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Foto del escritorIB La Molina

En todas partes se honra a un profeta, menos en su propia tierra

“El Señor le dio a Jeremías un mensaje después que Nabuzaradán, capitán de la guardia, lo dejó libre en Ramá. Este había encontrado a Jeremías atado con cadenas entre todos los demás cautivos de Jerusalén y de Judá que estaban siendo desterrados a Babilonia. El capitán de la guardia mandó llamar a Jeremías y le dijo: «El Señor tu Dios trajo desastre a esta tierra tal como dijo que haría, pues este pueblo ha pecado contra el Señor y lo desobedeció. Por eso ocurrió. Ahora voy a quitarte estas cadenas y a dejarte libre. Si quieres venir conmigo a Babilonia, eres bienvenido. Me ocuparé de que seas tratado bien, pero si no quieres venir, puedes quedarte aquí. Toda la tierra está ante ti, puedes irte a donde quieras.” Jeremías 40:1-4.


En este capítulo está la historia después de que los babilonios destruyeran y conquistaran Jerusalén. Cuando Jerusalén fue conquistada Jeremías estuvo junto a los demás capturados, y Nabuzaradán, el capitán de la guardia, lo liberó en Ramá. El detalle que me llama la atención es que mientras todos los cautivos de Jerusalén y de Judá iban a ser llevados a la fuerza a Babilonia, el capitán Nabuzaradán apenas vio a Jeremías lo liberó. Entonces a partir del capítulo cuarenta, al cuarenta y cuatro, encontramos un relato de lo que pasó en la tierra de Judea desde la toma de la ciudad hasta el retiro del pueblo a Egipto, y las últimas profecías de Jeremías.

¿Cómo estaba Jeremías cuando lo encontró este oficial del ejército?

Encadenado, maltratado y abandonado al lado del pueblo que estaba recibiendo las consecuencias de su desobediencia, Jeremías no hizo nada para merecer ese maltrato, pero allí estaba al lado del pueblo que lo hacía llorar. Me imagino al profeta sacando fuerzas de flaquezas tratando de consolar a las mujeres, a los niños, a los hombres humillados, estaba encadenado a ellos físicamente, pero también espiritualmente.

Nabucodonosor había dado la orden que lo trataran amablemente, y así hicieron con él. Dios siempre tiene cuidado de sus siervos, y puede usar hasta los incrédulos para honrar a los siervos de Dios.

El capitán de la guardia tuvo que tratar de identificar al siervo de Dios entre los encadenados, cuando lo vio debió ver la presencia y la autoridad del profeta porque apenas lo vio pudo identificar al hombre de Dios, a veces son otros lejanos los que reconocen a los siervos de Dios. Tomó, pues, el capitán de la guardia a Jeremías y le dijo:

“Jehová tu Dios habló este mal contra este lugar; y lo ha traído y hecho Jehová según lo había dicho; porque pecasteis contra Jehová, y no oísteis su voz, por eso os ha venido esto.”

Parafraseando fue como decirle: “Sé que eres un verdadero profeta, porque se ha cumplido lo que has predicho de tu Dios.” Cuando hablamos y enseñamos la Palabra de Dios, podemos estar seguros que toda palabra se cumplirá

Lo que sigue me conmueve, toda la nación iría a la cautividad, pero eso no sucedería con Jeremías, a él le dieron plena libertad. le dijeron que podía ir donde le plazca, si quería ir a Babilonia o si quería quedarse en su propia tierra. Y también toca mi corazón que este soldado sabía más de Jeremías y sus profecías que el propio pueblo de Dios.

Nabuzaradán sabía que este era el juicio de Yahvé contra su pueblo, porque desobedecieron a Jehová. ¡Este incrédulo tenía más respeto por el siervo de Dios que su propia nación!

En esta parte recuerdo las palabras de Jesús: “De cierto os digo, que ningún profeta es aceptado en su propia tierra” (Lucas 4:24). El Señor hablaba de si mismo. Aludía a sí mismo, pues muchos pobladores de la zona en la que predicaba no creían que él fuese el enviado de Dios, tal cual como lo había anunciado el profeta Isaías.

La misión de los siervos de Dios no puede menguar, aunque no sean reconocidos, cuando ellos son llamados y enviados por Dios, permanecerán en la batalla porque son sumisos a su General. No te rindas, sigue adelante con la misión.

Con amor

Martha Vílchez de Bardales

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