"Andando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. Y les dijo Jesús: Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres. Y dejando luego sus redes, le siguieron. Pasando de allí un poco más adelante, vio a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan su hermano, también ellos en la barca, que remendaban las redes. Y luego los llamó; y dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, le siguieron." Marcos 1: 16-20
Cuando Dios llama a una persona al ministerio, este llamado puede repetirse ya que quizá la persona que fue convocada, no aceptó la misión desde el comienzo.
La historia del llamado de los primeros discípulos se dio hasta en tres etapas. La narración de Marcos nos cuenta que cuando Jesús estuvo caminando junto al mar de Galilea vio a Pedro y a su hermano Andrés trabajando en su oficio de pescadores y los llamó, esta convocatoria no fue la primera que ellos recibieron, en realidad fue la segunda.
La primera invitación la narra el apóstol Juan en su evangelio (Juan 1:35:51) dice que Jesús cuando subió a Jerusalén se encontró con esos hombres y les dirigió un llamado general. Quizá en esta primera invitación, le siguieron, pero sólo por un breve tiempo, porque ellos siguieron en sus tareas cotidianas como pescadores.
La tercera invitación que Jesús hizo a estos hombres fue un llamado para que fuesen apóstoles, nombre dado, por su significado, a los primeros mensajeros del Evangelio. Ese llamado quedó registrado en Marcos 3, en Mateo 10 y en Lucas 5.
Me gusta la historia que me cuenta mi esposo de cuando Dios lo llamó. Era un adolescente cuando ingresó a la universidad y toda la doctrina que aprendió siendo un niño, e hijo de pastor, se fue de su mente y corazón. Pero Dios tenía un propósito para su vida y lo llamó al ministerio, este llamado fue tan fuerte que dejó la universidad y entró al seminario (donde nos conocimos). Cuando Dios llama al ministerio repite su invitación porque la mies es mucha y faltan obreros.
Una barca era un bote grande de pesca, Santiago y Juan, los hijos del Zebedeo, eran prósperos pescadores de clase media (tenían siervos contratados). Aparentemente, Juan tenía contactos de negocio para vender regularmente pescado a las familias sacerdotales en Jerusalén. Estos primeros discípulos no eran personas sin oficio ni beneficio, eran comerciantes ocupados, preparados para los negocios, pero sin preparación teológica, ni estatus social. Jesús escogió estos discípulos, no por lo que ellos eran, sino por lo que Jesús podía hacer por medio de ellos.
Esto no significa que Jesús no valoraba sus cualidades personales, porque siendo ellos pescadores, tenían que ser osados, valientes, saber trabajar en equipo, tener paciencia, constancia, vigor, carácter, empuje, aguante, fe y tenacidad. ¡Jesús vio a hombres que no se darían por vencidos a la primera, hombres que no estarían quejándose de todo, hombres que eran recios para perseverar!
Este es un gran desafío para los que están ocupados en la obra de Jesucristo. Dios los llamó porque vio en sus futuros siervos, las cualidades que ayudarían a perseverar, a no renegar, a no distraerse en otras cosas, a seguir amando al prójimo, a seguir enseñando la Palabra, a no cansarse de perseverar en la oración.
A estos pescadores Jesús les dijo: “Venid en pos de mí”
Este es el verdadero cristianismo, seguir a Cristo Jesús, ser como Jesús. La fe cristiana no son obras que el mundo halaga, no son reglas que te alejan de tu prójimo, no se trata de sistemas teológicos o de dogmas. La fe cristiana es convertirte en un discípulo verdadero, trata de seguir a Jesús.
“Y haré que seáis pescadores de hombres”.
Cuando Jesús les llamó a ser pescadores de hombres, Él les llamó a que hicieran lo que Él hacía. Él era el mejor pescador de hombres de la historia. Pero Él quería que otros hicieran lo que Él hacía; primero estos cuatro, luego los doce, luego cientos, luego miles de millares a través de los siglos.
“Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas.” 1 Pedro 2:21
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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