“Yo quisiera retenerle conmigo, para que en lugar tuyo me sirviese en mis prisiones por el evangelio; pero nada quise hacer sin tu consentimiento, para que tu favor no fuese como de necesidad, sino voluntario. Porque quizá para esto se apartó de ti por algún tiempo, para que le recibieses para siempre; no ya como esclavo, sino como más que esclavo, como hermano amado, mayormente para mí, pero cuánto más para ti, tanto en la carne como en el Señor.” Filemón 1:12-16
Hablemos de Onésimo, en griego su nombre era “Onesimos”: útil y provechoso. Como sabemos él fue un esclavo de Filemón de Colosas, y no fue para nada valioso a su amo, pues según escribió Pablo, no sólo robó, sino que también dañó a Filemón y finalmente escapó a Roma, que era la meta frecuente de muchos fugitivos como él.
Es difícil darle una nueva oportunidad a alguien que te golpea a propósito, te roba y hasta te maldice, por eso esta breve epístola a Filemón es un maravilloso ejemplo de cómo dar Gracia a quien necesita perdón. A través de mi servicio a Dios he visto que uno de los problemas más difíciles de resolver son las peleas entre los miembros de una familia. Es fácil hacer caso omiso de algo que nos haga un extraño para perjudicarnos, pero resulta sumamente difícil perdonar a un miembro de nuestra propia familia, un esposo, un tío, un hermano, o también a alguien muy cercano, como un hermano en la común fe. El resentimiento tiene mucho poder, pero poder maligno, para dividir
Pablo nos ilustra que la Gracia se puede conceder sin medida, pero también, nos demuestra que a veces las consecuencias de una falta deben ser asumidas y llevadas con responsabilidad para reparar el daño.
Onésimo había hecho varias cosas malas, entonces le llegó el tiempo de ser corregido. Pablo no lo justificó simplemente, como si su falta no hubiera sido mala. Más bien, al decidir que regresara a su amo, estaba ejerciendo la corrección que necesitaba. Aun así, Pablo obviamente quería que Filemón tratara gentilmente a Onésimo. Bajo la ley romana, el amo del esclavo tenía completo y total control sobre su esclavo. Era normal que un esclavo fuera crucificado por ofensas menores que escaparse.
Un escritor antiguo describe cómo era tratado un esclavo en falta: Una vez un cautivo llevaba una bandeja de copas de cristal, de pronto se le cayeron, pero sólo una se quebró. El amo inmediatamente demandó que el esclavo fuera tirado en un estanque lleno de lampreas (parásitos de peces y comedor de carroña con muchos dientes) estos lo desgarraron al esclavo en pedazos. Así de duro era el trato con estas personas arrebatadas de toda su dignidad. Si un esclavo fugaba era una pena ligera sellarlo con una tenaza ardiente la letra F de fugitivo.
Hoy quizá no se tatúe sobre la piel una marca de condenación, pero los resentidos pueden grabar imaginariamente sobre las frentes de sus oponentes un distintivo que los califica como mentirosos, indignos, irresponsables, violentos, reprobados, etc. Un hijo de Dios, no debe ser un juez que condena, un cristiano debe seguir el ejemplo de Cristo que dijo: “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen”.
Pablo mandó de vuelta a su oveja recién nacida en el evangelio, pero pidió: “recíbele como a mí mismo”. Fue como si dijera: “Filemón, sé que este hombre te ha hecho mal y merece ser castigado. Pero considéralo como a mí mismo y sé misericordioso con él”. El apóstol le dejó la decisión a Filemón.
Le dio la libertad de hacer lo correcto en amor ante el Señor, y le dio libertad para hacerlo por su propia voluntad y no obligado.
¿Te imaginas las expresiones de la cara de Filemón? Yo si, lo imagino sorprendido, frunciendo las cejas, repitiendo en voz alta cada frase escrita, tratando de convencerse a sí mismo que era necesario cumplir primero su deber como cristiano. “Pero, Onésimo me lastimó, traicionó mi confianza, me humilló, y me quitó lo que era mío”
Entonces Pablo siguió escribiendo, quizá imaginando la sorpresa de Filemón: “Tal vez Onésimo se alejó de ti por algún tiempo, para que ahora sea tuyo para siempre. Sólo que ahora ya no lo tendrás como a un esclavo, sino como a un hermano muy querido, lo cual es mucho mejor. Yo lo quiero mucho, pero tú debes quererlo aún más. Quiérelo como a un miembro de la familia del Señor, y no como a cualquier persona.”
“Filemón quizá para esto Onésimo se apartó de ti por algún tiempo” Pablo convirtió este problema en un propósito de Dios y quería que Filemón también lo viera. Como si dijera, “Filemón, Dios trabaja de maneras inusuales que quizá no lo comprendas ahora, pero déjame decirte cómo veo a Onésimo en este momento y espero que lo puedas comprender. Pablo vio en la fuga de Onésimo que Filemón, el amo, perdió un esclavo; pero Filemón, el cristiano, obtuvo un hermano y obtuvo ese hermano para siempre.
El enemigo de Dios es un campeón para sembrar discordia entre hermanos, entre conyugues, en la iglesia también, hace crecer cizaña que mata el amor, la confianza y el perdón, por eso siempre debemos discernir cuando alguien quiere sembrar estas semillas de maldad en nuestro corazón, si empiezas a ser dominado por el rencor, despecho y cólera, esos sentimientos no bendicen tu ser como hijo de Dios, renuncia a ese resentimiento y perdona.
Es fácil calificar a las personas que nos trajeron dolor, Satanás hace fácil que nos llenemos de rencor y fastidio, pero esta carta nos enseña a no juzgar y perdonar. Que Dios nos ayude a enmendar relaciones perdidas y así demos testimonio que realmente somos hijos de Dios.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
Gracias por su dedicación, es muy didáctica