¿Para qué nos salvó Dios? El apóstol Pablo ofrece una respuesta muy interesante:
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él” Efesios 1:3-4
Estas palabras fueron dirigidas a una iglesia nueva, compuesta básicamente por gentiles que no tenían mayor conocimiento bíblico que el que nosotros podemos tener. En este pasaje se hacen dos declaraciones muy fuertes:
Dios nos escogió antes de la fundación del mundo
Dios nos escogió para que fuésemos santos y sin mancha delante de Él
Escogidos antes de la fundación del mundo
Dios no tuvo ningún motivo para escogernos, no hubo ninguna cualidad, mérito o virtud que atrajera su atención sino que –como bien dijo Pablo– “Por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte” Efesios 2:8-9. ¡La salvación es el regalo de Dios!
Ninguno de nosotros recibió Jesús como Señor y Salvador por iniciativa propia sino que todos estamos aquí por invitación, convencimiento y por su personal elección. Es más que seguro que cada uno de nosotros podríamos contar una historia singular de cómo llegamos a Él; sin embargo Dios nos explica cómo terminamos aquí: “Con cuerdas humanas los atraje, con cuerdas de amor...” Oseas 11:4. ¡Dios te eligió! ¡Dios te trajo! ¡Dios lo hizo todo!, pero la pregunta es ¿para qué?
Para ser santos y sin mancha
No sé si alguna vez te preguntaste: ¿Para qué me salvó Dios? La respuesta está en este
pasaje: para que seas santo y sin mancha delante de Él; es decir: Dios te da la categoría
de santo, pero desea que no tengas ninguna mancha.
La palabra “santo” significa “apartado, separado o consagrado” a Dios; es decir: todos los cristianos son santos, no por su conducta sino porque han sido comprados y apartados para Dios. Pero “santo” también tiene una acepción futura, apuntando a cómo seremos cuando nos toque vivir en el cielo; en ese sentido, nuestro destino es la santidad.
La segunda parte de la frase dice: para que seas santo y sin mancha delante de Él, y la expresión “sin mancha” significa “sin defecto”; es decir, los cristianos no deberíamos tener defectos. Todos tenemos defectos, pero admitirlo no debe convertirse en la excusa para mantenerlos; todo lo contrario, los cristianos debemos quitar los defectos de nuestra vida.
¿Por qué debemos quitar los defectos de nuestras vidas?
Si no lo haces, probablemente no eres hijo de Dios (Mateo 7:21)
Dios espera que colabores con tu perfección (2 Corintios 7:1)
Dios es especialista en quitar defectos y añadir virtudes. Su método incluye técnicas suaves como el estudio, oración, compañerismo y servicio, y técnicas de choque como la disciplina, pruebas y castigo. ¡Dios está moldeando tu vida! ¡Sé dócil, déjate moldear!
Ser santos en el siglo XXI significa ser hombres y mujeres que no tienen miedo de vivir contra la corriente, que no ceden ante las tentaciones, que no juzgan a los demás sino que se enfocan en cultivar y reflejar su comunión con Dios; por eso la oración del Señor Jesús
fue tan clara: “No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal” Juan 17:15
Para lograr la santidad en el siglo XXI hay que dar cuatro pasos:
Tomar conciencia de la mirada de Dios
Confesar diariamente
Alejarse del peligro
Ofrecer la vida para glorificar a Dios
Sé consiente de que Dios está mirándote, confiesa diariamente cada falla, aléjate del peligro y enfócate en glorificar a Dios, y prepárate: Dios te convertirá en un cristiano poderoso.
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