“Y llegó a Capernaum; y cuando estuvo en casa, les preguntó: ¿Qué disputabais entre vosotros en el camino? Mas ellos callaron; porque en el camino habían disputado entre sí, quién había de ser el mayor. Entonces él se sentó y llamó a los doce, y les dijo: Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos. Y tomó a un niño, y lo puso en medio de ellos; y tomándole en sus brazos, les dijo: El que reciba en mi nombre a un niño como este, me recibe a mí; y el que a mí me recibe, no me recibe a mí sino al que me envió.” Marcos 9:33-37
La competencia es la disputa entre personas, animales o cosas que aspiran a un mismo objetivo o a la superioridad en algo. Desde chiquitos nos enseñan a competir en deportes, estudios, habilidades, conocimiento y cualquier cosa que te haga sentir superior.
Pero esta ambición por ganar debe ser medida para no caer en el gusto de sobresalir para sentirte superior, dañando la autoestima de las personas con quienes compites.
Parece que algunos discípulos tenían alguien que los motivaba a ganar sin consideración, Jesús se dio cuenta de esto, y les preguntó sobre el motivo de su discusión porque esos engreídos estaban argumentando, no sólo discutían, Jesús les preguntó: “Entonces, amigos, parecía que estaban teniendo una discusión bastante acalorada en el camino. ¿Quieres hablar de eso?"
Recuerden el contexto, Jesús les había hablado sobre su próxima muerte, y ellos ahora discutían porque querían saber cuáles de ellos llegaría a tomar su lugar como líder del grupo. ¿Qué respondieron a Jesús? Nada, silencio total.
¿Qué respuesta podían dar que no fuera tan vergonzosa? Ni siquiera Pedro se preocupó por comentar. ¡Este fue un momento incómodo! ¿Andrés? ¿Juan? ¿Cualquiera? Lo más chistoso es que no estuvieron tan callados cuando se trataba de exigir y competir.
Me imagino que ese silencio duró un buen rato, tanto que Jesús se sentó, y por fin uno de ellos, tragó saliva, carraspeó un poco, y finalmente dijo con una voz que más parecía un susurro: “Estábamos discutiendo a quién se podría considerar, bueno, quiero decir, a quién podrías considerar, mmm ... es decir, si algo te sucediera, ... bueno , quién crees tú que es el mejor de todos nosotros".
Esta pregunta no implicaba una honesta preocupación por continuar el ministerio, tampoco la aceptación del próximo sacrificio y la duda de cómo debían continuar la misión, ellos estaban pensando sólo en sí mismos, la ambición de grandeza los había dominado.
La respuesta de Jesús no sólo fue para sus discípulos, sino para todos los tiempos, para todos los que quieren sentirse superiores y también para todos nosotros.
“Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos”
Jesús nos reta a ser el servidor de todos. En la manera de pensar del mundo actual acerca del poder, un gran hombre, o un hombre con éxito se distingue en base de cuantas personas le sirven.
En la antigua China estaba de moda que los hombres ricos se dejaran crecer las uñas para que sus manos no se pudieran utilizar para las tareas básicas. Esto mostraba que ellos no necesitaban hacer todo por ellos mismos; un siervo siempre estaba allí esperando las órdenes. ¿La moda de las uñas largas en las mujeres se habrá inspirado en esta fuente? Por eso una dama con las uñas impecables es alguien que hace poco en casa.
El mundo quizás piense acerca de esto como el ser grande, pero Dios no lo ve así. Jesús declaró que la verdadera grandeza se muestra por cuantos te sirven, sino por cuantos sirves tú. ¡OJO! El Señor no estaba desechando los deseos de superación, pero dio sentido a esos deseos pues cambió la ambición de gobernar por la ambición de servir. La ambición de tener cosas hechas para nosotros la cambió por la ambición de hacer cosas para los demás. La ambición de tener un nombre aclamado y reconocido por ser servidores que exaltan el Nombre de Jesucristo.
Lo que siguió es la parte que me gusta más. Tomó a un niño, y lo puso en medio de ellos. Uno de los ministerios que más amo es “La Pequeña IB” Los niños que veo los sábados en nuestras reuniones por Zoom son los rostros más parecidos a Jesucristo. Los niños no presentan amenazas, no crean juicios contra nadie, no son hipócritas ni superficiales. No tenemos temor de conocer a un niño de 5 años en un callejón oscuro. Pero cuando tenemos una presencia autoritaria, ambiciosa, deshonesta y desconfiada no somos como Jesús.
Los niños no son buenos en engañar. Ellos, no hacen planes para tratar de engañar a sus padres, no son desleales ni orgullosos. Ellos se muestran tal cual son, no se esconden detrás de una imagen de perfección. Cuando somos buenos en escondernos a nosotros mismos y en engañar a otros, no somos como Jesús.
Esto es lo que dice Jesús. Si quieres ser muy apreciado por Dios, debes concentrarte en ser un buen servidor para los demás. El Señor no presenta una estrategia para adelantarse a los demás, más bien te dice, sé como un niño, actúa con humildad y saldrás adelante.
El Señor nos presenta el sistema de valores del reino de Dios, y el servicio es el elemento clave. Este es un principio importante de entender. Jesús no nos está diciendo simplemente que seamos humildes. Nos está diciendo que seamos buenos servidores. Nuestra humildad debe ser positiva y práctica.
Cada sábado que veo a los niños en la reunión del zoom, ellos me saludan sonrientes, responden las preguntas bíblicas creyendo que cada milagro es REAL, si cantamos lo hacen con voces y todo su cuerpo, y cuando oran, ¡cómo me gustaría que pudieran escuchar esas oraciones! No hay nada mejor que un niño que es enseñado a amar a Dios.
Los discípulos eran adultos que ambicionaban poder y Jesús les dijo que tenían que “bajar” al nivel de un niño, para “subir” al nivel de un verdadero hijo de Dios. Mi oración es por tu vida espiritual que entiendas que tu posición no depende de cuánto te esfuerces en ganar, sino en obedecer la Palabra de Dios.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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