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Foto del escritorIB La Molina

Hijos que no avergüenzan

“Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican; Si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la guardia. Por demás es que os levantéis de madrugada, y vayáis tarde a reposar, y que comáis pan de dolores; pues que a su amado dará Dios el sueño. He aquí, herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre. Como saetas en mano del valiente, así son los hijos habidos en la juventud. Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos; no será avergonzado cuando hablare con los enemigos en la puerta”. Salmos 127:1-5


Cuando empezaron las informaciones sobre los peligros de esta nueva enfermedad, se supo que era menos peligrosa para los niños, adolescentes y jóvenes, esta primera revelación hizo que muchos chicos se sientan inmunes a la pandemia y por lo tanto rebeldes a guardar la cuarentena.


Tener a adolescentes confinados durante la crisis por el covid19 debe ser muy laborioso para padres que estaban acostumbrados a verlos sólo temprano en la mañana y muy tarde en la noche. Pero es más difícil para los chicos que no entienden porque deben estar guardados si según ellos no es peligrosa esta enfermedad.


Es difícil saber qué huellas dejará en los niños y adolescentes esta enfermedad, pero como padres no podemos permanecer resignados sin hacer nada mientras nuestros hijos se vuelven cada vez más desesperados, aburridos, tímidos o miedosos. Este es un momento en el que los padres deben ser más padres que nunca. Si antes los padres estaban ocupados trabajando fuera para pagar comida, ropa, educación y diversión, hoy tenemos que volver a la antigua práctica de ayudar a hacer las tareas, permitir que nos ayuden en la cocina, enseñar incluso a los chicos a cocinar, trabajar juntos en la limpieza de la casa, etc. Ahora toca que padres y madres sean divertidos para jugar en casa con los chicos, buenos oyentes para saber escucharles, buenos cocineros, excelentes profesores, comprensibles consejeros, pastores de su casa.


Si Dios no ocupa un lugar importante en tu casa, todo lo que hagas para construir un hogar decente, será en vano. El trabajo que haces para mantener tu familia tiene su tiempo y su lugar, pero al final de cuentas todo lo que se logra sin la bendición de Dios es pasajero. Dios no debe estar afuera de la casa de una familia cristiana, Dios no puede ser mencionado sólo una vez a la semana en la casa de una familia de creyentes, una casa construida sin Cristo, se cae a pedazos.


Antes de la pandemia todos estábamos ocupados, parecía bueno trabajar sin descanso, parecía un gesto de responsabilidad y amor a la familia, pero el trabajo duro sólo para proveer no es el que formará un hogar edificado en buenas bases espirituales. A esto le llama el salmista: “Pan de dolores”.


“He aquí, herencia de Jehová son los hijos, cosa de estima el fruto del vientre” Una casa se edifica con más que ladrillos y cemento, se edifica con hijos que aman a Dios. Un hogar con hijos que temen a Dios es doblemente bendecido, pero si sus padres dudan, también tendrán hijos dudosos.


En cambio padres que crecen en confianza y dependencia a Dios, son valientes en fe y tendrán hijos que serán como saetas, es decir flechas en manos de valientes. ¿Quieres tener hijos valientes? Los hijos deben ser formados y modelados cuidadosamente, deben ser guiados con gracia y autoridad, deben ser guiados para que no vuelen sin dirección, ellos no sabrán el camino correcto si no les enseñas que Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida.


Nuestros hijos, dice la Biblia, pueden ser como saetas, y como sabemos, las flechas no son naturales, deben ser talladas, afinadas, pulidas y formadas para llegar a la meta, esa es nuestra tarea como padres cristianos.


Un predicador dijo que si las saetas son bien formadas apuntarán al enemigo, pero si no son enseñadas a amar a Dios, irán a herir a sus propios padres.

Es difícil tener una cuarentena tan extensa con hijos menores, pero se hace más difícil si los días pasan y no se aprovechan para formar hijos de Dios. Quizá algunos padres encargaron la fe de sus hijos a sus maestros de la escuela dominical, a sus profesores del colegio cristiano que pagaban, o a la iglesia donde congregaban, pero ahora, nadie más tiene la responsabilidad de formar a estas flechas espirituales, que los padres mismos.


“Instruye al niño en su camino, Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.” Proverbios 22:6

Recuerdo que mi papá decía que los padres nunca dejan de enseñar a los hijos, no sólo los niños necesitan instrucción, también los adolescentes y jóvenes y aún los adultos mayores. El trabajo de los padres no consiste simplemente en darles lo necesario y dejarlos crecer como ellos quieren, sino que debemos instruirlos para que conozcan el camino de la sabiduría. Y aun cuando sean viejos, no se alejarán de Dios.


Oración: Padre entiendo que tu promesa se cumplirá si también hago mi parte, ayúdame a formar hijos que te amen con todo el corazón. Amén.


Martha Vílchez de Bardales





 

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