“Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones. Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. Humillaos delante del Señor, y él os exaltará.” Santiago 4: 6-10
La soberbia u orgullo es un sentimiento de valoración de uno mismo por encima de los demás. Soberbia y orgullo, son propiamente sinónimos, aunque algunos matices lo diferencian. El principal matiz que las distingue está en que el orgullo es fácil de disimular, mientras que la soberbia es visible porque manifiesta el deseo de ser preferido por otros, el soberbio es vanidoso, egocéntrico y jamás se "rebajaría" a pedir perdón, dar su brazo a torcer o buscar la conciliación con nadie.
Existen muchos tipos de soberbia, como la vanagloria y vanidad, que consiste en la fanfarronería de gloriarse de bienes materiales, intuición personal, inteligencia, profesión, experiencia, o poder sobre otros.
El término “orgulloso” en la Biblia proviene de dos palabras griegas: "arriba" y "mostrarse a sí mismo". El falso maestro tiene esta característica visible en lo que hace, mira por arriba a los demás, con aires de superioridad.
El texto en el que meditamos hoy habla que Dios da mucha gracia o “mayor” a los humildes, pero “resiste” a los soberbios. La gracia y el orgullo son enemigos eternos.
No se puede servir a Dios teniendo orgullo, este sentimiento es contradictorio a un siervo, discípulo de Jesús. Cuando enseñas la palabra de Dios, oras por otros, compartes un devocional, das testimonio de tu fe, quien obra a través de tu vida es el mismo Espíritu Santo, Él nos dará gracia para servir a Dios como debiéramos. Pero esta gracia sólo viene a los humildes.
Santiago nos da más evidencia para que podamos evaluar, qué clase de emoción está dirigiendo tu servicio a Dios. El orgullo es demandante, pero sabe esconderse en “buenas intenciones”, el orgullo te hace mirar las debilidades de otros, te distrae en eso para que no mires tus defectos, el orgullo te hace considerar que eres más bueno que nadie, este orgullo te demanda que Dios te bendiga a la luz de tus méritos, ya sea que fueran reales o imaginarios.
El orgullo te hace organizar un grupo exclusivo que te reconozca y valore tus sacrificios y bondades. El orgullo juega con las emociones de sus víctimas y los hace vulnerables y de doble ánimo. Finalmente el orgullo te vuelve un solitario amargado y separado de todos.
Pero la gracia no te trata en base a lo que eres, ya seas bueno o malo, la gracia es simplemente Dios y nada más que Él.
Cuando Dios dice que da gracia a los humildes, no nos está dando una condición para recibir esta bendición, no es como si tu humildad se ganara la gracia de Dios. La humildad nos coloca en la posición para recibir el regalo que Él gratuitamente nos da.
Finalmente Santiago nos demanda que nos sometamos a Dios, nuevamente nos habla con términos militares como si fuéramos soldados y dice: "alíniense bajo la autoridad", esto significa ser sumiso al Señor, rechazando la carnalidad que te hace un orgulloso, resiste a Satanás.
Satanás siembra decepción, rencor, ingratitud, malos pensamientos y juicios contra las personas que deberías amar y honrar, debes resistir esos sentimientos parándote firme en contra del tentador.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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