“Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes”. Efesios 6:10-13
El coordinador nacional de las Fiscalía Anticorrupción del Ministerio Público, Omar Tello, informó que hasta la fecha se registró un total de 653 casos vinculados con presuntos actos de corrupción, cometidos durante el estado de emergencia por el coronavirus (COVID-19) en diversas instituciones del país.
Dan escalofríos escuchar las noticias, ya no sólo por el número creciente de contagiados, sino también por el crecimiento de la maldad. Maldad manifiesta por ejemplo en la sobrevaloración de la compra de canastas que debían ir a la población más necesitada, pero peor aún, éstas han sido entregadas indebidamente a familiares o personas cercanas de algunos alcaldes y servidores municipales. También muchos productos fueron adulterados, o se compró productos de mala calidad como guantes, mascarillas o desinfectantes. La corrupción está enquistada en todos los niveles, eso lo sabemos, pero duele, que en medio de tantas pérdidas humanas y dolor, el ser humano sea dominado por la maldad.
“En estos versos el apóstol Pablo nos alienta a mantenernos fuertes en el Señor en medio de esta batalla espiritual contra la maldad.”
Antes de colocarnos la armadura del cristiano, tenemos que tomar las fuerzas del Señor. Para mi es incomprensible que alguien aproveche el dinero dado a los pobres para hacerse rico, es doloroso ver a las familias buscando su sustento porque nunca recibieron nada de lo que les había sido asignado, dan ganas de amargarse, frustrarse, deprimirse y pensar que nada se puede hacer. Así, con este ánimo, no puedo ponerme la armadura, sería como vestir a alguien enfermo, entumecido, resignado, o listo a perder la batalla.
Por eso el apóstol Pablo nos da dos componentes esenciales: Primero debes fortalecerte en el Poder del Señor, y luego recién, vestirte de la armadura de Dios.
Antes de que se le entregue a un soldado un arma o se le enseñe como disparar un fusil, él pasa por adiestramiento básico. El propósito del entrenamiento es cimentar la fuerza física del recluta. Es como si el ejército dijera, “Soldado, te vamos a dar las mejores armas e indumentaria posible. Pero primero, debemos de asegurarnos que eres fuerte, y que podrás usar lo que te damos.”
Como cristianos no debemos cerrar los ojos a la realidad de una maldad en crecimiento, no podemos encerrarnos tampoco en nuestras casas o templos para no ver lo que ocurre en este mundo de maldad. Dios ha dispuesto grandes reservas de fuerza para nosotros, no es posible que este mundo de maldad se regodee como si no hubiera cristianos, los cristianos pasivos, ya no son permitidos, este es el tiempo de levantar creyentes soldados, que le arrebaten al diablo las almas que quiere llevar al infierno, los creyentes tienen que estar de rodillas para que el Hades retroceda.
“Dios tiene grandes reservas de fuerza que pueden ser usadas en los fieles que dan testimonio vivo de su fe.” La fuerza del Señor obra en mi al confiar en ella, y al salir a hacer la obra. Debo de confiar en Su fuerza y luego hacer la obra.
Por esa razón, vístanse con toda la armadura de Dios. Así soportarán con firmeza cuando llegue el día del ataque de Satanás y después de haber luchado mucho todavía podrán resistir. Entonces manténganse firmes, pónganse el cinturón de la verdad y protéjanse con la coraza de la justicia. Prepárense poniéndose el calzado de anunciar las buenas noticias de la paz. Pero sobre todo, tomen el escudo de la fe para detener las flechas encendidas del maligno. Utilicen la salvación como casco protector. Tomen la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios. Oren y pidan siempre con la ayuda del Espíritu. Manténganse alerta y no dejen de orar por todo el pueblo santo.
Con amor
Martha Vilchez de Bardales,
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