Hemos comenzado una nueva etapa en nuestra iglesia. Estamos entrando en una guerra espiritual, y vamos a hacerlo por etapas: primero vamos a orar, acto seguido vamos a evangelizar y comenzar el proceso de discipulado que nos llevará a levantar siervos y ministerios que se multipliquen, y extiendan el reino de Dios.
Hay algo que debemos comprender: La guerra espiritual comienza con la oración, así lo entendieron los primeros discípulos: “Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablan tu palabra, mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús. Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios” Hechos 4:29-31
La guerra espiritual comienza con la oración
En este pasaje notamos que la iglesia estaba pasando por un momento crítico, porque tenían que enfrentar amenazas de enemigos más poderosos que ellos. Pero, ¿qué hicieron frente al peligro? Se enfocaron en orar, porque todo cambio, bendición y victoria comienza con la oración. Es verdad que nuestra atención se enfoca en cómo tembló el lugar donde estaban congregados, y en cómo los primeros cristianos fueron llenos del Espíritu Santo y salieron a predicar con denuedo; pero la historia está hecha de tal forma que quede en evidencia que la victoria comienza con la oración.
Todo cambio, bendición y victoria comienza con la oración
El apóstol Pablo escribió: “Gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación;
constantes en la oración” Romanos 12:12, poniendo énfasis en que debemos cultivar
todos los tipos de oración que existen. Y resulta que la Biblia muestra que hay cuatro
niveles de oración.
La oración como deseo de estar delante de Dios para disfrutar de su presencia
La oración como llamado a que Dios nos proteja
La oración por otros, aún a costa mía (intercesión)
La oración como pacto con Dios
Debemos adorar a Dios, entregarle todos nuestros pedidos, interceder por otros; pero también necesitamos hacer un pacto de oración en el que Dios se comprometa a sanarnos y llenarnos con su Espíritu Santo para cumplir la Gran Comisión, mientras nosotros nos comprometemos a: priorizar la oración, animarnos unos a otros y caminar la segunda milla.
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