"Cuando los israelitas clamaron al Señor a causa de los madianitas, el Señor les envió un profeta que dijo: «Así dice el Señor, Dios de Israel: “Yo los saqué de Egipto, tierra de esclavitud, y los libré de su poder. También los libré del poder de todos sus opresores, a quienes expulsé de la presencia de ustedes para entregarles su tierra”. Les dije: “Yo soy el Señor su Dios; no adoren a los dioses de los amorreos, en cuya tierra viven”. Pero ustedes no me obedecieron». El ángel del Señor vino y se sentó bajo la encina que estaba en Ofra, la cual pertenecía a Joás, del clan de Abiezer. Su hijo Gedeón estaba trillando trigo en un lagar, para protegerlo de los madianitas. Cuando el ángel del Señor se le apareció a Gedeón, le dijo: ¡El Señor está contigo, guerrero valiente! Pero, señor, replicó Gedeón, si el Señor está con nosotros, ¿Cómo es que nos sucede todo esto? ¿Dónde están todas las maravillas que nos contaban nuestros padres, cuando decían: “¡El Señor nos sacó de Egipto!”? ¡La verdad es que el Señor nos ha desamparado y nos ha entregado en manos de Madián! El Señor lo encaró y le dijo: Ve con la fuerza que tienes, y salvarás a Israel del poder de Madián. Yo soy quien te envía. Pero, señor, objetó Gedeón, ¿Cómo voy a salvar a Israel? Mi clan es el más débil de la tribu de Manasés, y yo soy el más insignificante de mi familia. El Señor respondió: Tú derrotarás a los madianitas como si fueran un solo hombre, porque yo estaré contigo." Jueces 6: 1-16
El pueblo de Madián también era hijo de Abraham, pero no de Sara. Madián era hijo de Cetura la esposa que tomó después de la muerte de Sarah. Los hijos que tuvo Abraham con Cetura fueron: Zimram, Jocsán, Medán, Madián, Isbac y Súaj. Los madianitas eran idólatras y comerciantes de esclavos, algunos de los cuales vendieron a José como esclavo en Egipto. También se habían asociado con los moabitas para que Balaam-peor maldijera a Israel.
En Números 25 Jehová le dio la orden a los israelitas de eliminar a este pueblo porque siempre hostigaban y engañaban, además que eran adoradores de Baal-peor. Y en Números 31, vemos a los israelitas obedeciendo pero sólo en parte, por eso los madianitas se expandieron una vez más para ser una fuerza formidable para atacar y conquistar ciudades.
Cuando Israel clamó a Dios, Él les envió un profeta que les dijo: "Yo soy el que les dio la victoria sobre los egipcios, los amalecitas y los cananeos. ¿Por qué tienen miedo de los dioses de los madianitas? ¿Cuándo es a Mí a quien debes temer? "
Dios sabía que no le temían porque no le habían obedecido. Cuando alguien teme al Señor, se aleja del pecado. A veces olvidamos que la demostración de nuestra sumisión y amor a Dios es la obediencia. Como dicen las escrituras:
Prov. 8:13 "El temor de Jehová es aborrecer el mal”
Prov. 16: 6 “Por el temor de Jehová uno se guarda del mal.”
Lucas 12: 4-5 "Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer. Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a éste temed.”
Israel no temió a Dios, por lo que se precipitaron a las malas prácticas de los madianitas, quizá pensaron que eran sus amigos, pero no pueden ser amigos los que desprecian a Dios.
Primero Dios envió un profeta para desafiar a los israelitas al arrepentimiento. Pero ahora vino un Ángel del Señor. La descripción del encuentro con el Ángel de Jehová muestra que este no era solamente un ángel que hablaba de parte de Dios. Era Dios mismo, apareciendo en forma humana, y habló a Gedeón.
Gedeón estaba sacudiendo el trigo en el lagar (esto era algo inaudito y humillante) El trigo tenía que ser sacudido en espacios abiertos, como en la cima de una colina para que la brisa se llevara la paja. Pero ahora Gedeón casi a escondidas lo estaba haciendo en un lagar, que era un sitio hundido (normalmente allí se pisaban las uvas).
Desde ese lagar, llamó Dios a Gedeón, me hace recordar cuando llamó a Moisés y David que cuidaban ovejas, a Eliseo que estaba arando, a los apóstoles que pescaban y remendaban redes. Es que el Señor llama a sus siervos cuando están ocupados, pero Satanás tienta cuando la gente está ociosa.
Me llama la atención la forma en que Dios calificó a Gedeón: ¡El Señor está contigo, guerrero valiente! ¿En qué consistía la valentía de Gedeón? Vivía en una cueva, andaba escondido por los madianitas, tenía que trabajar (porque tenía hambre) pero con miedo de ser robado. Aparentemente él era un hombre sencillo viviendo una vida muy ordinaria. Encima parecía que Gedeón era un fatalista porque a pesar que Dios lo calificó de valiente, su respuesta fue una queja:
Pero, señor —replicó Gedeón—, si el Señor está con nosotros, ¿Cómo es que nos sucede todo esto? ¿Dónde están todas las maravillas que nos contaban nuestros padres, cuando decían: “¡El Señor nos sacó de Egipto!”? ¡La verdad es que el Señor nos ha desamparado y nos ha entregado en manos de Madián!
Que bueno que Gedeón mostró su verdadero carácter, entre cobarde, pesimista y resentido para que Dios con su Gracia, lo convirtiera delante de nuestros ojos en un valiente guerrero. Me anima conocer mejor a Gedeón, porque veo en él a muchos hombres y mujeres que tienen dificultades para aceptarse a sí mismos y creer que Dios puede convertirlos en siervos valientes y fieles.
El Ángel de Jehová, o Dios mismo quiso inspirar confianza a Gedeón y lo llamó guerrero valiente, anticipando en quién se iba a convertir ese joven miedoso. “Ve con esta tu fuerza” En realidad Gedeón tenía fuerza, pero no como suponemos, él era fuerte porque aunque se quejó del Dios que los había abandonado, tenía preocupación por Israel.
Gedeón tenía la fuerza del conocimiento, porque él sabía que Dios hizo grandes cosas en el pasado. Gedeón tenía la fuerza de los que tienen hambre espiritualmente, porque él quería ver las grandes maravillas de Dios otra vez. Gedeón tenía la fuerza de aprender, porque él escuchó lo que el ángel de Jehová dijo y le creyó. Gedeón tenía la fuerza de los débiles, y la fortaleza de Dios es perfeccionada en la debilidad (2 Corintios 12:9)
Tenemos que ser fuertes en Dios, con amor.
Martha Vílchez de Bardales
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