afirmar que el apellido de David podría haber sido CRISIS.
En esta nueva crisis, sin embargo, David siempre encontró una salida. Para no acabar rendido, David oraba. Es que él sabía que debía clamar a Dios y que Dios debía oírlo, o sino estaría perdido.
Para David, la oración no era simplemente un ejercicio de desahogo personal, que seguramente puede ser bueno para algunos, que creen que lo importante es simplemente desfogar la carga emocional con alguien sea Dios o una persona. Ese no era el caso de David, para Él, la oración era importante, la oración era una súplica REAL hecha a un Dios REAL al que se podía apelar para que oyera, respondiera y ayudara.
Este Salmo es especial y se aplica a los que tienen heridas en el corazón, porque podemos ver en estos versos a una persona que está sumida en una ansiedad tremenda, se siente sin fuerzas y sabe que ya no puede pelear sólo, por eso dice que su enemigo ha cautivado su alma, que está tendido en tierra, que está habitando en tinieblas como los ya muertos. Y su espíritu y corazón están desolados y llenos de desesperación.
¿Cómo creen que David salió de esa crisis personal? David se puso a orar.
Pero su oración no fue sólo una súplica detallando todos sus sentimientos y penas, Él clamó a un Padre personal, a un Dios que conocía, por eso supo proclamar el carácter del Dios a quien pedía ayuda.
David dijo: ¡Respóndeme por tu VERDAD por tu JUSTICIA! David apeló al carácter de Dios, a sus atributos personales para pedirle que actuara a su favor. Le pidió a Dios que actuara de manera coherente con esos atributos y que le responda.
Recuerdo que cuando era adolescente me enseñaron a orar declarando los nombres diferentes de Dios, aprendí que cada nombre mostraba un atributo especial, y que al declarar esos nombres mientras oraba creyendo en ese Padre, Omnipotente, Perdonador, Proveedor, Sanador, Fiel, Justo y lleno de Amor, la respuesta a mi clamor llegaría pronto.
Por eso me emociona la oración de David, él sabía algo sobre el carácter y la naturaleza de Dios, y esto moldeó su vida de oración. Pero sobre todo, al tener conciencia de un Dios de Verdad y Justo, lo ayudó a salir de la crisis y le devolvió la valentía que necesitaba.
Otro detalle importante de este Salmo es que David se sabía injusto por eso dijo: “No entres en juicio con tu siervo; porque no se justificará delante de ti ningún ser humano.” David comprendió que era pecador y por eso apeló a la misericordia de Dios.
Al iniciar esta meditación vimos a un David sumido en una depresión profunda, una crisis que parecía repetirse con frecuencia, sin embargo aunque su vida se sentía postrada en tierra. Aunque sentía que vivía en tinieblas, su espíritu se angustiaba dentro de sí mismo y su corazón estaba desolado, en ese momento se hizo presente su recuerdo de un Dios Vivo, Justo y Verdadero por eso oro clamando ayuda y al empezar a orar, Dios le dio las fuerzas para salir de esa depresión.
Podemos aprender a orar como David, no sólo repitiendo una oración que declara nuestra condición, sino confesando que tenemos un Padre que nos ama, nos oye y jamás nos dejará.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
Comentários