"Los israelitas hicieron lo que ofende al Señor, y él los entregó en manos de los madianitas durante siete años. Era tal la tiranía de los madianitas que los israelitas se hicieron escondites en las montañas, las cuevas y otros lugares de refugio. Siempre que los israelitas sembraban, los madianitas, amalecitas y otros pueblos del oriente venían y los atacaban. Acampaban y arruinaban las cosechas por todo el territorio, hasta la región de Gaza. No dejaban en Israel nada con vida: ni ovejas, ni bueyes ni asnos. Llegaban con su ganado y con sus carpas como plaga de langostas. Tanto ellos como sus camellos eran incontables, e invadían el país para devastarlo. Era tal la miseria de los israelitas por causa de los madianitas que clamaron al Señor pidiendo ayuda." Jueces 6:1-6
Todos los seres humanos casi en todas las etapas de nuestro crecimiento presentamos un patrón de comportamiento de defendernos y no asumir la consecuencia de alguna falla cometida. Todos de alguna forma hemos tratado de evadir la responsabilidad si el hecho que acontece es penoso, pero además de escaparnos, le echamos la culpa a otras personas.
Recuerdo cuando estaba en el colegio y no hacía la tarea de matemáticas (porque no me entraban los números decía yo) Mi argumento a mi papá era que el profesor me tenía cólera, la consecuencia de esta mentira era que tenía que llevar el curso en vacaciones.
A través de los años he escuchado muchas excusas acompañadas de sus consecuencias. El hombre que no tiene trabajo o dura poco en su empleo porque dice que su empleador es un tirano. La esposa que deja de respetar a su esposo bajo el argumento que no tiene carácter y este cansado deja de quererla. El hijo que decide irse de casa con el argumento de ser incomprendido y termina empobrecido o abusado por un tercero.
Cuando culpamos a otros de nuestras faltas no vamos a cambiar. Después de la libertad de Israel y la derrota de Jabín, Israel tuvo 40 años de tranquilidad. Esa tranquilidad se volvió en ociosidad y otra vez los hijos de la nación se apartaron de Dios. Me imagino que se vieron prósperos, modernos, abiertos al mundo pagano otra vez, y complacientes con sus deseos antes que obedecer al Señor.
Antes de la pandemia, ¿Cuántos de nosotros hacíamos de todo para complacer los gustos de los hijos y para satisfacernos a nosotros mismos? Dios permitió que todos las cosas que considerábamos placenteras se volvieran inaccesibles.
“Entonces el Señor los entregó en mano de Madián”. Dios permitió que aquellos liberales, modernos y prósperos israelitas, que se habían olvidado de Jehová, fueran oprimidos por los madianitas. Estos sujetos llegaban en el momento de la cosecha y robaban lo que los Israelitas habían sembrado (es decir, dejaban sin comida a Israel). La consecuencia que sufrió Israel fue que no pudiera aprovechar el fruto de su trabajo. Todo lo que producían en la tierra, pero también su ganado era robado.
Por si no te has dado cuenta, el pecado hace esto; nos roba aquello en lo que trabajamos duro para obtener. Pero no es un castigo como si Dios fuera un ser iracundo y vengativo, ¡No! Tenemos que aprender a asumir las consecuencias de nuestras faltas.
Los hijos de Israel no pudieron contra el poder de los madianitas, así que tuvieron que dejar sus casas y huir, se hicieron cuevas en los montes, y cavernas. Esos lugares no eran habitaciones dignas de un ser humano, así es cuando Satanás degrada a los desobedientes, les promete libertad, riqueza, fama, todo lo que tiene que ver con el egocentrismo, pero todo es pasajero. La opresión de Madián, la cual llegó como consecuencia del pecado de Israel, llevó a Israel hacia el menoscabo y vergüenza.
Así somos los seres humanos, cristianos o no cristianos, muchas veces antes de mirar a ver a Dios, tenemos que ser humillados, quizá viviendo como moradores de cuevas solitarias en lugar de vivir como personas civilizadas, quizá perdiendo la dignidad y soportando el insulto. Cuando Israel se volvió a ver pobre y humillado, dominado y desalojado levantó la voz y clamó a Jehová. La oración fue su último recurso en lugar de su primer recurso. Por favor no esperes al último para orar.
Cuando veo toda situación dura que viven mis compatriotas, haciendo colas de injusticia para conseguir oxígeno, ¡colas de cuatro y cinco días!, gente que no puede pagar dos soles para comer en una olla común, gente que suplica por una cama en un hospital, personas que exponen sus hijos en las calles pidiendo limosna. Le digo al Señor: ¡Perdónanos Señor, hemos pecado. Perdónanos y sana nuestra amada tierra!
Es tiempo que dejemos de echar la culpa y le pidamos al Señor misericordia, perdón y sanidad. La Iglesia unida orando con fe.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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