“Si en la tierra hubiere hambre, pestilencia, tizoncillo, añublo, langosta o pulgón; si sus enemigos los sitiaren en la tierra en donde habiten; cualquier plaga o enfermedad que sea; toda oración y toda súplica que hiciere cualquier hombre, o todo tu pueblo Israel, cuando cualquiera sintiere la plaga en su corazón, y extendiere sus manos a esta casa, tú oirás en los cielos, en el lugar de tu morada, y perdonarás, y actuarás, y darás a cada uno conforme a sus caminos, cuyo corazón tú conoces, porque sólo tú conoces el corazón de todos los hijos de los hombres.” 1 Reyes 8:36.39
Este capítulo trata sobre la dedicación del templo de Jerusalén por Salomón. Él reunió a los ancianos de Israel, a todos los jefes de las tribus, y a los principales de las familias de los hijos de Israel porque tenía la intención de que esta fuera una ceremonia de apertura del templo inolvidable. La parte más importante de esta ceremonia espectacular sería el momento cuando el Arca del Pacto fuese colocada en el sitio preparado. Los sacerdotes eran los únicos que podían cargar este preciado mueble conteniendo las dos tablas de piedra que allí había puesto Moisés en Horeb.
Y cuando los sacerdotes salieron del santuario, la nube llenó la casa de Jehová. Y los sacerdotes no pudieron permanecer para ministrar por causa de la nube; porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Jehová.
Luego se puso Salomón delante del altar de Jehová, en presencia de toda la congregación de Israel, y extendiendo sus manos al cielo, dijo: Jehová Dios de Israel, no hay Dios como tú, ni arriba en los cielos ni abajo en la tierra, que guardas el pacto y la misericordia a tus siervos, los que andan delante de ti con todo su corazón.
Les animo a leer todo el capítulo porque la oración de Salomón durante la dedicación tiene varias lecciones para nosotros, pero quiero meditar con ustedes en los siguientes versos:
“Si en la tierra hubiere hambre, pestilencia, tizoncillo, añublo, langosta o pulgón; si sus enemigos los sitiaren en la tierra en donde habiten; cualquier plaga o enfermedad que sea; toda oración y toda súplica que hiciere cualquier hombre, o todo tu pueblo Israel, cuando cualquiera sintiere la plaga en su corazón, y extendiere sus manos a esta casa, tú oirás en los cielos”.
“Cuando cualquiera sintiere la plaga en su corazón”
Salomón conocía las historias de las plagas en Egipto, también sus ojos habían sido testigos de las epidemias que azotaron naturalmente muchas ciudades, todas estas calamidades eran fácilmente vistas, pero aquí Salomón quiere enfatizar sobre las otras plagas, las que vienen del propio corazón.
¿Cómo se manifiesta una plaga en el corazón? Muchos están listos a ver la plaga del corazón de su prójimo, creen que son especialistas en descubrir los asuntos internos de los demás, y por eso califican sin prudencia a sus propios hermanos. Esto es como el labrador que se ocupa de mirar los sembríos del vecino en vez de velar por los suyos. O como el discípulo que está juzgando con fastidio cómo sirven los demás discípulos y descuida su propio corazón.
Tenemos que reconocer que una plaga en el cuerpo no es tan mala como una plaga en el corazón, porque esta plaga es como una peste que contamina toda el alma.
La plaga del corazón es la peor de las enfermedades. Pero seguramente te preguntarás ¿Cómo saber si mi corazón está contaminado? Hay muchas angustias secretas que hemos acumulado en el paso de los años, hay personas que detrás de sus sonrisas esconden dolores, preocupación, rencores y miedo. Pero no sólo la plaga produce dolor, una plaga contaminante también envenena el alma con orgullo, egoísmo, vanidad, prepotencia y pecados similares de autosuficiencia y crítica. Un corazón enfermo es algo terrible porque por él puede contaminar todo el cuerpo, ya sea que estés dominado por la falta de perdón o que tu corazón esté lleno de orgullo y soberbia, quizá no te has dado cuenta pero todo eso es señal de un corazón con plaga.
Salomón hizo mención de esta condición para enseñarnos que Dios quiere escuchar la oración del culpable, del que reconoce que está con una plaga interna, del afligido y sinceramente arrepentido cuando viene reconociendo que su corazón está enfermo, si reconoce su condición y se postra delante del Señor para pedir gracia y misericordia, recibirá un nuevo corazón. Como dijo Dios:
“Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne.” Ezequiel 11:19
Con amor:
Martha Vílchez de Bardales
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