“Recíbelo, ya no como esclavo, sino como algo mejor: como a un hermano querido, muy especial para mí, pero mucho más para ti, como persona y como hermano en el Señor. De modo que, si me tienes por compañero, recíbelo como a mí mismo. Si te ha perjudicado o te debe algo, cárgalo a mi cuenta. Yo, Pablo, lo escribo de mi puño y letra: te lo pagaré; por no decirte que tú mismo me debes lo que eres.” Filemón 1:15-19
Una de los ministerios que más amo es el de la consejería, aconsejar usando la Palabra de Dios como guía es mejor que cualquier medicina, porque el consejo de Dios sana todos los males.
Hace unos años me capacité como facilitadora del curso “Sanando las heridas del corazón” de la Sociedad Bíblica Unida, y doy testimonio que no importa cuán maduro diga ser un creyente, o cuántos años tenga desde su conversión, el resentimiento sigue limitando a muchos cristianos porque es fácil acostumbrarse a ser un resentido.
El resentimiento o despecho es una angustia que aparece como consecuencia de una ofensa. Cuando una persona se siente maltratada, pasa del shock de la vergüenza al dolor del desengaño y por eso no logra olvidar ese agravio, de manera que lo vuelve a sentir una y otra vez (se re-siente). Desgraciadamente este sentimiento va en aumento con el tiempo, y se convierte en queja, amargura, desengaño, rabia, y hasta sentimientos de venganza a quienes le causaron todo el daño.
Los sentimientos comunes de la persona resentida es sobre todo que no puede ni desea olvidar, queda esclavizado a su pasado y no logra liberarse de ese desconsuelo, aunque trate de afirmar que ya lo olvidó. Pero eso no es lo peor, porque sentimientos como envidia, celos, inseguridad, son frecuentes en estas personas resentidas, porque consideran que la vida fue injusta con ellas. No llegan a entender cómo otros consiguen con cierta facilidad, aquello por lo que ellas a pesar de haber luchado tanto, no logran conseguir.
El resentido no lo sabe pero es esclavo de sentimientos negativos que pueden dañar su alma, pero también su salud.
Pablo en esta hermosa epístola conoce bien todos las maldiciones que trae consigo esa amargura, quizá porque experimentó en carne propia el ser un amargado religioso,por eso perseguía a los cristianos con odio para ejecutarlos antes de tener un encuentro con Cristo.
“Ya no lo recibas como un esclavo, sino como a un hermano” “Conforta mi corazón recibiendo a Onésimo”
La carta de Pablo, parece llena de súplicas, pero también está llena de pedidos con esperanza:
Pido a Dios que el compañerismo que brota de tu fe sea eficaz para la causa de Cristo.
Pido que tu amor alegre, anime y reconforte el corazón de los santos.
Te suplico por mi hijo Onésimo, que en otro tiempo te era inútil, pero ahora nos es útil tanto a ti como a mí.
Espero que tu favor no sea por obligación, sino espontáneo.
Espero que lo recibas ya no como a esclavo, sino como algo mejor: como a un hermano querido, muy especial para mí, pero mucho más para ti, como persona y como hermano en el Señor.
Reconforta mi corazón en Cristo. Te escribo confiado en tu obediencia, seguro de que harás aún más de lo que te pido.
Esta carta nos puede animar a obedecer cada pedido de Pablo para ese Onésimo que espera tu restauración. Filemón no era un hombre malo ni severo. Pablo tenía toda la razón al esperar que él fuera a cumplir su deber cristiano y a hacer aún más de lo que Pablo pidió.Y el Señor espera que nosotros seamos de igual forma Creyentes que no acumulan resentimiento sino que, con los brazos abiertos le demos a todos los heridos la oportunidad de ser perdonados, redimidos y restaurados.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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