La serie de sermones titulada “Un Nuevo Comienzo", nos llevó a re descubrir el valor e importancia de la oración, siguiendo esa lógica, es necesario preguntarnos cuál es la misión de la iglesia.
La Gran Comisión dice: "Pon tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del hijo, y del Espíritu Santo." Mateo 28:19, haciendo notar que nuestra misión es hacer discípulos; pero aunque parezca obvio, para “hacer” discípulos primero tenemos que “ser discípulos”, como el propio Señor lo explicó: "Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos" Juan 8:31, dando a entender que jamás debemos olvidarnos de ser verdaderos discípulos.
Jamás debemos olvidarnos de ser verdaderos discípulos.
Es necesario entender que alrededor de Jesús hubieron dos grupos de personas: la multitud y los discípulos. La Biblia dice que la multitud recibió las muestras del amor y poder del Señor a través de milagros, maravillas y prodigios; sin embargo, en la hora final, la multitud grito ¡crucifícale, crucifícale! Se podría decir, tal como la Biblia lo enseña, que Jesús murió por la multitud, o por toda la humanidad.
En cambio, los discípulos son aquellos que dejaron la multitud y se convirtieron en seguidores comprometidos del Señor. Los discípulos son seguidores de Jesús; sin embargo, con el paso del tiempo, aparecen circunstancias en que seguir a Jesús deja de ser una prioridad, se vuelve casi una costumbre, y no se realiza cómo debe ser; por ejemplo, luego de la alimentación de cinco mil personas, cuando la multitud debió aumentar, Jesús tuvo una conversación franca y exigente sobre lo que significaba seguirle, y como resultado se dice: “Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él” Juan 6:66
Nótese que algunos discípulos se volvieron atrás, dejaron de seguirlo, volvieron a ser parte de la multitud; en pocas palabras: no estuvieron dispuestos a ser verdaderos discípulos. Y me parece que es relativamente fácil encontrar personas que quieran creer en Cristo, pero es más difícil encontrar hombres y mujeres dispuestos a seguir verdaderamente al Señor Jesús, y por eso nuestra misión tiene que aplicarse a nosotros mismos, que en vez de conformarnos con lo alcanzado, debemos esforzarnos por ser mejores discípulos, más cercanos y dispuestos a obedecer todo lo que el Señor indique.
¿Quieres ser un verdadero discípulo? Para serlo, además de recibir a Jesús como tu Señor y Salvador, debes comprometerte a seguirle el resto de tu vida. La idea de seguir a Jesús continuamente, en todo momento y circunstancia.
Debes comprometerte a seguir a Jesús por el resto de tu vida.
Desde el primer día que se estableció la Iglesia y hasta el presente, la tarea no ha
cambiado: tenemos que hacer discípulos para Jesús. Y para ello no podemos encerrarnos en las cuatro paredes del templo o enfocarnos a cuidar de nosotros mismos, porque la única forma de hacer discípulos es saliendo a buscarlos, evangelizarlos, formarlos y bautizarlos en el nombre del Padre, Hijo y Espíritu Santo.
La palabra que es traducida como “discipular” viene de la combinación de enseñar teoría
y práctica, dándonos a entender que tenemos la responsabilidad de que otras personas
aprendan a seguir a Jesús. Y es importante comprender que seguir a Jesús no es un paso
sino un proceso, que va de menos a más, progresivamente, con victorias y derrotas, pero siempre tomados de la mano del Señor.
Piénsenlo, no hay otra opción: o somos verdaderos discípulos, o estamos engañándonos
a nosotros mismos. O nos enfocamos en que la gente aprenda a seguir a Jesús, o se volverán dependientes de consejeros, terapeutas o algo que les dé sentido a la vida. Piénsenlo, estamos aquí para ser discípulos y para hacer discípulos.
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