“Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”. Mateo 16:15-19.
Como todos sabemos la pandemia que azotó todo el mundo, obligó a todos los ciudadanos a guardar cuarentena, se cerraron incluso los templos, se cancelaron los cultos y las redes sociales se convirtieron en iglesias virtuales. Todo esto fue necesario para ayudar a prevenir la propagación.
Como la mayoría de cristianos acostumbrados a asistir al culto dominical, el cambio fue radical, pero la iglesia no se ha detenido porque ahora los creyentes podemos tener más tiempo para meditar en las sagradas escrituras, orar con la familia, crecer y madurar espiritualmente, y ayudar con nuestras ofrendas voluntarias para que la misión no se detenga.
Meditando en las palabras de Jesús cuando conversó con Pedro y dijo: “Mi Iglesia.” Tenemos que decir que todas las iglesias son de Cristo, o también podemos declarar que las iglesias le pertenecen a Jesús. Las Iglesias son de él porque él dio su vida por ella, la cuida, edifica y protege por eso las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.
Algunos intérpretes de estos tiempos han levantado su voz de protesta porque los templos han dejado de ofrecer los cultos semanales, creen que todo es una conspiración y quieren protestar en las calles para defender a la Iglesia. Pero Dios dice que las puertas del Hades no prevalecerán contra su amada, esa es una promesa divina, que las fuerzas del mal y la muerte no prevalecerán en contra, o conquistarán a la iglesia. Esta es una promesa de gran valor en estos tiempos difíciles o probados para la iglesia.
Las puertas del Hades son llamadas las puertas del infierno, es decir las maquinaciones y poderes del mundo invisible. Todos estos planes y estratagemas demoníacas, aún las fuerzas de satanás y sus ángeles caídos, nunca señorearán sobre la novia de Cristo, nadie puede destruir la Iglesia del Señor.
Hoy la Iglesia está unida, no está detenida, sigue trabajando, consolando, comprendiendo el dolor del prójimo, predicando el evangelio y orando por los enfermos y necesitados.
“Y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.” Efesios 1:22
Cristo Jesús recibió en la resurrección el poder para tener todas las cosas bajos sus pies, Dios lo colocó a Jesús como cabeza sobre todas las cosas, incluyendo a la iglesia. La iglesia, la cual es su cuerpo. Jesús es la cabeza, y nosotros somos el cuerpo, que no podremos reunirnos en el templo para adorar unidos, pero podemos congregarnos en todo lugar, en todo tiempo y ahora saltando las distancias más lejanas, porque cuando nos reunimos en su Nombre, Él está en medio de nosotros.
Quizá el enemigo pensó que podía detener la iglesia de Dios, pero la promesa de Dios se ha cumplido y sigue vigente, fuerte y activa con las buenas nuevas de salvación, sin embargo, también dice la palabra que Jesús predijo plagas, terremotos y todo tipo de dolores, el mayor de ellos, que el amor de muchos se enfriará.
“Y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará.” Mateo 24:12
Esta plaga que ha tocado el mundo trae un mal peor que la enfermedad del cuerpo y es que algunos por la confusión, el miedo o la frustración terminen alejándose de Dios, ¿qué podemos hacer como iglesia? Orar por ellos y esperarlos con los brazos abiertos.
Mi padre fue un pastor de los primeros siervos ordenados al ministerio en el Perú, él solía cantar: “En las luchas y en las pruebas, la iglesia sigue caminando// sólo se detiene para predicar” Oremos amados hermanos, que la iglesia cumpla la misión encomendada, seamos miembros valiosos que cumplimos la tarea sin poner excusas.
Feliz año querida iglesia Bíblica de la Molina,
Martha Vílchez de Bardales
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