“Después que lo hubo destetado, lo llevó consigo, con tres becerros, un efa de harina, y una vasija de vino, y lo trajo a la casa de Jehová en Silo; y el niño era pequeño. Y matando el becerro, trajeron el niño a Elí. Y ella dijo: ¡Oh, señor mío! Vive tu alma, señor mío, yo soy aquella mujer que estuvo aquí junto a ti orando a Jehová. Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí. Yo, pues, lo dedico también a Jehová; todos los días que viva, será de Jehová.” 1 Samuel 1:24-28
Una de las mujeres más agradecidas de la Biblia fue Ana. Conocemos la historia acerca de su dolor porque no podía tener hijos, pero después de la promesa que le hizo al Señor, ella recibió la respuesta a su clamor. ¡Cómo no ser agradecida con el Dios lleno de todo poder!
Dicen los versos de primera de Samuel que cuando lo hubo destetado, lo tomó consigo con tres becerros, un efa de harina y un odre de vino, y lo llevó a la casa de Jehová en Silo; y el niño era pequeño (sólo tres añitos). Y ella dijo: ¡Oh, señor mío! Vive tu alma, señor mío, yo soy aquella mujer que estuvo aquí junto a ti orando a Jehová. Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí. Yo, pues, lo dedico también a Jehová; todos los días que viva, será de Jehová.
Lo primero que me llama poderosamente la atención es la ofrenda de gratitud de Ana, tres becerros, un odre de vino y una efa de harina, ella podía haber traído como ofrenda un animal menos costoso (unas palomas, un palomino o una tórtola para expiación, (Levítico 12:6) pero trajo becerros que representaban una gran ofrenda en ese tiempo. Por eso ella es un ejemplo de ser una creyente verdaderamente muy agradecida.
Una vez entregada su ofrenda para el holocausto Ana adoró a Dios con una alabanza y oración que han quedado grabadas porque representan igualmente su inmensa gratitud. Vamos a meditar brevemente en su salmo de gratitud:
El salmo de Ana es una oración, una oración que quizá ella preparó de antemano para su adoración. Me la imagino escribiendo con el corazón lleno de adoración al Señor este cántico que elevaría junto a sus sacrificios de gratitud.
Este cántico es parte de las Escrituras, ya no es una canción privada, sino una composición inspirada por Dios para que todos nosotros podamos leer y repetir para edificar nuestras almas y también dar gracias a Dios.
El salmo de Ana es el resultado de sus propias experiencias. Ella expresó de una manera sublime e inspirada por el Espíritu Santo todo lo que sintió antes y después del milagro.
La oración de Ana también va mucho más allá de su propia experiencia, centrándose en el carácter del único Dios verdadero a quien adora y alaba. A diferencia que los salmos de David, el salmo de Ana no se concentra en su dolor, su sufrimiento o incluso en sus bendiciones. El salmo de Ana se enfoca en su Dios. Fue a partir de su sufrimiento y prueba, que ella llegó a ver a Dios más claramente y, como resultado, lo alaba por quién es. Por eso lo llama: Santo, Su Roca, Omnisciente, Misericordioso, Soberano, Poderoso, Refugio, El que da vida, el Rey de su vida.
Fue entonado en un momento muy duro. Tenemos que recordar que Ana expresó esta alabanza en un momento de separación, iba a dejar a su pequeño de tres años en Siloh y se iba a regresar a su casa en Ramá, pero su conciencia de la fidelidad de Dios para ella y su familia le permitió dar esta ofrenda de gratitud.
Al principio de este devocional empezamos diciendo que Ana es el ejemplo de una mujer agradecida, ella entregó ofrendas, pero la más grande fue la entrega de su propio hijo al Señor. Pero un detalle que me faltaba mencionar es que antes que ella saliera embarazada, también iba al templo con su esposo a ofrecer ofrendas a Dios, lo que nos enseña que la adoración con gratitud era una característica repetida de esta familia, incluso en situaciones difíciles, ellos podían adorar al Señor y darle ofrendas de gratitud.
Sigamos el ejemplo de Ana y démosle al Padre las muestras de toda la gratitud que guardas en tu corazón.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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