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Foto del escritorIB La Molina

Las tentaciones son humanas

“Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte. Amados hermanos míos, no erréis.” Santiago 1: 13-15.

Las parejas suelen echarse la culpa cuando una de ellas responde con violencia en una pelea: ¡Tu tienes la culpa, me provocaste con tu tontería! ¡yo estaba tranquila y de pronto me sales con esa demostración de tu deslealtad! ¡Bien ganado te tienes la cachetada que te he dado! Frases como estas se gritan cuando no se aceptan responsabilidad, más fácil es echar la culpa a otro, pero, algunos les echan la culpa hasta a Dios de sus debilidades.

Dios nos prueba para fortalecer la fe, pero no nos tienta para que hagamos algo malo. Dios es Santo y jamás tentaría a una persona a hacer el mal porque eso es totalmente inconsecuente a su carácter divino. La tentación destruye, la prueba fortalece.

Cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Aquí no aparece el diablo, sino nosotros, como iniciadores de nuestra propia caída. Satanás ciertamente nos tienta, pero la única razón por la cual la tentación tiene un gancho para nosotros, es debido a nuestra propia naturaleza caída, esta naturaleza extraviada ensucia la identidad dada por Dios.

Por eso aquel que peca y le echa la culpa al diablo de su caída, le está dando a Satanás un crédito demasiado alto por sus poderes de tentación, para ser más francos deberíamos reconocer que muchas veces fallamos por nosotros mismos.

La razón por la que el enemigo te tienta a pecar, es para impedirte obedecer a Dios, pero en segundo lugar, imposibilitar que estés en el centro de la voluntad divina. ¿A quien quiere destruir el diablo? ¿A quién odia con todas sus fuerzas? Satanás odia a Dios y quiere maldecir a sus hijos, quiere detener los planes divinos, quiere que todos los planes de bienestar, servicio y bendición desaparezcan de la agenda del Señor, por eso hará todo lo que puede para que su pueblo, su iglesia, sus hijos amados, vuelvan a ser oprimidos por pecados, dominados, esclavos y adictos al pecado.

Pero Dios nos ha dado el poder espiritual para decir “NO” a las artimañas perversas del enemigo.

Las palabras “atraído y seducido" son dos verbos que se usaban para atrapar animales. Se ponían cebos con olor que atraía a las víctimas con engaño para llevarlos a la cautividad. Cuando fallamos al Señor, somos propensos a echar la culpa a otros, entre esos culpables están los padres, la sociedad, la poca educación, etc. Hasta podríamos echar la culpa a Dios. Pero en realidad, nosotros somos nuestro propio peor enemigo. Es cierto que Satanás es un tentador real, sin embargo no fuerza a los humanos a pecar, y no es por consiguiente una excusa para sus fracasos y tropiezos. Dios da dones buenos y no tentaciones malignas.

Para mi esta cuarentena ha servido para valorar tiempo en familia, hacer cosas que había dejado de hacer como servir a mi familia, cocinar platos novedosos, hacer postres ricos, jugar con mis hijas, llamar a la iglesia, escribirles y orar por todos. Ahora me doy cuenta que caí en la tentación de estar demasiado ocupada para usar el mejor tiempo con quienes amo con todas mis fuerzas. Dios no me tentó para estar ocupada, Dios no quiso jamás que el afán me llevara a otros placeres. MI propia inmadurez me hizo fallar.

Ahora siento como si Santiago me dijera al oído: “Amados hermanos míos, no erréis.”

Aunque en el Perú la pandemia sigue con fuerza la cuarentena se ha acabado, por eso todavía es peligroso que entres otra vez a la vida “normal” de estar demasiado ocupado para hacer lo más valioso. Si caes en el mismo ritmo que antes tenías, no podrás echarle la culpa a Dios cuando tu familia se olvide que eres cristiano.

Cada uno es tentado de su propia concupiscencia. Mi oración es que no vuelvas a caer y te guardes de tentación. Agrada al Señor.



Con amor,

Martha Vílchez de Bardales




 

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