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Foto del escritorIB La Molina

Freno en la boca

“He aquí nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo. Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere. Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego! Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno.” Santiago 3:3-6.



Muchos de los pleitos que se dieron en los días de cuarentena fueron por no poner freno en la boca. Vi en las noticias sobre una pareja mayor, con más de 40 años de casados que decidieron divorciarse durante la cuarentena, arguyendo falta de entendimiento o compatibilidad.


¿Te parece un ejemplo exagerado? Cada día debemos cuidar las palabras que salen del corazón.

¿Cuándo crees que debes quedarte callado? En mi caso creo que hay situaciones en las que es preferible no contestar y quedarse callado. Por ejemplo cuando no tienes idea sobre el tema que están tratando, si están conversando sobre una cuestión que no he madurado, mi opinión puede ser absolutamente candorosa. En este caso el silencio me ayudará a aprender.


También es mejor quedarse callado si se te acusa de algo malo. ¡Eso es muy difícil! Pero es la mejor decisión, porque mayormente nuestra primera reacción es gritar la inocencia, pero el acusador, no quiere escuchar justificaciones, así que mejor, silencio.


Definitivamente hay que quedarse callado cuando se está molesto, la ira es como combustible que inflama las palabras. Es preferible guardar las palabras que no están bien examinadas.


Otra situación donde es mejor guardar silencio es cuando quieres exponer a los cuatro vientos tus proyectos y sueños. Espera un poco, si todavía no tienes claro tus planes, mejor no te anticipes a decir lo que piensas.

También es mejor quedarse callado cuando estás muy cansado y la tarea que haces, no te agrada, las quejas y lamentaciones pueden combinarse con resoluciones dichas sin querer. Por ejemplo: ¡Nunca más vuelvo a cocinar! Eso es una exageración dicha por el cansancio.


Acabadamente, no hay que hablar si no es el momento apropiado, por no saber esperar el tiempo oportuno, puedes echar a perder una amistad querida. Poner control a la lengua es una señal de sabiduría.


El ejemplo de Santiago, el caballo y el barco, hablan de cosas grandes que son dominados por cosas pequeñas: un timón y un freno, cuando se usan bien estos controles, todo está bien dirigido. Es increíble que este miembro se crea independiente para hacer lo que quiere, pero no es autónomo. Dios quiere que lo domines.


¡He aquí, cuán grande bosque enciende un pequeño fuego! Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad.

El fuego de la lengua ha sido usada para quemar muchos corazones. ¿Has sentido un dolor amargo al oír palabras en contra tuya? Ese dolor puede quedarse durante toda una vida, mucho más que lo que dura una enfermedad en sanar. Pero igualmente le duele el alma a la persona a quien le contestaste sin pensar. Lo que otros nos dicen y lo que nosotros decimos a otros pueden durar toda una vida, para bien o para mal.


Proverbios habla de la persona que no considera el poder destructivo de sus palabras. “Como el que enloquece, y echa llamas y saetas y muerte, Tal es el hombre que engaña a su amigo, Y dice: Ciertamente lo hice por broma.” Proverbios 26:18-19.


Antes de contestar sin pensar, pregúntale al Señor si tus palabras tienen fuego del infierno, si te dice que sí, ¡no las digas! Que tus palabras y respuestas edifiquen siempre con amor.


Con amor,

Martha Vílchez de Bardales



 

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1 Kommentar


Shirley Espinoza
Shirley Espinoza
07. Aug. 2020

El tener dominio sobre lo que vamos a expresar es un largo trabajo, pero una relación genuina con el Señor ayudará a ver mas claro, a juzgar con prontitud nuestro actuar y ponernos límites con cada cosa que podamos decir.

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