“Bienaventurados los perfectos de camino, los que andan en la ley de Jehová. Bienaventurados los que guardan sus testimonios, y con todo el corazón le buscan; Pues no hacen iniquidad los que andan en sus caminos. Tú encargaste que sean muy guardados tus mandamientos. ¡Ojalá fuesen ordenados mis caminos para guardar tus estatutos! Entonces no sería yo avergonzado, cuando atendiese a todos tus mandamientos. Te alabaré con rectitud de corazón cuando aprendiere tus justos juicios. Tus estatutos guardaré; no me dejes enteramente. Salmo 119: 1-8
Desde muy pequeña aprendí a amar los Salmos, era como si cada versículo fuera una oración que salía de mi propio corazón:
Dios mío son felices los íntegros, los que siguen tus enseñanzas, son felices porque obedecen tus palabras y te buscan con todo el corazón. Los que aman tu Palabra no negocian con el mal y andan solo en tus caminos. Por eso quiero estar atenta a tus ordenes y anhelo cumplir cuidadosamente tus mandamientos. ¡Oh Padre cuánto deseo que mis acciones sean un vivo reflejo de tus enseñanzas! Entonces no tendré que pasar vergüenza cuando compare mi vida con tus mandatos. A medida que aprendo tus justas Palabras, te daré las gracias viviendo como debo hacerlo. Obedeceré tus decretos; ¡por favor, no te des por vencido conmigo!
Mi esposo ha comenzado una serie de prédicas acerca del “Libro de Dios” y todas las enseñanzas tienen el objetivo de llevarnos a reconocer que amar la lectura de la Biblia así como ser obedientes a ella nos llevará a tener un vida con amor y temor a Dios.
Justamente todo el Salmo 119 glorifica a Dios y Su palabra, tanto así que los 176 versículos se refieren a las Escrituras una y otra vez. Al menos 171 de los 176 versículos son enseñanzas sobre el valor de la Palabra de Dios.
Les decía que desde pequeñita me enseñaron a leer la Biblia, y fue justamente este capítulo del Salmo 119 la que me ayudó a enamorarme de la Palabra de Dios. Este capítulo comienza con una bienaventuranza, son benditos los que caminan guiados por los preceptos de Dios.
Pero la sociedad se ha encargado de hacer creer que obedecer mandatos es vivir reprimido, como esclavizado por leyes aburridas y restrictivas que quitan libertad y derechos, también muchos creen que si no hay impureza, entonces no puede ser nada divertido, entonces es mejor hacer lo que se les da la gana sin obedecer a nadie. Esa mentira se ha metido en la mente de niños y jóvenes que hoy no permiten límites, y por eso caminan en el sendero del libertinaje.
Quiero dar testimonio que vivir de la mano de la Palabra de Dios trae completa felicidad porque las normas de Dios son para nuestro bien. Todos necesitamos que Dios nos muestre el camino a una vida feliz, y esto se centra en ser obedientes a la Palabra.
La verdadera razón por la que muchos padecen de alegrías, pecan y cargan con las consecuencias, no saben cómo administrar sus bienes, envidian lo que otros tienen, no pueden vivir en paz, es porque no conocen la Biblia lo suficientemente bien. Sin la instrucción de Dios, los seres humanos no saben cómo alcanzar la felicidad y la plenitud de vida.
Si yo no hubiera leído la Biblia todos estos años de vida, no podría haber sabido qué es una vida pura sin que Dios me lo dijera. No hubiera sabido que Cristo es mi Salvador, ignoraría por completo que mi vida tiene propósitos que van más allá de tener cosas materiales. Es verdad que algunos aspectos se revelan en la conciencia humana y son ampliamente conocidos entre la humanidad. Sin embargo, la mayoría de las cosas sólo se aprenden en la Palabra de Dios.
Espero que al empezar a meditar en este capítulo desde hoy, pueda ayudarte a retomar el estudio diario de la Palabra de Dios.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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