“Palabra fiel es esta, y en estas cosas quiero que insistas con firmeza, para que los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles a los hombres. Pero evita las cuestiones necias, y genealogías, y contenciones, y discusiones acerca de la ley; porque son vanas y sin provecho.” Tito 3:8-9
Cuando un pastor o maestro de la Palabra quiere enseñar textos que hablen sobre ser luz, convertirse en un creyente discípulo, ser obediente, convertirse en un obrero fiel, perseverar en la sana doctrina, dar testimonio que es un hijo de Dios, etc. Es difícil, porque la mayoría de creyentes prefieren ser bendecidos con temas sobre, “sentirse bien”, “ser prósperos en todo”, “el poder de los cristianos para tener éxito”, etc.
En estas palabras finales de Pablo a Tito, en cambio, le pide, que todo lo que le ha sido enseñado, no se quede en una clase dada y punto, sino que debe insistir, es decir reiterar obstinadamente, y encima con firmeza, decisión y consistencia que los cristianos procuren ocuparse en buenas obras.
Desde el momento que fuimos salvos, la tarea que asumimos fue esa, “ocuparnos en hacer buenas obras”. La fe por sí misma salva, pero la fe que salva no está sola.
Sin embargo esta enseñanza los religiosos la convirtieron en su bandera de vanidad, creyendo que con acciones de caridad podían juzgar, o sentirse superiores a otros cristianos. La fe en Cristo salva y el amor que recibimos nos lleva a actuar con amor, pero sin esperar nada a cambio.
Pablo sabía que los cretenses tenían problemas de conducta, ya que hacían relucir una personalidad conflictiva, por ejemplo haciendo divisiones por causa de la aplicación de los mandamientos, también los rabinos judíos empleaban su tiempo construyendo genealogías imaginarias para los personajes del Antiguo Testamento, como si eso fuera tan importante.
Cuando un creyente se molesta y amarga con otro cristiano, los sentimientos de ambos conducen a la complacencia de un mal espíritu; esto acarrea rencor, calumnias, y finalmente divisiones porque pelear sobre temas difíciles de resolver, que en realidad no tienen importancia práctica, son puro orgullo. ¡Gran enseñanza para estos tiempos!
Todos tenemos que defender la fe, como enseña el apóstol Pablo, pero no debemos hacerlo por medio de discusiones o debates sin fin. Este tipo de actitud es carnal y no edifica, ni ha guiado nunca a nadie al Señor.
Esta enseñanza de Pablo se aplica también en nuestras relaciones cristianas, porque quizás no peleemos por temas doctrinales, pero siempre hay diferencias sobre otros temas como el testimonio, las formas particulares de cada persona al reaccionar, las personalidades y educación diferentes etc. Es muy triste cuando amigos cristianos rompen una relación y se separan.
Cuando hay un problema entre creyentes y nadie quiere ceder, es como si uno quisiera derrotar al otro por medio de argumentos o chismes, nada se logra con este tipo de pleitos porque pelear con un hijo de Dios, es como traicionar a la familia espiritual. Es vano y sin provecho darle lugar a cualquier tipo de discusión que traiga sombras al corazón y amargue el espíritu.
Me gusta mucho la forma práctica en la que Pablo nos enseña a ser creyentes no sólo de palabra, porque así son los religiosos, sino ser cristianos pacificadores que busquen la unidad en amor. Mejor pon todo tu empeño en hacer el bien a tu hermano, ora, perdona y deja que Dios haga su obra perfecta devolviendo la paz entre los hijos de Dios.
Con amor:
Martha Vílchez de Bardales
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