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Foto del escritorIB La Molina

Somos libres para amar

"Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud. Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros. Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Gálatas 5:1,13-14.


Recién empezamos Junio y debemos aceptar que durante todo este mes no podremos, la mayoría de nosotros, salir para nada a la calle. Al principio de la cuarentena, algunas personas más fuertes emocionalmente decían que era una exageración afirmar que este encierro podía afectar a la familia: “No pasa nada, esto no va a afectar a la gente, están exagerando”. “Vamos a aprovechar el tiempo en familia”. Eran algunas afirmaciones serenas y bien intencionadas, pero sin ser exagerados, tenemos que digerir la realidad y aceptar que si está afligiendo a muchos, en vez de juzgar, busquemos la forma de ayudar.


La nueva pandemia COVID-19 parece lanzar flechas que contienen estados de ansiedad. Son como disparos dirigidos a todos los miembros de la familia, y cuando hieren a sus víctimas logran elevar el nivel de incertidumbre, provocan cólera, fastidio, impotencia y ganas de patear al perro.


¿Qué podemos hacer como cristianos para no sentirnos encerrados? Recordar que somos libres con la libertad que Cristo nos hizo libres. ¡Jesús nos ha hecho libres!


La libertad es un regalo de Jesús, que se nos da y se recibe por fe. Cuando luchamos por liberarnos, regresamos al yugo de la esclavitud.

Vemos en las noticias como la gente lucha por sentirse libre, sale, se contagia, infecta después a otros, se enferma y el círculo vicioso empieza por una desesperación de sentir que puede ser libre. Pablo nos dice en tono enérgico:“Ahora somos libres porque Cristo nos liberó. Manténganse firmes en la libertad y no vuelvan a la esclavitud.”


Los que buscan la libertad a su modo volverán a la esclavitud.

La vida cristiana mis amados hermanos es una vida de libertad. Jesús vino a liberarnos de las ataduras, vicios, pecados, egoísmos y todo aquello que nos hacía daño. Por eso cuando alguien me pregunta ¿Cómo te sientes Martita con tantos días de encierro? Yo le digo en tono de broma, no estoy cautiva, ni presa, no estoy en cuarentena, soy libre para compartir la Palabra de Dios, porque ella no está presa. Vale la pena preguntarse si la gente nos ve como personas libres y que predican libertad en Cristo Jesús. Hermanos no debemos refugiarnos en la pena de un encierro porque Cristo nos hizo libres.


Pero Pablo dijo también que solamente no usen la libertad como ocasión para la carne. ¿Cómo debemos usar nuestra libertad? Podemos tomar esta libertad gloriosa para ayudar a los demás. ¡OJO! El mundo quiere libertad para disfrutar, ser egoístas, acaparar, ganar más dinero, etc. Pero el cristiano debe usar su libertad para bendecir al prójimo. El marco que nos presenta Pablo nos hace girar del centro que somos nosotros y nos hace mirar a los restantes. NO uses tu libertad para pisotear a los demás, usa tu libertad para servir con amor.


Creo que Pablo nos da la mejor vacuna contra el encierro, este es el antídoto que todos necesitamos inyectarnos, servir con amor los unos a los otros. Mientras la gente espera libertad para hacer su voluntad, los creyentes la tenemos para compartir del amor de Dios. Este es exactamente el modelo establecido por Jesús. Él tenía más libertad que cualquier persona que haya pisado esta tierra. Sin embargo, Él usó su libertad para amar a través de servir a los demás.


¿Qué significa amar a tu prójimo como a ti mismo? Antes de pensar cómo debes amar a tu semejante debes preguntarte cuánto te amas a ti mismo. Cuando tengas la respuesta estarás listo para amar a tu hermano. Mirar el propio corazón es primero. Él te dirá cómo puedes ayudar a los demás.


Las noticias nos muestras dos caras bien evidentes de la realidad, por un lado gente que le interesa seguir ganando dinero y contrata vendedores que ponen en las calles para que vendan su mercadería, y gente en los lugares más pobres de la ciudad que no salen y no tienen que comer.


A Dios le interesa cómo ves y tratas a los demás, oremos por ellos, oremos y actuemos. NO puedes amar a Dios sino amas a tu prójimo como a ti mismo. Usa bien tu libertad, habla del amor de Dios.


Con amor,

Martha Vílchez de Bardales







 

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