“Después de estas cosas el rey Asuero engrandeció a Amán hijo de Hamedata agagueo, y lo honró, y puso su silla sobre todos los príncipes que estaban con él. Y todos los siervos del rey que estaban a la puerta del rey se arrodillaban y se inclinaban ante Amán, porque así lo había mandado el rey; pero Mardoqueo ni se arrodillaba ni se humillaba. Y vio Amán que Mardoqueo ni se arrodillaba ni se humillaba delante de él; y se llenó de ira. Pero tuvo en poco poner mano en Mardoqueo solamente, pues ya le habían declarado cuál era el pueblo de Mardoqueo; y procuró Amán destruir a todos los judíos que había en el reino de Asuero, al pueblo de Mardoqueo.” Ester 3:1-2, 5-6
Cuando una persona sin temor a Dios ocupa una posición de poder se vuelve completamente necio. Hoy también leí lo que dijo un ex presidente del gobierno español: "El error en política es perdonable, lo que no es perdonable es la estupidez". ¡Qué difícil se hace para el ser humano reconocer sus errores! En el caso de los que dirigen un país un error trae más consecuencias fatales.
En el capítulo de hoy, el rey Asuero decidió acrecentar el poder de Amán, lo sentó al lado de todos los príncipes, fue ascendido a una posición que correspondería al cargo actual de primer ministro. Amán era un descendiente de Agag y de la familia de los amalecitas, y ellos, enemigos acérrimos de los judíos.
¡Un enemigo de los judíos junto al rey de Persia! Amán nos revela una personalidad orgullosa y presumida. Porque el pedido de que todos se arrodillen ante una persona de alta posición en el reino era simplemente una etiqueta formal de la corte. Pero para Amán era una oportunidad de sentirse halagado, de hacer notar a todos superioridad.
Amán quería que lo reconocieran como privilegiado por el rey, así que todos tenían que reclinarse ante él y mostrarse incluso hasta satisfechos de su posición de alto rango. Hay individuos que buscan desesperadamente una posición de servicio, pero no para servir a los demás, sino servirse de ello.
Todos los siervos que estaban a la puerta del rey se acomodaron rápido al pedido del nuevo premier, apenas lo veían, se arrodillaban y se inclinaban ante Amán, pero Mardoqueo ni se arrodillaba ni se humillaba. Entonces le preguntaron a Mardoqueo: ¿Por qué traspasas el mandamiento del rey? Ha habido muchas teorías en cuanto a este rechazo: Inclinarse implicaba adoración, y los judíos sólo se postraban ante Jehová. Los comentaristas judíos más antiguos afirman que Amán llevaba puesto un ídolo (un disco con alas que era símbolo de Ahura Mazda) en su cuello y nunca un judío podía arrodillarse ante un ídolo. Y otra razón era que Amán era descendiente de los amalecitas, enemigos de Israel, y Mardoqueo no se iba arrodillar ante un enemigo.
Mardoqueo estuvo dispuesto a perder posición, trabajo, nombre y futuro con tal de no desobedecer a Dios.
¿Qué hizo Amán? Se llenó de ira. Y está cólera lo llevó a un odio irracional por todos los judíos. Encontró el pretexto perfecto para desahogar su ojeriza contra Mardoqueo y toda su raza. En realidad Amán era un hombre completamente altivo pero inseguro, que sólo podía sentirse bien consigo mismo si todos, absolutamente todos lo reconocían como tal.
En este suceso Amán se quitó la máscara y demostró su vulgaridad. Si hubiera sido más inteligente, tendría que haber pasado por alto a Mardoqueo. Si tenía el respeto de todos, ¿por qué fijarse en sólo un hombre?
Mardoqueo recibió la posición de servicio para hacer la voluntad de Dios, pero Amán ocupó un lugar para ser instrumento del diablo. En este mismo capítulo, siguió manifestando su engreimiento al lamentarse ante su esposa y amigos porque Mardoqueo no se inclinaba ante él.
La personalidad de Amán no está lejos de nosotros. Si permites que una sola persona te inquiete tanto al punto de convertirse en una obsesión, recapacita y mira que tu lugar sea siempre de siervo y no de soberano.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales.
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