Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y este era samaritano. Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿Dónde están? Lucas 17:15-17
Nuestra Iglesia cumple en este mes de Mayo, veintidós años desde su fundación. Así que hemos organizado una celebración especial para los cinco domingos que tiene este mes, lo que buscamos es que cada miembro, cada hermano y amigo venga al templo que Dios nos dio en la Molina, y reunidos todos alabemos a Dios con corazones agradecidos.
Pensando en la gratitud busqué en el diccionario cuál es su significado más exacto, y esto fue lo que encontré: La gratitud es un sentimiento, emoción o actitud de reconocimiento de un beneficio que se ha recibido o recibirá. Me gusta este significado, pero la Biblia lo amplía diciendo que los “agradecidos” siempre ven el favor de Dios multiplicado sobre sus vidas, Mateo 15:36-38. Todos los cristianos debemos ser agradecidos porque recibimos el favor de Dios, sin embargo unos reciben más que otros a causa de su gratitud. He visto que los milagros más poderosos ocurren por la acción de un corazón agradecido.
La historia del leproso agradecido nos demuestra el valor de la gratitud. Pero, así como nos ilustra de una manera hermosa a una persona agradecida, también vemos que los ingratos fueron más.
Jesús estaba en la frontera entre Galilea y Samaria y se encontró con una banda de diez leprosos. Como sabemos, los judíos no tenían trato con los samaritanos; sin embargo, en este grupo había al menos un samaritano. Quizá la desgracia de la enfermedad rompió la barrera nacionalista y racial que había entre judíos y samaritanos. Existía una regla sobre la distancia que debían guardar los leprosos ante las personas sanas, cincuenta metros, pero estos enfermos apenas vieron a Jesús de lejos, procuraron llamarlo desesperadamente: “ y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!
Imaginen a Jesús viendo a estos hombres miserables y enfermos, no dudó ni un segundo en decidir cómo serían sanados, entonces les dijo: “Id, mostraos a los sacerdotes”. La única condición para ser sanados era la obediencia. Los leprosos decidieron obedecer, así que fueron presurosos al templo. Esta vez caminaron con esperanza, caminaron con fe, obedecieron la palabra y fueron bendecidos.
“Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados”. ¿No habrían intentado antes los leprosos buscar ayuda en el templo? ¿Por qué no cuestionaron a Jesús cuando les dio esa orden? El tema es que ellos tomaron la decisión de creer y obedecer, emprendieron el camino, se animaron el uno al otro, se llenaron de esperanza y valor y obtuvieron lo que tanto anhelaban, la sanidad completa de sus cuerpos.
Aquí es donde aparece la gratitud, los diez fueron sanos, pero sólo uno reconoció a Jesús como su médico divino: “Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y este era samaritano.”
Creo que la parte más importante de la historia viene recién cuando el Señor Jesús preguntó: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿Dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?
Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado.
A veces los cristianos asumen que Dios hace milagros sólo por el puro gusto de hacerlos, es que como es tan Bueno y tan Generoso, siempre está dispuesto a darnos todo lo que le pedimos. Esto es verdad, pero noten el detalle por favor, al Señor le dolió (le apenó, afligió y sufrió) que los otros nueve que recibieron su milagro no hayan regresado a dar gracias. Jesús también se da cuenta de nuestra falta de gratitud.
Nuestra Iglesia cumple 22 años, hemos visto a cientos de personas conociendo a Jesús como Señor y Salvador, hemos sido testigos de hogares transformados, matrimonios renovados, hijos redimidos, trabajos prosperados, etc. Si juntáramos a todos los que se casaron, fueron bautizados, pasaron adelante, fueron maestros, ujieres, nacieron de nuevo, etc., creo que nuestra iglesia sería una mega iglesia, pero no es así, entonces yo también me pregunto: ¿Dónde están los nueve? Diez leprosos fueron sanados, pero solo uno regresó y alabó al Salvador.
Otro detalle hermoso que encuentro es que Jesús le dio una doble bendición al que regresó, porque le dijo: “Tu fe te ha salvado”. ¿Se dan cuenta? Ya no sólo encontró la sanidad de su cuerpo, Dios también le dio la salvación de su alma para siempre. Mientras los otros nueve leprosos tenían cuerpos sanos, se quedaron con corazones enfermos por haber pecado de ser ingratos.
Un famoso predicador mencionó también nueve razones, que quizá los leprosos sanos argumentaron para no volver:
Esperaron para ver si la cura era real.
Esperaron para ver si duraría.
Dijeron que verían a Jesús más tarde.
Decidieron que nunca habían tenido lepra.
Dijeron que se habrían puesto bien de todos modos.
Le dieron la gloria a los sacerdotes.
Concluyeron que Jesús realmente no hizo nada.
Supusieron que cualquier rabino podría haberlo hecho.
Dijeron que Jesús no esperaba gratitud ni halagos.
También las personas de este siglo presentan razones para ser ingratos y esas excusas son muchas más que las nueve razones de los leprosos. Lo peor es ser desagradecidos con Dios. Por favor recuerda cuando le pediste al Señor ayuda en un momento de amargura, cuando necesitaste socorro y Dios te tendió la mano para salvarte, recuerda siempre y no lo olvides. Debes alabar al Señor, él busca adoradores agradecidos. El leproso que volvió tuvo algo que los demás no tuvieron, el leproso tuvo AMOR y por eso regresó para adorar.
“Gracias a Dios, el reino que él nos da no puede ser movido. Por eso debemos adorar a Dios con el amor y la honra que a él le gusta recibir.” Hebreos 12:28
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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