“Esto no os lo dije al principio, porque yo estaba con vosotros. Pero ahora voy al que me envió; y ninguno de vosotros me pregunta: ¿A dónde vas? Antes, porque os he dicho estas cosas, tristeza ha llenado vuestro corazón. Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio." Juan 16:5-8
Es imposible evitar el dolor del duelo; pero ¿Qué se hace con ese dolor? ¿Entregarse al dolor? ¿Vivir con el corazón destrozado? La persona que sufre una pérdida puede quedarse anclada en su pena, en su impotencia, en su rabia. En el evangelio de Juan encuentro la clave para encontrar la paz en medio de la pena.
Los discípulos, como vimos ayer, se entregaron a la pena y se quedaron dormidos, pero el Señor los hizo reaccionar diciéndoles que mientras más aflicción, más oración. Sin embargo, pronto olvidaron el consejo porque nuevamente se entregaron al dolor, el Señor resucitado les dijo que se iba, y ellos, en lugar de preguntar por qué estaba a punto de dejarlos, a dónde se estaba yendo, o cualquier pregunta, se echaron a llorar otra vez embargados por la pena.
Si le hubieran preguntado a Jesús, él estaba listo para responderles y consolarlos. Pero no preguntaron, simplemente cayeron nuevamente en la actitud de tristeza y dolor. Cuando estamos afligidos, no debemos ceder a un dolor excesivo. Deberíamos preguntarnos por qué Dios nos prueba así; y nunca deberíamos dudar de que si acudimos a él y extendemos nuestros dolores ante él, él nos consolará.
Lo que sucede es que muchos hemos creído que el cristianismo nos ayuda a vivir con éxito, dichosos, bendecidos, prosperados, etc. Pero, la Biblia también enseña en Hechos 14:22, "A través de muchas tribulaciones debemos entrar en el reino de Dios". O como dijo Pablo en 2 Timoteo 3:12, "De hecho, todos los que deseen vivir piadosamente en Cristo Jesús serán perseguidos". También Jesús dijo que todos sus seguidores deben tomar su cruz para poder seguirlo, Mateo 16:24.
Es verdad que Cristo quiere que seamos creyentes gozosos y en victoria, pero es una exageración afirmar que el sufrimiento es consecuencia de pecar y que por lo tanto si no estas en victoria y en prosperidad te falta fe.
El mensaje de Jesús es claro, así como preparó a sus discípulos para enfrentar el dolor y continuar con la tarea, así nos sigue preparando el día de hoy a perseverar en la misión de padecer por Cristo. Nuestra tarea es testificar en el poder del Espíritu a un mundo hostil con respecto al pecado, la justicia y el juicio.
Me imagino a los discípulos decaídos otra vez, estaban demasiado apegados a la presencia visible de su pastor, recién se habían consolado con la resurrección, y ahora nuevamente se iba, entonces se sintieron embargados por el dolor y olvidaron su misión.
A nosotros nos pasa lo mismo; quizá porque siempre tenemos a Cristo atado a las victorias, a los milagros, al éxito y a la abundancia, y entonces si no se nos aparece de acuerdo con nuestro deseo, caemos en la desesperación y nos entregamos al dolor.
La razón por la que les era conveniente a los discípulos que Jesús se fuera, era porque solamente de esta manera se les concedería el Consolador. Mientras él estaba con ellos, a pesar de las enseñanzas más claras y en forma presencial, sus mentes se llenaron de prejuicios y errores. Ellos tuvieron una expectativa equivocada de un reino temporal y no estaban dispuestos a creer que iba a morir. Tuvo que partir para que entendieran el propósito divino, y cuando leemos los Hechos de los Apóstoles podemos ver que ellos por fin encontraron la verdad que tantas veces Jesús les dijo.
Esta es la razón de que a veces sea necesario que Dios nos visite con una aflicción severa para entender su voluntad, posiblemente nuestro orgullo debe ser humillado para estar dispuestos a comprender las verdades más claras.
La tristeza había llenado el corazón de los discípulos, sólo podían tener dolor de ver a Jesús partir; pero la partida de Jesús era un paso esencial para su crecimiento como discípulos. Por eso el Señor les dijo: “Os conviene que yo me vaya”.
Cuando un enfermo está cerca de la muerte y sufre, pensamos que es mejor dejar que la muerte tome su curso para que se acabe su dolor. El irse es para su beneficio. Pero cuando alguien a quien amamos está cerca de la muerte, no pensamos que es para nuestro beneficio que se vayan. Es una prueba muy grande aceptar la voluntad de Dios. Para estos hombres también fue muy difícil, y entonces se dejaron abrumar por completo por el hecho de que Él les iba a dejar. Era comprensible su deseo de permanecer con Él. Como es para nosotros difícil aceptar que alguien amado ya no esté.
Los cristianos hoy en día, necesitamos evitar que las experiencias amargas que estamos viviendo nos traigan decepción y falta de fe. Tenemos que recordar una y otra vez las palabras de Jesús: "Porque el hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos". Cuando Jesús cumplió la tarea volvió al Padre porque había terminado la obra para la cual había sido enviado. Era necesario que regrese al lado del trono del Padre, pero por su inmenso amor, no nos dejó solos.
No nos dejó solos, envió su Espíritu Santo, el cual está en todo lugar, y está a tu lado, ahora mismo.
El Espíritu Santo es quien te devuelve la fe, la esperanza, el gozo, la alabanza y el amor, el que santifica a los creyentes, el intercesor, el guiador, el maestro, el recordador, el sustentador, el ayudador, defensor, protector, el que produce fruto en nuestra vida y, también el consolador, este Espíritu Santo, está a tu lado y te abre los ojos para recibir seguridad y esperanza en la vida eterna, el que te recuerda la misión que tienes, que tenemos como creyentes, predicar a Jesucristo.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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