El Estado de emergencia de Perú por la pandemia de enfermedad por covid19 fue decretado el domingo 15 de marzo de 2020, seguido de una cuarentena que comenzó a las 00:00 horas del día lunes 16 de marzo de 2020 y terminaría a las 00:00 horas del domingo 26 de abril de 2020. Sin embargo es muy posible que se siga ampliando ésta a raíz de los resultados poco favorables de la cifra de COVID-19 en el Perú.
“Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció. Mateo 8:2-3”.
En tu casa puedes abrazar a tu familia, allí estás protegido y seguro, pero si sales a la calle por alguna emergencia, es una regla que te mantengas alejado de las personas; mínimo a dos metros de distancia, la sensación general es como si las todas personas extrañas estuvieran contaminadas y son un peligro latente.
En la época del antiguo y nuevo testamento una enfermedad que provocaba tanto miedo como el que vemos ahora, era la lepra, era una enfermedad terrible y destructiva. El que contraía esta enfermedad no tenía esperanza de mejorar, empezaba con la pérdida de sensación en alguna parte del cuerpo; los nervios se afectan; los músculos se atrofian; los tendones se contraen, aparecen ulceraciones y la pérdida progresiva de los miembros. Nadie, completamente nadie se acercaba a un leproso.
Sólo Jesús se acercaba a los enfermos, él caminó por toda Galilea, enseñando, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. (Mateo 4:23).
El evangelio nos narra sobre un leproso que vino a Jesús, quizá tendría entre veinte o treinta años con esa enfermedad, la muerte progresiva de estos enfermos era muy cruel, no sólo por lo grave de sus dolores, sino por la soledad y el abandono de todos.
Les cuento un detalle interesante, la ley judía ordenaba que uno debía estar seis pies (dos metros) lejos de un leproso. Y si el viento estaba soplando proveniente de donde estaba el leproso, debían estar a 150 pies (45 metros) de distancia. La única cosa más contaminante que el contacto con un leproso, era el contacto con un cadáver. Otro detalle más, en la edad media, si un leproso se convertía al cristianismo, el sacerdote le leía un servicio fúnebre sólo para él, porque era considerado un muerto.
Todos despreciaban al leproso, hasta los rabinos los miraban como merecedores del juicio de Dios e indignos de gracia y perdón. Dice la tradición cristiana que en tiempos de Jesús, unos rabinos se jactaron que ni siquiera compraron un huevo en la calle donde vivía un leproso, y que más bien lanzó piedras cuando pasó por su casa.
Creo que este leproso era especial, porque sabiéndose despreciado, vino a Jesús. Él sabía que todos le tenían asco, sabía que no tenía esperanza, pero aun así corrió el peligro de ser apedreado por la gente asustada de ser contagiada.
Entonces se postró ante él y lo llamó: “Señor.”
“Señor, si quieres puedes limpiarme”, creo que esa oración era una súplica pidiendo la sanidad de sus recuerdos amargos, la limpieza de un corazón cargado de rencores y soledad, la sanidad de su cuerpo enfermo.
Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: “Sé limpio” Y al instante su lepra desapareció. ¡Que valiente es nuestro Señor!, en ningún momento se alejó del enfermo, él fue superior a la ley ceremonial dictaminada por el hombre, Jesús sólo vio su alma necesitada, las heridas del enfermo no fueron obstáculo para que le diera salvación y sanidad.
Hoy hay muchos enfermos del cuerpo, pero también enfermos del alma, el miedo continúa arrasando con la mente trayendo depresión y confusión, hay gente que hasta dentro de sus propias casas se alejan de todos metiéndose en la soledad “segura” de sus dormitorios.
Jesús nos da el punto de partida para imitarle, nos muestra claramente qué es ser un cristiano valiente en tiempo de Covid19, ésta es la lepra de hoy y por eso debemos extender nuestras oraciones, compartir las buenas nuevas, llamar a los angustiados y enfermos del alma, regalar promesas de esperanza y amar abrazando, tocando y bendiciendo a los que tenemos en casa.
Dice el texto: “Y al instante su lepra desapareció” La vida anterior del leproso fue cambiada para siempre. Él no solo fue sanado, fue libre de toda la amargura y dolor. El leproso llamó a Jesús, Señor, aún antes de que fuera sanado, lo adoró como Dios y Señor. Este tiempo es para que te acerques a ese Cristo Vivo y Poderoso que quiere ser tu Señor, adórale y Él traerá paz a tu alma y sanará tu cuerpo, porque para Él nada es imposible.
Martha Vilchez de Bardales
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