Él les dijo: ¿También vosotros estáis así sin entendimiento? ¿No entendéis que todo lo de fuera que entra en el hombre, no le puede contaminar, porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y sale a la letrina? Esto decía, haciendo limpios todos los alimentos. Pero decía, que lo que del hombre sale, eso contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre. Marcos 7: 18-23
Mi corazón está adolorido por mi nación. En este momento hombres y mujeres de toda condición social están en las calles gritando su odio, al parecer es una reacción de ira contra todo lo que tienen contenido en su corazón.
Como sabemos, los fariseos odiaban a Jesús, ellos hicieron un solo cuerpo junto a los líderes religiosos de Jerusalén para evaluar el ministerio de Jesús. Si los fariseos se la pasaron condenando a Jesús, ahora también los representantes religiosos de Jerusalén se pronunciaron con una acusación fuerte. Ellos desde hace mucho tenían resuelto en su mente el destino del Señor, sólo buscaban que más colegas o más opositores se unieran a su odio. Parece que el odio no quiere caminar solo.
En apariencias el trabajo de los religiosos era un servicio alturado, ellos evaluaban a cualquiera que se levantara como profeta, así protegían a Israel de cualquier mentiroso, pero la manera en la que evaluaban a Jesús era del todo errónea. Primero, porque ellos ya tenían resuelto su manera de pensar acerca de Jesús. Segundo, ellos no evaluaron a Jesús en contra de la medida de la Palabra de Dios. Ellos le evaluaron en contra de la medida de sus tradiciones religiosas.
El lavamiento de las manos era una ceremonia tradicionalista muy elaborada, no era suficiente el lavarse las manos, tenías que lavarte primero para limpiarlas, y después hacer el ritual para hacerlas espiritualmente limpias. Mientras hacían esto, tenían una oración que iba con el ritual que decía: “Bendito seas Tú, Oh Señor, Rey del universo, que nos has santificado por las leyes y nos has mandado que nos lavemos las manos.” Era verdad que Dios había pedido que los sacerdotes se lavaran las manos y pies al entrar al tabernáculo, pero poco a poco fueron añadiendo más complicaciones a esta ceremonia.
Cuando hay sentimientos de superioridad sobre otras personas, llegas a creer que eres más en todo sentido, juzgas las motivaciones de los menos y te llenas de antipatía. Los fariseos se sintieron mejor que los discípulos de Jesús, se dieron cuenta de inmediato que esos supuestos apóstoles no cumplían con los ritos tradicionales. Una regla que pertenecía a los sacerdotes, un día se les ocurrió que debía ser para todos, y exigieron que así era y punto.
Todos tuvimos que aprender a lavarnos las manos en serio cuando vino la pandemia. Los judíos hicieron el lavamiento mucho más complicado. Para estos lavamientos ceremoniales, usaban vasijas de piedra especiales con agua que eran cuidadas extremadamente debido a que el agua ordinaria podía estar contaminada. Para lavarse las manos de una manera especial, empezaban usando suficiente agua para llenar un cascarón y medio de huevo. Luego vaciaban el agua en las manos, empezando con los dedos y dejando que el agua corra hacia las muñecas. Luego limpiaban cada palma al frotar el puño de la otra mano en ella. Luego echaban en sus manos otra vez más agua, ahora de la muñeca hacia los dedos. No sólo hacían esto antes de la comida, sino también entre cada trayecto. Y los rabinos se tomaban muy en serio esto. Ellos decían que el pan comido con manos sin lavar no era mejor que el excremento.
Toda esa elaboración religiosa no los acercaba al Dios lleno de amor y bondad. Por eso Jesús los llamó: Hipócritas. Porque tenían excesivo celo en algunos temas y un total desprecio hacia otros puntos más importantes. Jesús les habló fuertemente debido a que estos líderes estaban mucho más preocupados por los asuntos triviales, como el ritual del lavamiento y no se preocupaban de animar a los hombres a venir a Dios. El corazón de esos religiosos en realidad, estaba muy lejos de Dios.
No todo en la vida Cristiana es un asunto de bueno o malo. Algunas cosas, son simplemente asunto de una consciencia personal delante de Dios. Las Escrituras no nos mandan a que tengamos un ritual de lavamiento antes de las comidas. Si quieres hacerlo, entonces bien. Hazlo para el Señor y sin un sentido de superioridad espiritual delante de tus hermanos y hermanas. Si no deseas hacerlo, no lo hagas, pero no te sientas más pecador o menos comprometido.
Dentro del corazón humano hay muchas cosas malas, por eso cada día debemos presentarle al Señor nuestros pensamientos para no caer en el legalismo, que lo único que hace es alimentar sentimientos de superioridad, ira, odio y orgullo. Que Dios siga limpiando nuestras motivaciones para sembrar la paz, la unidad y la fe en nuestro Perú.
Oremos por nuestra amada nación.
Martha Vílchez de Bardales
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