“Así que, los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos. Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación. Porque ni aún Cristo se agradó a sí mismo; antes bien, como está escrito: Los vituperios de los que te vituperaban, cayeron sobre mí.” Romanos 15:1-5
Desde que entré a la década de los 60 empecé a notar que mi ánimo de hacer las tareas diarias era la misma pero mi cuerpo no respondía como antes. Entonces me tuve que poner a reflexionar si poner tanto esfuerzo no podría provocar alguna descompensación en mi salud. Es que la realidad nos enseña que el vigor físico de los 30 o 40 no duran toda la vida.
Pero este desgaste personal se vuelve a revitalizar cuando leo textos que parecen entrar por mis venas fortaleciendo cada parte de mi ser. Hermanos amados, Dios quiere fortalecerte y darte las fuerzas del búfalo para que sigas sirviendo con todo tu ser: “Diga el débil: Fuerte soy.” Joel 3:10
Sin embargo, las fuerzas que vienen de Dios, no sólo son para que seas más activo y te sientas más joven, el apóstol nos enseña que los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos.
¿Quién es el fuerte? El que persevera en la fe. Por ejemplo Abraham fue fuerte porque no dudó que Dios cumpliría sus promesas, Romanos 4:20. “Él mantuvo firme su fe en la promesa de Dios sin dudar jamás. Cada día su fe se hacía más fuerte, y así él daba honra a Dios.”
¿Quién es el débil? El que todavía sigue mirando las actitudes de sus hermanos mayores en la fe para seguir ese ejemplo, ejemplo, los creyentes débiles de la iglesia de Corinto, tropezaban con frecuencia. 1 Corintios 8:9 ; 1 Corintios 8:11. “Y por el conocimiento tuyo, se perderá el hermano débil por quien Cristo murió.”
¿Qué cosas debemos soportar? Soportar es llevar las debilidades de los niños en la fe, tomar las cargas de ellos, tratar de evitar que tropiecen, poner un freno a cualquier clase de debilidad. Gálatas 6:1-2. “Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo.”
He aprendido que la edad que tengo ahora me da experiencia, conocimiento, empatía y sobre todo amor para ayudar a quienes, sin importar la edad, se sientan débiles. Donde hay amor cristiano sincero, los débiles tienen derecho de solicitar la ayuda de los fuertes.
La idea de soportar al hermano débil es apoyar resistiendo hasta lo último con la fuerza superior que sólo viene de Dios.
Pero este texto no sólo dice que debemos soportar las debilidades, también dice que tenemos la tarea de agradar a nuestro prójimo. Para mi esto significa un desafío muy grande, porque para agradar a mi esposo por ejemplo, o para agradar a los hermanos de mi iglesia, tengo que ponerlos a todos ellos primero, es decir anteponer esas vidas antes que hacer lo que yo quiero. ¡Adiós al egoísmo!
Filipenses 2:3-4: Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.
Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación. Ojo, pestaña y ceja, esto de “agradar” no es hacer ejercicios de pura complacencia para la gente, si así fuera, creo que nadie se sentiría satisfecho. Más bien lo que Pablo quiso decir es que debes poner a tu prójimo primero, para buscar su bien, y eso se logra en el proceso de edificación, agradas a tu prójimo cuando lo guías de la mano hasta que se convierta en un cristiano que va en camino de la madurez.
“Porque ni aún Cristo se agradó a sí mismo; antes bien, como está escrito: Los vituperios de los que te vituperaban, cayeron sobre mí.” “El celo por tu casa me consume; sobre mí han recaído los insultos de tus detractores”. Esas fueron las palabras del salmista en el Salmo 69:9. Esto nos recuerda que los que siguen a Cristo caminan también en las huellas de los primeros héroes de la fe.
Tienes que ser como un héroe de la fe porque si Cristo, en lugar de complacerse a sí mismo, se sometió a los sufrimientos provocados por sus compatriotas, y soportó todo con tal de salvarlos, ¿Cómo podemos negarnos a ayudar a los débiles? Tenemos que recordar que cada creyente puede y debe alcanzar la meta de ser perfeccionado, y tú puedes ser el instrumento de Dios para ayudarlo a llegar a la meta.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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