“Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará. Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.” Marcos 8: 34-38
Habían pasado más de dos años desde que Jesús comenzó su ministerio público, los milagros que hizo en este tiempo provocaron que cientos, sino miles de personas lo siguieran, este público en su gran mayoría, no tenía ni idea de quién era realmente el Señor, lo seguían por lo que podía hacer.
Jesús aparentemente era visto como una especie de Robin Hood, con sus hombres alegres y fuertes, seguramente llamaba la atención del pueblo que lo seguían y seguramente muchos estaban dispuestos a unirse a este nuevo grupo de moda.
Entonces algo nuevo pasó, Jesús llamó a la multitud y a sus discípulos para decirles algo importante. Creo que los discípulos todavía no se habían recuperado del choque emocional que sufrieron al escuchar de la boca de Jesús su próxima muerte ¡En la cruz! y ahora les va a decir a todos algo que los dejará helados:
Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará.
¿No sólo él iba a padecer en la cruz, sino que todos incluyendo la multitud y los discípulos? Un momentito, ¡de qué estás hablando Jesús! Todos sabían que la cruz era un implacable instrumento de muerte. La cruz no tenía otro propósito que no fuera matar de la peor forma.
Jesús les estaba pidiendo un sacrificio que iba más allá de sólo seguirle cuando hacía cosas por ellos. La frase "toma tu cruz" es una metáfora cultural para expresar una muerte penosa y dolorosa. En este contexto se refiere a la "muerte de nuestra antigua naturaleza pecadora.”
Entonces, este llamado de Jesús fue una invitación abierta para todos nosotros. Si quieres ser un cristiano, debes pasar de ser un seguidor, a ser un discípulo. Quiere decir que implica un sacrificio. El discípulo es un servicio a tiempo completo.
Entonces el llamado principal es este: "Si alguno desea seguir a Jesucristo", esto es lo que debes ser dispuesto a hacer: Sacrificio con amor. La idea detrás de negarte a ti mismo no es levantarte por la mañana y decir hoy me voy a privar de tantas cosas como pueda. Tampoco es un compromiso de vivir la vida como un ermitaño ascético. No es eso en absoluto. Negarse así mismo no es declarar la frase pero no hacer ningún sacrificio.
La aplicación de una negación de sí mismo para nosotros, significa negarnos a hacer todo pensando sólo en uno mismo, en tus sueños, deseos, ambiciones y metas personales, que son contrarias a Dios. Cualquier cosa que sea motivo de deshonra a Dios, no puede ser distracción para un discípulo de Cristo.
Negarnos a nosotros mismos significa que estamos dispuestos a someternos a Dios y Su Palabra.
Es decir si eres orgulloso, debes renunciar a esa actitud y perseguir la humildad. Si eres codicioso, significa alejarse de ese pensamiento hacia un pensamiento generoso. Si te gustan los deleites, debes renunciar al placer de satisfacer tus gustos para no hacer algo que te conduzcan al pecado. Si eres inactivo y poco colaborador, significa ser más activo y más involucrado en la obra de Dios. Si eres egoísta y piensas en acumular para ahorrar y nunca te falte, debes tener más compasión y velar por tu hermano.
En esta era de Gracia, negarse a sí mismo es algo muy personal e individual. Pero si te sometes al Espíritu Santo estarás dispuesto a someterse a la Palabra y a los caminos de Dios en lugar de los caminos del yo pecador. El evitar caminar por el corredor de la muerte con Jesús significa que nos ganamos todo el mundo, pero terminaríamos perdiéndolo todo.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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