“No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal” Mateo 6:31-34
Todas nosotras somos testigos de cómo la pandemia nos ha limitado en todas las actividades que eran parte de nuestro diario vivir. El tiempo nos faltaba para cumplir con todos los afanes rutinarios, queríamos estirar las horas porque no alcanzaba el horario normal para cumplir y quedar satisfechos de los logros obtenidos.
Cuando todo quedó detenido, yo me tuve que preguntar, ¿y ahora qué hago? ¿Qué es lo más importante? No siempre las prioridades que movieron nuestros actos estuvieron en el orden correcto.
Quiero que me permitan compartir con ustedes sobre un tema conocido, más sin embargo relegado, porque como siervos de Dios, hemos considerado que todas nuestras prioridades ya son correctas. Vamos a mirar a un siervo de Dios para aprender de su carácter, y cómo el trato de Dios lo perfeccionó.
“Vino palabra de Jehová a Jonás hijo de Amitai, diciendo: Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y pregona contra ella; porque ha subido su maldad delante de mí. Y Jonás se levantó para huir de la presencia de Jehová a Tarsis, y descendió a Jope, y halló una nave que partía para Tarsis; y pagando su pasaje, entró en ella para irse con ellos a Tarsis, lejos de la presencia de Jehová.” Jonás 1:1-3
Jonás fue un profeta que vivió en tiempos de Jeroboam II (aproximadamente en el siglo VIII a.C.) fue famoso por su terquedad, y por haber sido tragado por un gran pez. En los primeros versículos notamos una contradicción: Por un lado Dios hablando a su siervo, al parecer Jonás tenía una línea de comunicación con Dios. Pero a diferencia de otros profetas, Jonás no obedeció, sino que pretendió hacer su propia voluntad. Este libro comienza con una orden clara y dirigida a un siervo, que en vez de obedecer hace todo lo contrario.
"Jonás se levantó para huir de la presencia de Jehová a Tarsis…”,
Al parecer la comunión de Jonás con Dios fue incompleta. Porque cuando “escuchar” no se convierte en “obedecer”, lo único que muestra es terquedad. Jonás es el tipo de creyente que escucha a Dios, pero no le obedece. ¿Porqué no quería Jonás ir a Nínive y hacer lo que Jehová le dijo que hiciera?
Pudo ser porque se le dio una tarea difícil de hacer.
Quizá Jonás temió que se burlarían de él y sería tratado como un tonto.
Pensó que podía ser atacado y asesinado apenas empezara a profetizar.
No les caía bien los asirios de Nínive.
Santiago, el hermano menor del Señor Jesús y primer pastor de la iglesia de Jerusalén, conoció creyentes parecidos a Jonás, a ellos les dirigió estas palabras:
“Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos” (ver Santiago 1:22). La huida de Jonás parece una locura, pero eso es lo que hacemos cuando oímos y no obedecemos. El defecto de Jonás se está multiplicando en nuestros días: muchos creyentes oyen pero no obedecen la Palabra.
El problema de Jonás y de los creyentes que oyen, pero no obedecen la palabra es el mismo: tienen prioridades diferentes a las de Dios. Porque sus prioridades son diferentes, toman decisiones al margen de la fe y asumen responsabilidades guiados solo por su criterio. Cuántos compromisos, contratos, empleos, negocios y acuerdos se realizan sin pensar en lo que Dios quiere (ver Santiago 4:13-17).
Nos podemos parecer a Jonás cuando en el diario vivir establecemos prioridades en base a impulsos en vez de la obediencia a la Palabra de Dios.
Como mujeres es algo inevitable que sean las emociones las que guían nuestras actividades, hacemos lo que sentimos hacer: “Siento que esto es lo que debo hacer” “Siento que debo ir ahora mismo” “siento que estuvo bien mi respuesta” Desgraciadamente a la hora de establecer prioridades, no son los impulsos una buena guía.
Un impulso puede ser muy valiente, pero equivocado (Jonás fue muy valiente al embarcarse en un viaje marítimo tan largo) ¿Puedes afirmar delante de Dios que lo que quieres hacer ha sido confirmado por la Palabra de Dios y en señales?
Un impulso puede aparentar ser abnegado, pero es egoísta (el pasaje de ese viaje le costó mucho dinero) ¿Estás poniendo en riesgo tu seguridad o la vida de tu familia por una supuesta buena causa?
Un impulso puede afirmar en la carne que nuestras ideas son mejores a la obediencia. Dios tiene un tiempo para todo
Un impulso puede conducir a alguien a hacer algo que condenaría a otros. Jonás estuvo dispuesto a permitir el juicio sobre toda una nación. ¿Las decisiones que has tomado pueden dañar a alguien?
Un impulso puede hacernos hacer algo que nosotros jamás hubiéramos hecho para nosotros mismos. Antes de decidir tu lista de prioridades mira bien que no perjudiques a tu prójimo.
Al principio de esta meditación mencioné el texto de Mateo 6:31-34
Así que no se preocupen ni digan: “¿Qué vamos a comer?” o “¿Qué vamos a beber?” o “¿Qué ropa vamos a usar?” La gente que no conoce a Dios trata de conseguir esas cosas, pero ustedes tienen a su Padre en el cielo que sabe que necesitan todo esto. Así que, primero busquen el reino de Dios y su justicia, y Dios les dará todo lo que necesitan. No se preocupen por el día de mañana, porque el mañana traerá sus propias preocupaciones. Cada día tiene ya sus propios problemas. La preocupación no logra nada; no podemos añadir nada a nuestra vida al afanarnos. Puede haber pecados más grandes que la preocupación, pero no hay uno más autodestructivo e inútil.
Al establecer prioridades tenemos que evaluar si lo que ocupa el lugar más importante no está lleno de afán y turbación. Podemos dañarnos a nosotros mismos cuando tratamos de hacer todo acompañado de preocupación, recordemos que el estrés es un gran contribuidor a la enfermedad y la mala salud. Hagamos las cosas confiando siempre que Dios nos dará el tiempo exacto para cumplir las metas, pues es la Obra de Él.
Mas buscad primeramente el reino de Dios. Este texto lo sabemos de memoria, debemos aplicarlo a nuestras tareas diarias. Esta debe ser la regla de nuestra vida al ordenar nuestras prioridades.
Jesús no solamente les dijo que no se afanaran; les dijo que remplazaran el afán por una preocupación por el reino de Dios. Un hábito o una pasión solo se puede renunciar por un hábito o pasión mayor.
Lo que este versículo demanda es, por lo tanto, un compromiso para encontrar y hacer la voluntad de Dios, para aliarse completamente con su propósito. Y este compromiso debe ser primero.
Y todas estas cosas os serán añadidas: Si buscas primero el reino de Dios, y no crees que tu bienestar físico es digno por el cual vivir tu vida, entonces puedes gozar de todas estas cosas. Él promete tesoro celestial, descanso en provisión divina y cumplimiento del propósito más grande de Dios para el hombre: la comunión con Él y ser parte de su reino.
Con amor
Martha Vilchez de Bardales
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