Pero venido un día oportuno, en que Herodes, en la fiesta de su cumpleaños, daba una cena a sus príncipes y tribunos y a los principales de Galilea, entrando la hija de Herodías, danzó, y agradó a Herodes y a los que estaban con él a la mesa; y el rey dijo a la muchacha: Pídeme lo que quieras, y yo te lo daré. Y le juró: Todo lo que me pidas te daré, hasta la mitad de mi reino. Saliendo ella, dijo a su madre: ¿Qué pediré? Y ella le dijo: La cabeza de Juan el Bautista. Entonces ella entró prontamente al rey, y pidió diciendo: Quiero que ahora mismo me des en un plato la cabeza de Juan el Bautista. Marcos 6:21-25
Este pasaje es uno de los más tristes de toda la Biblia. Podemos ver paso a paso los acontecimientos que rodearon la muerte de Juan el Bautista. Este gran hombre de Dios, elegido para una misión especial, como precursor del Mesías. El varón ungido que encarnó el cumplimiento de varias profecías del Antiguo Testamento, se convirtió en el primer mártir del período del Nuevo Testamento.
Jesucristo mismo dijo de él: “Entre los nacidos de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista” Mateo 11:11 Pero si bien este pasaje revela los detalles de la muerte de Juan, también registra la muerte de otra cosa. Este pasaje registra la muerte de una conciencia.
Primero entendamos qué es la conciencia y cómo actúa: La conciencia es el entendimiento que tenemos de nosotros mismos. Ella nos ayuda porque nos da un sentido del deber, nos ayuda a reflexionar sobre cómo actuamos, por esto también tiene un carácter ético, pues nos permite distinguir entre aquello que está bien y lo que está mal, de modo que a la hora de obrar podamos conducirnos de acuerdo a nuestros valores morales.
Lo que vemos en estos versículos es una imagen de cómo una persona puede pecar contra su conciencia hasta el punto de ser capaz de cualquier cosa. Siempre me he preguntado cómo una madre puede abandonar a su bebé en la basura. Cómo es posible que un esposo pueda tener relaciones sexuales con una mujer que no es su esposa y luego llegar a su casa como si nada. O cómo un hijo pueda mentir a sus padres abiertamente y sin ningún remordimiento. Estos son síntomas que revelan una conciencia que se va matando poco a poco.
He mencionado pecados que a todos nos escandalizan, pero la conciencia se va apagando poco a poco con los pecados más sencillos, pecados que quizá hoy mismo has cometido, como dice 1 Timoteo 4:2, “Por la hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia”.
Es posible adormecer tanto la conciencia que ya no tengamos algo que nos detiene para no pecar, a eso también lo llamo: “no tener temor a Dios”. Por eso algunas personas pueden hacer las cosas que hacen sin remordimiento ni culpa. Han cauterizado su conciencia hasta el punto en que no siente nada y ya no les advierte sobre el mal.
Por ejemplo, a mi de pequeñita me enseñaron a creer que la Biblia es la Palabra de Dios y que por lo tanto es la verdad absoluta, por lo tanto mi conciencia me ayuda a saber la diferencia entre lo que está bien y lo que está mal, según la Biblia, ella es mi regla de vida. Pero si conociendo la verdad, comienzo a hacer algo que la Biblia dice que es pecado, entonces mi conciencia se levantará y dirá que me detenga. Esto les suele pasar a aquellos que crecieron desde la Escuela Dominical. ¿Te ha pasado que la conciencia te reprende?
Por otro lado, hay personas que han recibido otro tipo de formación, los han educado para creer que en la vida no hay límites y que pueden hacer lo que les plazca, así que su conciencia no le dará ningún problema. Ellos siempre escuchan esa voz que les dice: ¡Si te sientes bien, hazlo! Como resultado, no viven por la verdad de la Palabra de Dios, sino por los sentimientos de su carne. Buscan satisfacer sus necesidades y por eso no son leales a nadie, sólo a ellos mismos. Su conciencia nunca les molesta. El dilema es cuando estas personas se convierten en miembros de un iglesia, si no matan ese hábito se convertirán en cristianos tibios que viven más criticando que siendo de bendición.
Volvamos a Herodes, este pasaje registra la muerte de una conciencia. Primero si lees cuidadosamente notarás que al principio Herodes gustaba de escuchar a Juan: “Oyó el rey Herodes la fama de Jesús”; “Herodes temía a Juan, sabiendo que era varón justo y santo, y le guardaba a salvo; y oyéndole, se quedaba muy perplejo, pero le escuchaba de buena gana.”
Herodes tenía un temor reverencial del Bautista porque sabía que Juan era un verdadero hombre de Dios. Sabía que era un hombre santo y justo. No le quiso hacer daño, pero tampoco le gustaba que expusiera sus pecados. Sin embargo Herodes disfrutaba de escuchar a Juan predicar la Palabra de Dios. Claro que no tenía la intención de cambiar toda su vida y entregar todo al Señor, pero le gustaba el predicador y le encantaba escucharlo predicar.
Pero aunque le gustaba mucho la predicación de Juan, trató la Palabra de Dios sólo como un “entretenimiento” y nada quema la conciencia más rápido que escuchar y no obedecer el mensaje de Dios. Herodes no quiso hacerle daño, pero la lujuria provocada por el baile de Salomé le hicieron darle más valor a sus emociones y por eso mató su conciencia.
Pero en este relato veo a alguien más que mató su conciencia, veo a una mujer llamada Herodías, ella si odiaba a Juan el bautista, su odio era tan fuerte que no le importó exponer a su hija, no tuvo ni la más mínima sensación maternal de protección y la usó para sus planes de asesinato. En una fiesta llena de borrachos hizo a su hija bailar para que Herodes cayera cegado ante el encanto de la adolescente. Dos personas mataron su conciencia esa noche. Estos actos revelan la maldad que habitan en una conciencia cauterizada y egoísta.
“Pero el propósito del mandamiento es el amor que procede de un corazón puro, de una buena conciencia y de una fe no fingida.” 1 Timoteo 1:5. El propósito de la Palabra de Dios es cambiar nuestro modo de pensar y actuar, Dios quiere hacer una obra interna primeramente en nuestro corazón y luego moldear nuestra conciencia para que seamos humildes, sinceros y actuemos con amor. Con estos dos ejemplos de un hombre y una mujer que mataron su conciencia tenemos bastante para pensar.
Con amor:
Martha Vílchez de Bardales
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