"Se llenó de amargura mi alma, y en mi corazón sentía punzadas. Tan torpe era yo, que no entendía; era como una bestia delante de ti. Con todo, yo siempre estuve contigo; me tomaste de la mano derecha. Me has guiado según tu consejo, y después me recibirás en gloria. ¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. He puesto en Jehová el Señor mi esperanza, para contar todas tus obras". Salmo 73: 21-25
Este Salmo siempre ha sido mi favorito en tiempos de enfermedad. Y ahora aunque no me siento enferma, gracias a Dios, si estoy buscando la palabra que pueda socorrer a todos aquellos que en este momento están soportando la prueba de esta infección.
El autor de este salmo fue Asaf, él fue el director del coro en el templo en la época de David, descendiente de la tribu de Leví, fue el compositor de unos doce salmos. Él fue un siervo consagrado al ministerio de la adoración y por eso estuvo en varios momentos solemnes del pueblo de Dios, como acompañando el arca en su traslado a la ciudad de David. Pero Asaf, como cualquier hombre, escribió en la primera parte de este salmo, su frustración y cólera al ver la prosperidad de algunos.
Asaf puso demasiada atención en la vida y prosperidad de los incrédulos y esto le hizo caer en una peligrosa tristeza. Un desánimo que hizo despertar en sus sentimientos la envidia. “Porque tuve envidia de los arrogantes, viendo la prosperidad de los impíos” Asaf cuestionó a Dios porque le pareció que él era bueno con los arrogantes y con los impíos, él vio la misma cosa que muchos ven hoy en día en sus propias vidas. Muchas personas no pueden negar que Dios es bueno con ellos; pero también parece que Dios también es bueno, quizás muy bueno, con los orgullosos.
Asaf reconoció su insensatez, por eso dijo: Tan torpe era yo que no entendía, era como una bestia delante de ti. Asaf confesó delante del Señor su malicioso entendimiento, se sintió como un torpe al haberse quejado, incluso se comparó a una bestia, los animales no tienen razón para comprender la forma de actuar de Dios.
Pero aquí viene la parte más linda para mí: “Con todo yo siempre estuve contigo; me tomaste de la mano derecha”. Creo que aquí Asaf declaró que tanto como Dios estaba con él, él también estaba con Dios. No era suficiente para Asaf el saber que Dios estaba con él; él también confesó que él estaba con Dios.”
Cada día que paso en casa, atendiendo a mi familia, estudiando y escribiendo, llamando a las hermanas y haciendo el devocional familiar con mi esposo e hijas, sé que Dios está conmigo, pero Asaf me hace recapacitar en algo importante: que yo también tengo que declarar que estoy con Dios, cogida de su mano derecha, porque lo necesito para vivir.
Esta pandemia no sólo toma el cuerpo, empieza tomando el alma de sus víctimas, cuando las personas se pasan horas mirando las noticias, amargándose con las decisiones de los gobernantes, evaluando en silencio la injusticia de su condición económica comparada con la prosperidad de otros, estas personas que son muchas, se infectan y se hacen torpes porque no entienden que Dios no es injusto jamás.
Para estar libre de la enfermedad del alma, hay que reconocer que la mente se ha desviado y declarar con todas las fuerzas, ¡Así como tú Señor estás conmigo, Yo estoy contigo, te he tomado de la mano derecha para que me guíes y me aconsejes, y después me llevarás en gloria. ¿A quién tengo en los cielos si no a ti? Y fuera de ti, nada deseo en la tierra, mi carne y mi corazón desfallecen, mas la roca de mi corazón y mi porción eres tú, mi Dios para siempre. Porque he aquí, los que se alejan de ti perecerán; tú destruirás a todo aquel que de ti se aparta.
Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien; he puesto en Jehová el Señor mi esperanza, para contar todas tus obras.
No sé si desde que empezó esta pandemia, te has alejado de Dios. Hay muchos motivos para estar frustrado, decepcionado, molesto y asustado, todo lo que haces es tonto, porque el Padre celestial no abandona a sus hijos. Por eso te aliento mi amado hermano en Cristo Jesús, que le vuelvas a tomar de la mano derecha y declares a todo pulmón: ¡Con todo yo también estoy contigo y no te dejaré!
El espera que hagas esa oración. Un abrazo grande.
Martha Vílchez de Bardales
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