“Entonces el Señor volvió a decirme: Así dice el Señor: De esta misma manera destruiré el orgullo de Judá y el gran orgullo de Jerusalén. Este pueblo malvado, que se niega a obedecerme, que sigue la terquedad de su corazón ¿Qué dirás cuando él ponga como cabeza sobre ti a aquellos a quienes tú enseñaste a ser tus amigos? ¿No te darán dolores como de mujer que está de parto? Si dijeres en tu corazón: ¿Por qué me ha sobrevenido esto? Por la enormidad de tu maldad fueron descubiertas tus faldas, fueron desnudados tus calcañares. ¿Mudará el etíope su piel, y el leopardo sus manchas? Así también, ¿podréis vosotros hacer bien, estando habituados a hacer mal? Por tanto, yo los esparciré al viento del desierto, como tamo que pasa. Esta es tu suerte, la porción que yo he medido para ti, dice Jehová, porque te olvidaste de mí y confiaste en la mentira. Yo, pues, descubriré también tus faldas delante de tu rostro, y se manifestará tu ignominia”. Jeremías 13:21-26
Creo que el orgullo es el peor pecado de todos porque cuando te enorgulleces de algo aparecen nuevos vicios en tu mente y corazón. Dios no puede ver el pecado, el sabio declaró en Proverbios que el Señor lo rechaza completamente:
“Yo detesto el orgullo y la arrogancia, los malos caminos y la boca que dice mentiras.”
“El SEÑOR detesta a los que se creen mejores que los demás y es seguro que castigará a los orgullosos.”
La mirada arrogante, el orgullo y los pensamientos de los perversos, son pecado.
Dios aborrece el orgullo porque es un obstáculo para buscarle a Él. Los orgullosos están tan llenos de sí mismos que sus pensamientos están lejos de Dios. El soberbio por la altivez de su rostro, no busca a Dios; no hay Dios en ninguno de sus pensamientos. Esta clase de orgullo altanero, es lo opuesto al espíritu de humildad que Dios busca: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:3).
Los orgullosos, están tan cegados por su soberbia, que piensan que no tienen necesidad de Dios o aún peor, que Dios debe aceptarlos como son, porque ellos merecen ser aceptados. Esto fue lo que pasó con Judá, no escucharon a Jeremías, cuando él claramente les advirtió como mensajero del Señor sobre el orgullo que había cegado sus sentidos espirituales.
“Por la enormidad de tu maldad fueron descubiertas tus faldas, fueron desnudados tus calcañares”. Estas son exhortaciones y advertencias muy fuertes, porque la iniquidad fue tan grande que el juicio que vendría en su contra sería una violación severa. Me imagino con imágenes estos versos y la visión es escalofriante, Jeremías nos muestra a una infiel Judá, trágicamente violada por sus conquistadores, humillada y expuesta como prostituta por su adulterio espiritual continuo.
Podemos entender que a causa de la desobediencia recurrente de Judá, ella perdería su virtud, su moral, su integridad y hasta su fe, debido al orgullo con que se enfrentó a su Protector ahora sería despojada de todo lo que le daba valor y respeto. Siempre queremos ver a Dios solamente como un Padre Tierno, Tolerante y siempre Compasivo y hasta Humilde de esperarnos eternamente que nos acordemos de Él. Pero nos hace bien leer textos tan fuertes como este para conocer que Dios también es Celoso, Justo, y Santo.
¿Mudará el etíope su piel, y el leopardo sus manchas? Así también, ¿podréis vosotros hacer bien, estando habituados a hacer mal?
Jeremías citó este proverbio para advertir al pueblo que estaban estancados en su naturaleza pecaminosa y eran incapaces de cambiar por sí mismos. La respuesta no era primeramente en una reforma nacional, sino en un arrepentimiento nacional y dependencia de Dios quien sí puede cambiar la naturaleza del hombre.
El mal en el que había caído Judá ya no estaba como algo externo, como una salpicadura en sus vestidos, la maldad y el pecado se había hecho algo tan profundo que parecía correr en sus venas, por eso era muy difícil que ellos pudieran cambiar.
Conversaba con una señora que afligida me contó cómo su hijo adulto tenía una vida llena de vicios y pecados, ella le había suplicado de muchas formas que dejara las cosas que lo convertían en un monstruo, pero él lejos de arrepentirse traía consigo más y más problemas a esta mujer cansada. El mal puede estar tan arraigado en el hombre que lo hace imposible cambiar.
Solamente Jesús puede transformar a una persona completamente. La obra de transformación de Cristo Jesús es verdadera como dice la Palabra:. De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. 2 Corintios 5:17. El etíope no puede cambiar el color de su piel ni el leopardo sus manchas; pero Dios puede transformar al hombre y a la mujer.
Para cambiar el corazón hay que renunciar al orgullo. Eso no lo quiso entender Judá. La dignidad de ellos había sido grande, Dios mismo los adoptó y esto los hizo famosos, pero en vez de ser agradecidos se volvieron autosuficientes y se arrogaron todas las cosas para sí mismos, privando a Dios de su autoridad, se olvidaron que eran súbditos y siervos y se llenaron de vanidad y locura. Declaraban: “Somos el pueblo de Dios”, pero lo decían con orgullo, rechazando la obediencia y santidad a la que fueron llamados.
¿Qué tiene que ver esta demanda de Jeremías con nosotros? Tiene mucho que ver, porque al ser salvos somos parte del Pueblo de Dios y Él nos pide renunciar al orgullo y ser obedientes.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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