“Y el rey amó a Ester más que a todas las otras mujeres, y halló ella gracia y benevolencia delante de él más que todas las demás vírgenes; y puso la corona real en su cabeza, y la hizo reina en lugar de Vasti. Hizo luego el rey un gran banquete a todos sus príncipes y siervos, el banquete de Ester; y disminuyó tributos a las provincias, e hizo y dio mercedes conforme a la generosidad real.” Esther 2: 17-18.
Ester, Hadasa en hebreo, que significa “Mirto”, y “Estrella” en el idioma persa, fue una joven que nació en el hogar de judíos exiliados, muy pronto quedó huérfana y por lo tanto su tío se encargó de criarla en una tierra extraña y hostil. Todo en lo natural decía que su vida sería completamente desdichada, porque por la fuerza fue llevada al harem del rey que dominó su pueblo, es decir fue raptada para caer en manos del enemigo. Sin embargo Dios cambió su historia.
Aprendí siendo una niña, que nuestra vida no es una suma de eventualidades que ocurren según tu destino o tu suerte. Mi papá me enseñó que no cae la hoja de un árbol si Dios no lo permite, o también solía preguntar:
¿Puede acaso suceder algo sin el permiso de Dios? Lamentaciones 3:37
Todas las cosas que le sucedieron a Ester no fueron un accidente, no fue su belleza, ni su buena figura sencillamente la que la llevó a ocupar el puesto más deseado por todas las beldades de ese tiempo. Dios tenía un plan y Ester era parte del mismo.
Como dice Salmos 75:6-7: “Porque ni de oriente ni de occidente, ni del desierto viene el enaltecimiento. Mas Dios es el juez; a éste humilla y a aquel enaltece.”
Ella fue encajada en un palacio real completamente pagano, fue la solución a un divorcio que se dio como consecuencia de un banquete multitudinario y una orgía, participó de un concurso de belleza que nunca aspiró, y Dios permitió que esta historia esté en su Santa Palabra para que viéramos su control sobre los asuntos donde los seres humanos creemos que actuamos solos, sin embargo Él se mueve y nos ayuda para salir bien. Esta palabra es valiosa para mi, en estos tiempos de pandemia, me consuela y anima que todo lo que sucede no escapa de sus ojos de misericordia y amor.
Creo que Ester conocía esta palabra y la aplicó a su vida: “Nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad; átalas a tu cuello, escríbelas en la tabla de tu corazón; y hallarás gracia y buena opinión delante de Dios y de los hombres.”
Más allá de su belleza física, era una mujer sencilla, temerosa del Dios verdadero, por eso el encargado del harén, reconoció en ella estas virtudes y le dio mejor trato que a las demás. Pero ella también además de tener esta virtud y carisma, fue obediente, cumplió exactamente lo que Mardoqueo le pidió, ser prudente y mantener su identidad en secreto. ¿No son estas las virtudes que toda mujer cristiana debe poseer? Son las cualidades que embellecen el corazón y revelan un rostro limpio, libre de imperfecciones, porque sólo Dios es quien hermosea el rostro.
Hace años tuve la oportunidad de dar una charla a mujeres que eran pacientes frecuentes de una clínica de cirugía plástica. El cirujano estético me pidió que lo ayudara con una enseñanza que trajera “aceptación y conformismo” a sus clientes, ya que muchas de ellas, habían pasado por su sala de operaciones varias veces, pero siempre encontraban algo que todavía faltaba mejorar.
La belleza según criterio de los hombres muchas veces abre puertas y nuevas oportunidades, pero los creyentes sabemos de memoria este verso: “Engañosa es la gracia, y vana la hermosura; La mujer que teme a Jehová, ésa será alabada.” Proverbios 31:30. Puede ocurrir que el maquillaje y la ropa sean una tapadera que cubran una alma deformada y sin Dios. La apariencia física no perdura, como si lo hacen las cualidades que produce el temor reverente al Señor.
“Y el rey amó a Ester más que a todas las otras mujeres, y halló ella gracia y benevolencia delante de él más que todas las demás vírgenes”
Para el rey, el concurso terminó cuando vio a Ester. La gracia de Dios en ella eran más que evidentes, el plan de Dios siguió en marcha. No creo que Ester soñó casarse con un hombre como Asuero, (un pagano) la imagino más bien soñando con casarse con un hombre como Abraham o Moisés, héroes de la fe. Pero aunque la historia no menciona la fe de ella, como parte del pueblo de Dios sabemos que fue criada en el temor a Jehová y por eso se sujetó a todo, consciente que Dios tenía el control. Su sumisión es un ejemplo.
Que Dios nos siga enseñando con el ejemplo de Ester.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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