"Y le trajeron un sordo y tartamudo, y le rogaron que le pusiera la mano encima. Y tomándole aparte de la gente, metió los dedos en las orejas de él, y escupiendo, tocó su lengua; y levantando los ojos al cielo, gimió, y le dijo: Efata, es decir: Sé abierto. Al momento fueron abiertos sus oídos, y se desató la ligadura de su lengua, y hablaba bien." Marcos 7:32-35
En nuestro texto de hoy encontramos a Jesús en un viaje, partiendo de las ciudades gentiles de Tiro y Sidón hasta el mar de Galilea. Había tomado una ruta que lo llevó a través de la región de Decápolis en el lado este de Galilea. Esta fue la misma región donde Jesús sanó al endemoniado gadareno que vivía entre los sepulcros.
A diferencia de la primera vez que llegó Jesús a estos lugares, ya no era un desconocido, sus milagros y enseñanzas quedaron en la mente de esos habitantes, así que su regreso fue para todos, motivo de alegría. Mientras se abría paso a través de Decápolis, la gente comenzó a reunirse alrededor de él. ¿Se imaginan el bullicio que debió escucharse?
¡Jesús está de vuelta! ¡El que liberó al endemoniado ha vuelto! ¡Traigan a los que necesitan un toque! ¡El maestro que hace bien todas las cosas está aquí! Es este el escenario donde se desarrolla nuestro texto.
Cuando Dios creó al ser humano lo hizo perfecto, pero las consecuencias del pecado han traído discapacidades sobre toda la raza humana. Como la muerte, todas las enfermedades entraron en el mundo por el pecado; El pecado primero trajo enfermedades y mortalidad a nuestra naturaleza, y la paga del pecado son enfermedades y muerte. Pero la bendición de la salud y la curación corporales proviene de Cristo; quien por su poder divino, siendo Dios, curó milagrosa e inmediatamente a los que le fueron traídos.
Trajeron a un sordo mudo donde Jesús, parece que este hombre dependía de otros para satisfacer sus necesidades. Hace un tiempo visitamos un colegio para sordomudos, “Efata” se llama este centro misionero. Ubicado en una zona muy populosa de Lima, tenía muchos alumnos de toda edad, todos ellos nos recibieron con amplias sonrisas. Llevamos útiles escolares para todos y en una segunda visita llevamos médicos para que supervisaran sus dentaduras. Nunca he olvidado esa experiencia, por eso al meditar en estos textos los recuerdo con cariño.
Según nos explica la lectura bíblica, este hombre tenía gente que lo cuidaba y atendía, fueron sus parientes o amigos quienes lo llevaron a Jesús y le rogaron que le pusiera las manos encima. Este es un ejemplo de la intercesión, cuando llevas a Cristo las necesidades de quienes amas. Los amigos de este hombre atribulado vinieron y trajeron su necesidad a Jesús.
A través del ministerio de Jesús podemos ver cómo utilizó muchas maneras diferentes para sanar. Él sanó con una palabra, sanó en respuesta a la fe de alguien, sanó en respuesta a la fe de otro, sanó a aquellos que le pedían, y sanó a aquellos a los que Él se aproximaba. Jesús no estaba atado a “algún método especial y único” para hacer milagros de sanidad. Su poder no era dependiente de algún método, sino en el poder soberano de Dios.
Me gusta pensar que este sordo mudo fue apoyado por muchas personas, los vecinos o parientes estaban preocupados por él, y quizá muchos oraban por su sanidad. Pero claro, ninguno metió sus dedos en sus oídos o escupió en su lengua de la forma que hizo Jesús.. Jesús hizo algo completamente nuevo para hacer crecer su fe, ya que no le podía oír, hizo algo especial. Así fue con cada uno de nosotros “nos atrapó” cuando sentimos, vimos, percibimos, escuchamos o tocamos la verdad de Jesucristo y su Amor de una forma única y especial.
Jesús lo llevó aparte y allí obró la sanidad. Dice el texto que el Señor, gimió. El ‘gemir’ fue un quejido interno, quizá la respuesta compasiva de nuestro Señor hacia el dolor y tristeza que el pecado ha traído hacia el mundo. También era una oración hacia el Padre por parte del hombre discapacitado.
Al momento fueron abiertos sus oídos, y se desató la ligadura de su lengua, y hablaba bien. Las acciones y gestos que nuestro Salvador usó para sanar a esta persona sorda fueron muy particulares. Le metió el dedo en los oídos, escupió y le tocó la lengua. No es que estos fueran medios o causas naturales que efectuaran las curas, no es que había virtud curativa en la saliva; pero lo que estaba haciendo el Señor era aumentar su fe.
Tengo dos lecciones, Dios puede usarte para ayudar a los que sufren mediante la intercesión, tienes que comprometerte a orar por los que te preocupan, sin rendirte. Si los amas llévalos a Dios. Y la segunda lección es que Jesús quiere tocarme de una forma única y especial, tocarte para sanarte, tocarte para limpiarte, tocarte para perdonarte, quizá en su toque haya disciplina, no importa que toque necesites, pero que lo necesitas, es un hecho.
Dios tiene un toque especial y personal para cada uno de nosotros. Su toque es siempre un toque personal. Él se ocupará de ti sobre la necesidad particular en tu vida. No servimos a un Señor genérico que tiene una talla única para todos. Jesús conoce la condición de tu corazón y desea trabajar contigo de manera personal. Nunca le falta gracia, sanidad, aliento o salvación.
Jesús llevó aparte al sordo mudo y también quiere hacer lo mismo contigo, darte ese toque especial para que te sientas curado y amado por Él. Búscalo porque él te está llamando.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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