Los hijos de Elí eran hombres impíos, y no tenían conocimiento de Jehová. Pero Elí era muy viejo; y oía de todo lo que sus hijos hacían con todo Israel, y cómo dormían con las mujeres que velaban a la puerta del tabernáculo de reunión. Y les dijo: ¿Por qué hacéis cosas semejantes? Porque yo oigo de todo este pueblo vuestros malos procederes. No, hijos míos, porque no es buena fama la que yo oigo; pues hacéis pecar al pueblo de Jehová. Si pecare el hombre contra el hombre, los jueces le juzgarán; más si alguno pecare contra Jehová, ¿Quién rogará por él? Pero ellos no oyeron la voz de su padre, porque Jehová había resuelto hacerlos morir. Por tanto, Jehová el Dios de Israel dice: Yo había dicho que tu casa y la casa de tu padre andarían delante de mí perpetuamente; mas ahora ha dicho Jehová: Nunca yo tal haga, porque yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco. 1 Samuel 2.
Ningún ser humano puede decir que jamás necesitó de disciplina. La instrucción nos prepara para desenvolvernos de manera correcta y productiva, porque a medida que crecemos y nos hacemos adultos tendremos que enfrentar con diversas situaciones, algunas de ellas completamente nuevas y por lo tanto la disciplina es la preparación básica que forma una persona con principios de respeto, lealtad y obediencia. Hace tiempo, cuando fuimos jóvenes, recibimos esta formación y nos ayudaron, cuánto más ahora con el conocimiento de la Palabra de Dios debes aplicar en tus amados descendientes la disciplina con la Biblia y el Amor de Dios.
Una persona en formación necesita mucha más disciplina. Por ejemplo un niño vive cada experiencia como algo nuevo, por lo tanto debe saber sus oportunidades y límites de la mano de las normas de conducta que lo protegerán de las malas decisiones producto de su ignorancia. Dice la Biblia que ellos heredan la imperfección, porque son producto de padres imperfectos, como dice la Biblia: “La necedad está ligada en el corazón del muchacho, Mas la vara de la corrección la alejará de él. Proverbios 22:15.
Por esa razón Dios habla claramente a los padres sobre el valor de la disciplina, en estos tiempos donde parece que ellos dirigen la vida de sus padres, debemos hacer lo contrario, y ser nosotros la guía y protección de nuestros amados hijos. Hoy y siempre los menores buscan gobernar, se rebelan contra todo lo correcto, persiguen su calamidad, y logran convencer a sus padres que si no aceptan sus requerimientos, se sentirán afligidos, con baja autoestima e incomprendidos. Cuando un padre se niega a mirar esta realidad, la minimiza o simplemente cae en el juego del menor de edad, es igual a ser negligente porque la peor calamidad es tener hijos desobedientes.
Eli fue negligente. En la casa de Eli las cosas iban de mal en peor, aunque él ocupaba un alto rango, sino el más importante de la nación como sumo sacerdote, en su casa todo estaba mal, te puedes sentar en el mejor lugar del templo, pero estar lejos de Dios. La perversidad de los hijos de Eli empezó quizá por el desconocimiento de un Dios Verdadero, ellos no tenían conocimiento de Jehová, esto es increíble porque no había en todo Israel, hombre más preparado en la doctrina como Eli.
1. Los hijos de Eli eran impíos, aunque vivían en el templo no conocían a Dios.
2. Profanaban las ofrendas de Jehová, haciendo de ellas negocio, sólo satisfacían su glotonería.
3. Robaban a los que ofrecían sus sacrificios, no se contentaban con poco.
4. Era muy grande el pecado de los jóvenes.
5. Samuel era todo lo contrario, siempre se mantuvo puro.
6. Profanaron el templo con pecados sexuales.
Similitud con nuestros tiempos.
Quizá podamos caer en el pecado de Eli cuando no amonestamos ni damos los límites que nuestros hijos necesitan, muy fácilmente nos dejamos llevar por sentimientos de culpabilidad, de recuerdos quizá porque nuestros padres no nos dieron el calor y comprensión necesaria, o simplemente estamos demasiado ocupadas para notar que nuestros amados están creciendo rápido y ya es demasiado tarde para reaccionar.
