“Siervos, obedeced a vuestros amos terrenales con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón, como a Cristo; no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios; sirviendo de buena voluntad, como al Señor y no a los hombres”. Efesios 6:5-7
Servir con amor y fidelidad, es un servicio aceptable al Señor. Un cristiano puede servir aceptablemente al Señor Jesús en la condición de siervo, ya sea un reverendo reconocido, un líder connotado, un ministro del evangelio, un pastor, un diácono nombrado, o un empleado en un trabajo secular. A la hora de ponerse el mandil de siervo dejamos los títulos para ser obreros de Cristo. Esto es algo que siempre debemos recordar sobre todo si por los títulos se pierde un poco la humildad.
Cuando era una adolescente media floja, si me mandaban hacer limpieza de la cocina, hacía lo necesario para que se viera ordenado a los ojos de mi madre, pero ella era una especialista en ver lo que yo no quería que viera. Al pasar revisión a mi trabajo encontraba las ventanas con manchas, los cajones de los cubiertos con residuos, o los platos sin secar guardados en la repisa. Confieso que mi flojera daba un mal servicio porque estaba hecho sólo para los ojos.
Como notarán en estos versos Pablo se dirige a los siervos, o esclavos. Ellos eran personas que eran propiedad de alguien que los compró, por eso el trato que recibían era cruel, eran comprados y vendidos, golpeados y ejecutados, todo por capricho de un amo humano. Pablo les enseñó a estas personas que si eran esclavos, siendo cristianos tenían que hacer todo como para Dios. Pero esta lección también es para nosotros, ya sea seamos empleados en alguna empresa secular o sirvamos en alguna iglesia debemos hacer todo para agradar a Dios.
Pablo dice primeramente que debemos obedecer con temor y temblor. Esta frase se refiere a alguien que “espera una orden del amo y luego ejecuta esa orden”. Imagina a un portero que espera en la puerta el sonido de un golpe, para que la puerta pudiera abrirse inmediatamente, esto es lo que Pablo enseña.
Obedecer con temor y temblor habla de un servicio dispuesto y expectante. Como este sirviente que salta ante el sonido de la voz de su amo y hace lo que se le dice que haga, sin discutir ni quejarse. La obediencia que Dios quiere es con temor y temblor. Ahora bien esto no significa que temamos a las personas para las que trabajamos. Más bien significa que el siervo fiel se esfuerza por hacer lo correcto por temor a desobedecer a Dios.
No puedo evitar pensar en las veces que hago las cosas y me quejo, “yo hice todo sola”, “estoy tan cansada porque nadie quiso ayudarme”, “Hoy no me levanto, me duele todo porque hago demasiadas cosas”, etc. Hacer las tareas con fastidio provoca estos males de carácter, resentimientos y quejas sin fin. Hacer las cosas para los ojos de las personas y no para Dios acarrea muchos pecados.
Hacer todo el trabajo con sencillez de corazón como para Cristo, esta es la manera de laborar en cualquier trabajo, dedicando mi labor con todo el corazón. Hacer un trabajo para Dios debe incluir esfuerzo, fidelidad, sumisión, entrega y obediencia.
Uno de los males que hemos heredado por la naturaleza pecaminosa es hacer las cosas sólo para que los demás nos vean. Complacer a los hombres o hacer las cosas para ser felicitados no vale para el Señor. Esto es algo muy difícil de practicar, pero se tiene mayor recompensa cuando se hacen las cosas para Dios en vez de buscar el reconocimiento de las personas.
Si hacemos todo para Dios:
Dios bendecirá tanto al que hace la limpieza como al predicador.
Dios bendecirá tanto al ama de casa como al dueño de la empresa.
Dios bendecirá tanto al empleado como a su jefe.
Dios bendecirá tanto al maestro de escuela dominical como al evangelista.
Dios bendecirá tanto al misionero rural como al Líder de una gran organización
Él bendecirá a todos aquellos que le sirvan y le honren en el trabajo que hacen. La clave para la bendición del Señor es ver tu trabajo como un servicio al Señor y no a una persona o un negocio. Trabaja como si estuvieras trabajando para el Señor.
Te animo a evaluar tu corazón cuando haces un servicio, si quieres ser complaciente, si quieres impresionar, o recibir aplausos y condecoraciones, te volverás zalamero, astuto, vanidoso y exageradamente adulador. Todas estas cosas son manifestaciones de la carne. Hablan de alguien que está caminando con orgullo y que en realidad se está sirviendo a sí mismo y no al Señor. En lugar de buscar promovernos a nosotros mismos, debemos estar en el negocio de servir al Señor.
Debemos vernos a nosotros mismos como esclavos del Señor ante todo. Cuando vamos a nuestro trabajo, cualquiera que sea, debemos ver nuestro trabajo como un servicio a Dios. Debemos vernos a nosotros mismos como Sus esclavos. Debemos recordar que le responderemos a Él cuando termine esta vida. Si trabajamos para Él, lo complaceremos, y si nuestro servicio se eleva al nivel de complacerlo, seguramente nuestros empleadores también estarán complacidos con nuestro servicio.
¿Recuerdan cómo José sirvió a Potifar? ¿Cómo la muchacha que sirvió a Naamán lo ayudó a ser sano? ¿Cómo el siervo Josué sirvió a Moisés? ¿Cómo David sirvió a Saúl? ¿Cómo Daniel sirvió a Darío? ¿Cómo Martha y María sirvieron a los apóstoles?
El servicio es una manera de glorificar a Dios.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales