¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. Santiago 3: 13-16
En mis épocas estudiantiles en el Seminario Bíblico Bautista, no sólo se preocupaban por darnos la preparación teológica y práctica para servir en el ministerio, recuerdo, que también tuvimos un taller sólo para chicas, aquí nos presentaron las reglas de conducta que toda señorita cristiana debe conocer para caminar, vestirse, e incluso maquillarse, porque toda maestra de la Palabra no sólo debe hablar bien sino “verse” de acuerdo a su enseñanza.
Santiago tuvo varios problemas con los maestros y con los aspirantes a predicadores, parece que entre ellos no había empatía, es que la competencia por el reconocimiento los hacía caer en rumores, celos y acusaciones, por eso era necesario demostrarles que no bastaba “hablar bien” sino “vivir bien”.
Quiero pedirles que se imaginen el contexto en el que se movía Santiago, habían muchos que hacían gala de cualidades de orador, otros de ser maestros consumados en el arte de la enseñanza, también habían expertos en el dominio de la escritura, pero, cuando el corazón tiene orgullo, se doblega ante otros pecados como la hipocresía y la murmuración. Estos líderes sólo buscaban fama personal, pero no glorificaban a Dios con su manera de vivir.
Por eso Santiago preguntó: ¿Hay entre ustedes alguien verdaderamente sabio y entendido? Que demuestre su sabiduría con su buena conducta y con buenas obras hechas con humildad.
El verdadero sabio no es orgulloso porque el deseo de competir, calumniar, vanagloriarse y criticar surge principalmente del orgullo, estos maestros por lo tanto no tenían sabiduría en nada de lo que hacían. “Pero si ustedes lo hacen todo por envidia o por celos, vivirán tristes y amargados; no tendrán nada de qué sentirse orgullosos, y faltarán a la verdad.”
El que se gloría a sí mismo no hace la voluntad de Dios, todo lo contrario, hace resaltar las intenciones del padre de todos los orgullosos, el propio Satanás. Pues la envidia y el egoísmo no forman parte de la sabiduría que proviene de Dios. Dichas cosas son terrenales, puramente humanas y demoníacas.
Como les conté al principio, siendo jovencita me dieron pautas para ser maestra, pero añadieron en esta formación, las virtudes que en varios momentos me demostraron que esos talleres fueron completamente necesarios.
Como hijos de Dios, nuestra meta es glorificar al Señor en todo lo que hacemos, por eso Santiago nos invita a cuidarnos el corazón, actuar con prudencia y mansedumbre hacia nuestros hermanos; cerrar la puerta a todo acto de orgullo, y trabajar con los frutos espirituales que darán honra al Señor.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
Glorias al Señor.