“Mis queridos hermanos, tengan presente esto: Todos deben estar listos para escuchar, y ser lentos para hablar y para enojarse; pues la ira humana no produce la vida justa que Dios quiere. Por esto, despójense de toda inmundicia y de la maldad que tanto abunda, para que puedan recibir con humildad la palabra sembrada en ustedes, la cual tiene poder para salvarles la vida. No se contenten solo con escuchar la palabra, pues así se engañan ustedes mismos. Llévenla a la práctica. El que escucha la palabra, pero no la pone en práctica es como el que se mira el rostro en un espejo y, después de mirarse, se va y se olvida en seguida de cómo es. Pero quien se fija atentamente en la ley perfecta que da libertad, y persevera en ella, no olvidando lo que ha oído, sino haciéndolo, recibirá bendición al practicarla.” Santiago 1:19-25.
La ira que nos llena el corazón y la mente, supuestamente defiende nuestros propios recuerdos. ¿Piensas que estás ofendido con alguien desleal? ¿Justificas tu resentimiento porque nunca hiciste nada para recibir tal menosprecio? Cualquiera que sean tus razones para sentirte agraviado, molesto o deshonrado, no justifican que llenes tu corazón de ira, ¿quién puede tener paz con un corazón resentido?
“Todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse”
Amargarse es algo natural, te puede incomodar una noticia, fastidiarte que los precios suban en el mercado, que los hijos no te hagan caso, etc. Pero hay individuos que convierten la amargura en una práctica que empieza desde que se levantan, pareciera que es una adicción estar encolerizado.
La ira no es un pecado (Recuerda que Jesús sacó a todos los mercaderes del templo) o (su fastidio que se evidenció en palabras fuertes a los fariseos), sin embargo esta es una emoción que fácilmente el diablo puede usar para llenar tu boca de palabras que no tienen marcha atrás.
Los cristianos enojados son malos “hermanitos” porque caen en el chisme, promueven el resentimiento, dividen iglesias, separan amigos y familias que antes se amaban, y lo peor de todo, andan de lugar en lugar, de congregación en congregación cargando ira en su corazón. Los creyentes amargos distorsionan con su testimonio el mensaje que Dios quiere comunicar a través de ellos.
“Si se enojan, no pequen. No permitan que el enojo les dure hasta la puesta del sol”. Efesios 4:26
La ira guardada en el alma la envilece y te hace incapaz de perdonar, amar y ayudar a otros. Por eso Santiago escribió: "desechando toda inmundicia". Esta no es una invitación a que, si te apetece, o te dan ganas de disculpar. “Desechar” es un término imperativo, por eso somos responsables de renunciar al resentimiento, porque ese sentimiento daña tu relación con Dios, y tu crecimiento espiritual.
¿Qué clase de inmundicia desechas cuando abandonas la ira? Primero meditemos de qué “inmundicia” habla Santiago. Inmundicia significa "cera acumulada dentro de la oreja." Quiere decir que cada insulto, palabra mal dicha, o deshonra que te dirigieron ofendiéndote, y que acumulaste en tu oído, puede terminar por taponear la Palabra de Dios.
Pero, un momento, ¿por qué me hago responsable si en realidad soy víctima? Porque las cóleras guardadas en las orejas evitan que escuches bien cuando Dios te dice, perdona, abandona el rencor, escapa de la antipatía.
Un secreto para evitar la ira: Primero oye, antes de hablar. Mucha de nuestra ira y enojo proviene de estar centrados en nosotros mismos y no centrados en los demás. “Pronto para oír” es una manera de estar centrado en los demás y “tardo para hablar” es una manera de estar centrado en los demás.
Como cristiano, tienes la capacidad de echar a la basura las cosas que hirieron tu corazón, y echar fuera la maldad (rencores e iras) para vestirte de bien, sólo a través de la confiada relación con Cristo y el habitar del Espíritu Santo en tu corazón, serás libre de amarguras y violencias.
Finalmente, Santiago termina este tema pidiendo que este consejo no sólo lo escuches, ponlo en práctica. Leer, escuchar, no es suficiente, debes practicar. Aquel que solamente oye la palabra de Dios, sin hacerla, seguirá resentido, vivirá molesto, no crecerá espiritualmente, más bien se enfriará y terminará con un corazón endurecido.
MI oración es que mi corazón esté limpio de rencores y penas, mi pedido al Señor es que pueda dar testimonio real que camino en el perdón que Dios me ha otorgado. ¿Puedes pedir al Señor que limpie tu corazón de cólera y fastidio? Aunque sea difícil Dios te oirá apenas decidas abrir la boca para pedir perdón. Amén.
Con amor,
Martha Vílchez de Bardales
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