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Foto del escritorIB La Molina

Pero los que te aman sean como el sol

"El pueblo de Zabulón arriesgó la vida hasta la muerte misma, a ejemplo de Neftalí en las alturas del campo. Los reyes vinieron y lucharon junto a las aguas de Meguido; los reyes de Canaán lucharon en Tanac, pero no se llevaron plata ni botín. Desde los cielos lucharon las estrellas, desde sus órbitas lucharon contra Sísara. El torrente Quisón los arrastró; el torrente antiguo, el torrente Quisón. ¡Marcha, alma mía, con vigor! Resonaron entonces los cascos equinos; ¡galopan, galopan sus briosos corceles! Maldice a Meroz, dijo el ángel del Señor. Maldice a sus habitantes con dureza, porque no vinieron en ayuda del Señor, en ayuda del Señor y de sus valientes. ¡Sea Jael, esposa de Heber el quenita, la más bendita entre las mujeres, la más bendita entre las mujeres que habitan en carpas! Sísara pidió agua, Jael le dio leche; en taza de nobles le ofreció leche cuajada. Su mano izquierda tomó la estaca, su mano derecha, el mazo de trabajo. Golpeó a Sísara, le machacó la cabeza y lo remató atravesándole las sienes. A los pies de ella se desplomó; allí cayó y quedó tendido. Cayó desplomado a sus pies; allí donde cayó, quedó muerto. Por la ventana se asoma la madre de Sísara; tras la celosía clama a gritos:¿Por qué se demora su carro en venir? ¿Por qué se atrasa el estruendo de sus carros? Las más sabias de sus damas le responden; y ella se repite a sí misma: Seguramente se están repartiendo el botín arrebatado al enemigo: una muchacha o dos para cada guerrero; telas de colores como botín para Sísara; una tela, dos telas, de colores bordadas para mi cuello. ¡Todo esto como botín!. ¡Así perezcan todos tus enemigos, oh Señor! Pero los que te aman sean como el sol cuando sale en todo su esplendor. Entonces el país tuvo paz durante cuarenta años." Jueces 5:18-31



No todas las tribus apoyaron en la batalla contra los ejércitos del enemigo Jabín y Sísara. Las tribus de Rubén, Manasés Oriental, Dan y Aser no se unieron porque estaban demasiado ocupados en otras labores. Las excusas son justificaciones verdaderas o falsas que se ofrecen cuando fallamos. Son los argumentos para justificar algo. En realidad es una forma de escape, para no afrontar nuestras obligaciones.

La persona que se excusa se muestra avergonzada porque no puede cumplir, así se mostraron las tribus que no pelearon, ellos se quedaron en sus tareas diversas, pero Dios desde los cielos participó en la batalla. Por eso Débora supo reconocer la Presencia de Jehová de los ejércitos porque Él envió la lluvia, la cual hizo que los carros cananeos perdieran por completo fuerza y utilidad, como dice la canción: “Desde los cielos pelearon las estrellas; desde sus órbitas pelearon contra Sísara. Los barrió el torrente de Cisón, el antiguo torrente, el torrente de Cisón.”

“Entonces resonaron los cascos de los caballos por el galopar, por el galopar de sus valientes. Maldecid a Meroz, dijo el ángel de Jehová; maldecid severamente a sus moradores, porque no vinieron al socorro de Jehová, al socorro de Jehová contra los fuertes.”

En este cántico podemos ver a una ciudad que fue maldecida porque no participó en la batalla. Los seres humanos siempre tienen razones para excusarse delante de Dios y de los hombres evadiendo la responsabilidad que previamente han contraído, si no quieren o se arrepintieron de hacer algo, ponen excusas de todo tipo. Dios nos pone ejemplos de varios personajes de la Biblia, incluso de las tribus que no quisieron participar o de los ciudadanos de Meroz para que no caigamos en esta fea costumbre. A quien le rendiremos cuentas es al Señor.

Jael en cambio, tenía muchas razones y pretextos para no ejecutar a Sísara, era una obligación ser cortés con un invitado, la tradición ordenaba preferir al huésped antes que nada, era un mandato absoluto para una mujer ser servil con un hombre, pero su obediencia completa a Dios pesó más que la tradición o que su propia seguridad.

En el canto de victoria de Débora, también hay una mención a otra madre. La mamá de Sísara, no era una mujer temerosa de Dios, ella era una cananita, adoradora de dioses que promovían pecados de lujuria y desenfreno, ella sabía que inclinaciones tenía su hijo, por eso esperaba que Sísara trajera consigo a muchas esclavas como botín. Estas cautivas desafortunadas serían utilizadas para gratificar la lujuria de sus captores. Esta madre esperaba en vano porque su hijo murió como consecuencia de sus múltiples pecados.

¡Así perezcan todos tus enemigos, oh Señor! Pero los que te aman sean como el sol cuando sale en todo su esplendor.

Dos madres con destinos diferentes, una temerosa de Dios, que guio hijos espirituales a una batalla segura, porque el Señor Glorioso iba delante de ellos. Una madre espiritual que comprendió que amar a Dios primero que nada, te permite ver el sol resplandeciente porque ese amor aumenta la fe. Pero otra madre que sólo formó hijos egoístas, amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios. 2 Timoteo 3:2-4.

Querida madre, Dios quiere que tomes tu papel espiritual y no te resignes a ver hijos que ponen excusas, que no participan en la batalla espiritual, que cada vez se alejan más de Dios. Mientras tengas vida sigue orando, Dios te oye.

Madres de rodillas, hijos de pie

Martha Vílchez de Bardales


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