"Y los seiscientos hombres, que eran de los hijos de Dan, estaban armados de sus armas de guerra a la entrada de la puerta. Y subiendo los cinco hombres que habían ido a reconocer la tierra, entraron allá y tomaron la imagen de talla, el efod, los terafines y la imagen de fundición, mientras estaba el sacerdote a la entrada de la puerta con los seiscientos hombres armados de armas de guerra. Entrando, pues, aquéllos en la casa de Micaía, tomaron la imagen de talla, el efod, los terafines y la imagen de fundición. Y el sacerdote les dijo: ¿Qué hacéis vosotros? Y ellos le respondieron: Calla, pon la mano sobre tu boca, y vente con nosotros, para que seas nuestro padre y sacerdote. ¿Es mejor que seas tú sacerdote en casa de un solo hombre, que de una tribu y familia de Israel? Y se alegró el corazón del sacerdote, el cual tomó el efod y los terafines y la imagen, y se fue en medio del pueblo." Jueces 18:16-20
La tribu de Dan había recibido el extremo occidental de la franja de tierra entre Judá y Efraín (Josué 19: 41-46), pero tenía cerca de ellos a los amorreos y los filisteos al oeste y al territorio de Judá al sur. Así que, no contentos con esa asignación, se negaron a apoderarse de su herencia por fe, y empezaron a buscar una nueva patria. Claramente ellos sintieron que sus tierras no estaban en lugares agradables, así que olvidando las promesas de Dios, decidieron que ellos buscarían lo más conveniente.
La mayoría de las otras tribus pudieron conquistar al enemigo, pero los Danitas prefirieron lo más fácil. Es interesante notar que ellos poseían un gran ejército, como 64,000 hombres, así que no hubiera sido difícil tomar las tierras que Dios les confió, pero ellos, en el fondo lo que no querían era guardar el pacto. Las promesas de Dios siempre exigen la decisión responsable del hombre de obedecer y actuar con fe. Y los Danitas no quisieron sujetarse al Señor.
Parece que todos los que estaban lejos de Dios, se juntaron. Micaía el hijo ladrón, la madre idólatra con todos sus ídolos, el levita convenido que se acomodó sin reparos a ser el sacerdote de esa casa de ídolos, y ahora la tribu que no quería aceptar la voluntad de Dios.
Los rebeldes de Dan entraron a la casa de Micaía, y sus ojos se fueron tras las imágenes, así que tomaron las imágenes de talla, el efod, los terafines y la imagen de fundición. ¡Qué equivocados estaban! pensaron que así estarían más cerca de la bendición, adorando ídolos que no ven ni oyen. Usaron violencia y robo para supuestamente estar protegidos por esos objetos sin vida, y lo peor de todo es que el sacerdote se los permitió al quedarse parado a un lado mientras lo hacían.
Ahora los de Dan con sus ídolos y su sacerdote convenido, se sintieron fuertes para atacar Lais. “Y ellos, llevando las cosas que había hecho Micaía, juntamente con el sacerdote que tenía, llegaron a Lais, al pueblo tranquilo y confiado; y los hirieron a filo de espada, y quemaron la ciudad.”
Ahora los de Dan, que empezaron mal su ciudad, terminaron de condenarla porque levantaron para sí la imagen de talla, y así tuvieron levantada entre ellos la imagen de talla que Micaía había hecho, todo el tiempo que la casa de Dios estuvo en Silo.
Todos los malos protagonistas de esta historia se juntaron para empeorar la situación espiritual de esa nación: la tribu desobediente, el levita infiel, el ladrón que robó a su madre, la mujer que prefirió a los ídolos antes que a Dios, y toda una nación que se convirtió en idólatra abandonando al Dios Verdadero. Siempre se cosecha lo que se siembra, y en este caso se sembró un poco de pecado y se cosechó una gran maldición.
Que Dios nos ayude a ser fieles en estos tiempos de pandemia y siempre.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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