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Foto del escritorIB La Molina

Una mujer con mala reputación

“Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido, y ven acá. Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad.” Juan 4:16-18

Disculpen porque no he podido escribir casi diario como antes, estoy dando un curso del primer año del ministerio de Jesús y eso me tiene muy ocupada, además de mi nueva tarea como abuelita. Justamente, como estoy preparando este material, me impresionó mucho el encuentro de Jesús con la mujer samaritana.


Vamos a entender un poco el contexto: Hace dos mil años, se suponía que los judíos no debían hablar con los samaritanos. Uno de los reyes de Israel fue Omri. Se dice de él: “Omri hizo lo malo ante los ojos de Jehová, e hizo peor que todos los que habían reinado antes de él” (1 Reyes 16:25). Este fue el rey que edificó Samaria y la hizo capital del reino: “Omri compró a Semer el monte de Samaria por dos talentos de plata, y edificó en el monte; y llamó el nombre de la ciudad que edificó, Samaria” (1 Reyes 16:24).


El hijo de Omri fue Acab, otro rey perverso en Israel entregado por completo a la idolatría. De Acab se nos dice que “hizo altar a Baal, en el templo de Baal que él edificó en Samaria” (1 Reyes 16:32). Por lo tanto debido al pecado de Israel Dios los entregó al rey de Asiria quien conquistó Samaria y llevó cautivo parte del pueblo que habitaba en la región (2 Reyes 17:5-6). Luego de llevar cautivo a una parte del pueblo, el rey de Asiria trajo “gente de Babilonia, de Cuta, de Ava, de Hamat y de Sefarvaim, y los puso en las ciudades de Samaria, en lugar de los hijos de Israel” (2 Reyes 17:24). Estas personas no eran del pueblo de Israel y tampoco conocían ni respetaban al Dios de Israel. Esto ocasionó el declive espiritual del pueblo de Israel e hizo que estas naciones hicieran que la idolatría aumentara.


Para un judío ortodoxo, su concepto de un samaritano era el nivel más bajo de un “mestizo”, así que era imposible si quiera que aunque las ciudades eran cercanas, ellos pasaran cerca de sus caminos porque se harían impuros. Para el hombre judío correcto, beber con un samaritano sería como si uno de nosotros bebiera del pico de la misma botella de un borracho de la calle, ¡Imposible hasta de imaginar!


Eso no era todo, se suponía que los hombres judíos no podían mantener una conversación con una mujer en la calle, ¡Aunque fuera su esposa! “Los rabinos estrictos prohibieron que un rabí saludara a una mujer en público. Incluso había fariseos que eran llamados “fariseos moreteados y sangrantes” porque cerraban sus ojos cuando veían a una mujer en la calle y por lo tanto chocaban con paredes y casas.


Pero Jesús rompió esas reglas. Jesús respetaba a las mujeres. Jesús respetó tanto a las mujeres que pudo compartir su necesidad ordinaria con una mujer; compartió su sed. La mujer samaritana le dijo: "Tú eres judío y yo soy una mujer samaritana. ¿Cómo puedes pedirme de beber? Esto me recuerda cuando en otro momento alguien le preguntó: ¿Quién es mi prójimo? y el Señor dio el ejemplo del Buen Samaritano. Aunque tu enemigo sea tu vecino, debes amar a tu enemigo.


Pero Jesús le siguió hablando: “Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva.”

Es maravilloso que el Señor se tomara el tiempo necesario para brindarle a esta mujer la oportunidad de salvación. Entonces ella después de escuchar todas sus palabras estaba lista para beber del agua viva. Pero aquí viene la parte que más me impacta: “Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido, y ven acá. Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad.”

¿Les parece que ahora la está condenando? ¿Qué está haciendo el Señor? ¿Le está sacando sus pecados ocultos?

He leído varios comentarios sobre esta respuesta de Jesús, y creo que me quedo con la explicación que ella, había sufrido la pena de quedarse viuda muchas veces y por lo tanto, como era costumbre, tuvo que volverse a casar con cada familiar del difunto esposo. En todo caso, ella fue una mujer que buscó la compañía, el amor, la seguridad en aquellos hombres que una vez fueron sus maridos, y ahora Jesús le dio la oportunidad de encontrar el verdadero amor.


Pero Jesús también mencionó al marido que ella tenía en ese momento, dijo: “Y el que ahora tienes no es tu marido”. Cuando Jesús dijo que el hombre con quien ella vivía no era su “marido", Jesús quiso demostrar que “vivir juntos” no es lo mismo a ser un matrimonio bendecido por Dios. Ella tuvo la oportunidad de verse a si misma, reconocer su pecado y ser perdonada.


Jesús hizo todo para evangelizar a esta mujer, su don de gracia no se limitó porque ella era alguien marginado, y lo maravilloso es que después de su conversión ella nació de nuevo, pero ahora como la primer evangelista que predicó con su testimonio y ganó a una multitud de sus vecinos, porque Cristo vino a buscar y a salvar a los que estaban perdidos.


Que Dios quien nos ha perdonado y dado una nueva vida nos ayude a ser esos evangelistas que comparten la fe a muchos.


Con amor


Martha Vílchez de Bardales


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