“Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes.” Lucas 23:34
En esta semana santa nos unimos a los millones de cristianos que durante estas fechas recordamos, de forma especial, el sacrificio de Jesús en la cruz. Recordemos que las narraciones de los evangelios nos dicen que la crucifixión ocurrió entre las 9 de la mañana y 3 de la tarde, después de una jornada que comenzó en el huerto de Getsemaní, donde Jesús fue capturado, y continuó entre la casa de Caifás y la residencia de Poncio Pilatos, quien lo presentó a la multitud para que eligieran entre Barrabás o él.
En ese momento, la multitud, azuzada por los sacerdotes, gritó ¡crucifícale! y Poncio Pilatos se lavó las manos, tratando de evadir su responsabilidad. Acto seguido, los soldados romanos torturaron, vejaron y humillaron al Señor Jesús, entonces, le colocaron una corona de espinas, lo cubrieron con un manto escarlata y lo exhibieron públicamente durante todo el recorrido entre el Pretorio y el Gólgota.
Así llegó al Monte Calvario, humillado física y emocionalmente. Otra persona en su lugar, tal vez hubiera maldecido a todos los que hicieron escarnio, o tal vez se hubiera rendido resignadamente ante la victoria de sus enemigos; pero Jesús siguió siendo Jesús hasta el último momento de su vida, por eso lo primero que se le oyó decir fue:
“Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes” Lucas 23:34
Por favor, observemos este versículo, el uso de las palabras y la forma como se conjugan los verbos, ¿notan que eligió “Jesús decía” en lugar de “Jesús dijo”? La diferencia entre el pretérito simple y el pretérito imperfecto es importante, porque el primero muestra una acción puntual mientras el segundo señala una acción continua; es decir, Jesús no pronunció estas palabras una sola vez sino que las repitió hasta el final, casi podemos escucharlo: Perdónalos… perdónalos… perdónalos.
Es una pequeña oración dirigida al Padre, que cumple una antigua profecía sobre el Mesías: “… por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores” Isaías 53:12
El problema entre Dios y los seres humanos es el pecado, que se levanta como un muro y nos separa de Él, por eso Pablo no dudó al decir que “Por cuanto todos pecaron, están destituidos (separados) de Dios” Romanos 3:23.
El pedido de perdón de Jesús no sólo fue por los soldados que, al pie de la cruz, rifaron su túnica; no sólo por los sacerdotes, escribas y fariseos que durante tanto tiempo trataron de hacerle daño; no sólo por Poncio Pilatos que, al lavarse las manos no tuvo el valor de ser justo; no sólo por la multitud que gritó y exigió su muerte; no sólo por los discípulos, que en vez de acompañarlo hasta el final, huyeron y lo dejaron solo. Siendo el pecado un problema de toda la humanidad y de todos los tiempos, el pedido de Jesús no fue a favor de unos cuantos sino por todo el mundo.
Es verdad que el profeta anticipó que Jesús iba a orar en la cruz, pero no predijo, ¿Qué iba a pedir?; ahora lo sabemos: ¡Jesús pidió que Dios nos perdone!, y ¿por qué tenía que perdonarnos el Padre? Jesús explicó: Porque no saben lo que hacen.
No saben lo que hacen: No sé si lo han notado, pero los ofensores dicen que nunca saben lo que hacen: no saben el dolor que ocasionan, no saben los sentimientos tristes que nos provocan, no saben cuáles son las consecuencias de lo que hacen; en fin, no saben nada. Por eso, cuando la persona ofendida explica cómo se sintió o cuánto sufrió, el ofensor, a manera de excusa, dice: “Si yo hubiera sabido lo que sentiste, nunca lo habría hecho.”
¡Mentira!, las personas egoístas no quieren saber las consecuencias de sus actos, porque solo quieren vivir el momento, sólo les importa decir lo que piensan, sólo quieren sentirse bien y no les importa cómo se sienten los que lo oyen.
A diferencia de nosotros, Jesús sí entendió que los soldados, políticos, sacerdotes, pueblo y discípulos no supieron lo que estaban haciendo en la cruz. Jesús dijo muchas cosas maravillosas, pero pocas veces algo más maravilloso que: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". El perdón de Dios es una cosa asombrosa.
Cuando Esteban estaba siendo apedreado hasta la muerte, él también oró: "Señor, no les tomes en cuenta este pecado". Hechos 7:60. No hay nada tan hermoso ni tan raro como el perdón. Y nosotros que hemos experimentado este perdón divino debemos ser los primeros en practicarlo. Sin embargo muchas veces ocurre que algo en nuestro interior, que es carnal, no quiere perdonar, cuando eso sucede de inmediato el corazón se llena de amargura y los sentimientos de resentimiento dominan la mente.
Cuando el espíritu que no perdona amenaza con convertir nuestro corazón en amargura, tenemos que escuchar de nuevo a nuestro Señor pidiendo perdón por los que lo crucificaron. Jesús reconoció la ceguera de sus enemigos. Esto no excusó la culpa de aquellos que pusieron a Jesús en la cruz; pero Jesús puso a sus enemigos en la mejor posición posible en su oración al Padre. Así que nosotros debemos de orar con el mismo corazón, siguiendo el mismo patrón. Recordemos las Palabras de Jesús:
“Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.” Mateo 6:14-15
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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