“Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.” Efesios 6:10-11
Este texto fue uno de los primeros que aprendí siendo niña en la escuela dominical, el maestro nos hacía repetir varias veces los versos hasta que confirmaba que lo podíamos repetir de memoria. Después de eso venía la parte más entretenida para una niña de principiantes, el pintar la imagen que estaba en nuestros cuadernos de la Casa Bautista de publicaciones, un soldado vestido con la armadura de Dios. Los niños que en la actualidad siguen comprendiendo el valor de esta vestimenta cristiana podrán enfrentar la vida y la modernidad como verdaderos hijos de Dios.
El apóstol Pablo les ha escrito a los Efesios declarando los deberes que deben cumplir y los fundamentos del caminar cristiano. Pero todas estas tareas que deben cumplirse con responsabilidad sólo serán hechas con la fortaleza que viene de Dios.
No podemos valernos de nuestra fuerza de voluntad, alta moralidad o ética cristiana, para enfrentar los enemigos grandes y poderosos que nos acosan cada día, tenemos que recibir fuerzas y valentía de lo alto para sentir que las promesas de Dios nos ayudarán a ganar cada batalla espiritual.
Como saben la armadura del cristiano deriva de la ropa de batalla de un antiguo soldado romano. Las diversas partes de esas armas, que constituyen la "armadura completa", son ofensivas y defensivas. Así que no hay forma de ganar sin antes emplear las formas que Dios nos ha dado.
El cristiano que quiere combatir la injusticia y los ataques que se presentan a cada instante debe renunciar a las armas que son carnales y ponerse la armadura espiritual para lograr la victoria. Les doy un pequeño ejemplo, si veo una cosa que claramente es un caso de rebelión, la cólera que provoca esta actitud puede hacer que responda sin dominio propio, sin benignidad, ni sabiduría, es justo el momento de tener la vestidura completa del cristiano, porque esta batalla es del Señor y no sólo mía.
No es correcto ni santo el vestirme sólo usando una parte, tengo que estar armado con todo lo que Dios ha designado, justamente los problemas que se hacen gigantes sin resolver son aquellos que han sido enfrentados con sólo una parte de la “armadura del cristiano”.
En mis años de cristiana he aprendido a reconocer a un cristiano cabal y santo cuando en vez de responder con cólera, atacando al que se le opone, con sarcasmo y sin tolerancia, etc. sabe pelear sus batallas con sabiduría y amor.
Será por eso que mi padre siempre me advertía de no responder como el enemigo provoca, porque las diversas artes y estratagemas que emplea el enemigo para arrastrarnos a la perdición son para que quedemos desarmados y perdamos la guerra espiritual.
Satanás no lleva a cabo una guerra abierta contra los cristianos porque, sería fácil identificarlo.
Este enemigo viene camuflado y nos ataca con disimulo, hace sus acercamientos en las penumbras; emplea la astucia en lugar del poder, y busca más engañar y traicionar que vencer por la mera fuerza. Su plan va dirigido a los hijos de Dios, quiere dividirnos y destruir hogares e iglesias.
Por todo esto es que debemos estar armados para discernir sus ataques y no caer en sus trampas. El diablo no se acerca directamente y a cara abierta, él nos provoca con chismes que parecen verdades, con rumores que traen acusaciones escondidas, con quejas que esconden rencores, también nos invita a placeres que parecen inofensivos, pone excusas para que no crezcas espiritualmente, te hace trabajar para Dios pero sólo para que te aplaudan y seas reconocido.
Un cristiano vestido de la armadura de Dios sabe tener dominio propio, piensa todo lo bueno, sirve con humildad, responde con honestidad y sin quejas, no cae en pleitos ni busca dividir.
Oremos que Dios nos de las fuerzas para actuar siempre vestidos de la armadura de Dios.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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