1. Los hijos de Eli eran impíos, aunque vivían en el templo no conocían a Dios. El traer a los hijos a la Casa de Dios, no significa que ya lo conocen, la tarea de llevar el evangelio al corazón de nuestros amados, no debe ser reemplazado por nadie.
2. Profanaban las ofrendas de Jehová, haciendo de ellas negocio, sólo satisfacían su glotonería. Esto es algo que se aprende, cuando caemos en la idea que la fe es sólo religión, los hijos no tendrán respeto tampoco.
3. Robaban a los que ofrecían sus sacrificios, no se contentaban con poco. La insatisfacción es un pecado, y hay muchos hijos que “no sienten” las predicaciones como suyas, tampoco sienten congregarse, menos obedecer. La insatisfacción no se arregla con una nueva iglesia, con nuevos amigos, con ministerios más satisfactorios, la ingratitud se arregla con abrir los ojos del desagradecido y mostrarle la fidelidad de Dios.
4. Era muy grande el pecado de los jóvenes. Porque al primer signo de pecado no fue corregido, entonces se hundieron cada vez más. Corrige a tu hijo a tiempo.
5. Samuel era todo lo contrario, siempre se mantuvo puro. Dios puede ayudarte a formar hijos que serán discípulos de Jesucristo.
6. Profanaron el templo con pecados sexuales. Es que ellos eran hijos de Belial, es decir hijos del Diablo, por eso se condenaron en vida.
Los hechos eran demasiado claros para ser negados y demasiado notorios para ser encubiertos, no se condenaron solos sino que hicieron pecar a todo Israel. ¿Qué hizo Eli?
· Eli fue demasiado suave, demasiado débil, él como sacerdote y padre debió reprenderles duramente, los crímenes que sus hijos cometieron merecían un trato duro, una disciplina severa, pero no lo hizo así, fue suave y eso hizo que ellos se endurecieran más. NO obedecieron a su padre, se burlaron de él más bien. Por favor mamá presta atención: Nosotras, como madres que conocemos a Dios, debemos obedecer el consejo bíblico de enseñar a nuestros hijos la Palabra de Dios todos los días y, aunque les mostramos amor y consideración, debemos “criarlos en la disciplina y amonestación al Señor” Efesios 6:4.
· Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas. Deuteronomio 6:4-9.
Si como madre permites que tus hijos hagan cosas incorrectas, perderás el respeto de tus hijos.
· Elí fracasó como padre no porque haya querido fracasar, sino por descuido, el control se le fue escapando de las manos poco a poco. El fracaso de muchos padres nos viene por descuido. Está bien orar por tus hijos, pero debes ser una mujer de acción y estar atenta a la vida espiritual de ellos.
· Elí no se preocupó porque sus hijos tuvieron conocimiento de Dios, dejó que sus hijos hicieran todo por pura rutina (tradición). Descuidó enseñarles a conocer y amar a Dios, pero ¿cómo pudo pasarle esto, si él era un sumo sacerdote? Pues hizo su trabajo de padre solo por rutina, por inercia, como si hubiera perdido el primer amor.
Caer en la rutina es una de las cosas más peligrosas de la vida. ¿Sabes que aleja a los hijos de Dios? Lo que mata el amor no es el odio, ni los pleitos, no son las diferencias; lo que mata el amor es la rutina, la rutina es una asesina, sobre todo en lo que tiene que ver con Dios.
¿Pero cómo se cae en la rutina? Es muy fácil, es cuando hacemos las cosas por costumbre, no por convicción. Por ejemplo cuando nuestros hijos acuden con nosotros a la iglesia y pensamos que ya con eso conocen a Dios. Nada le molesta tanto a Dios que hacer las cosas indolentemente. Así lo dice el profeta Jeremías 48:10: “Maldito el que hiciere indolentemente la obra de Jehová”. Por eso, hay que amar de corazón todo lo que hacemos, sobre todo si el trabajo es para Dios. Eclesiastés 10:9 dice: “Todo lo que te viniere a la mano por hacer, hazlo según tus fuerzas”.
Que Dios nos ayude a formar hijos temerosos de Dios. No te acomodes a sus gustos, no persigas sólo su bienestar profesional, no tengas miedo corregir con amor, no escuches excusas, escucha su corazón y sácalo de la mentira, ayúdalo a encontrar su verdad y propósito en Jesucristo.
Martha Vílchez de Bardales
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