“Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación”. 1 Pedro 2:2
Más bien, busquen todo lo que sea bueno y que ayude a su espíritu, así como los niños recién nacidos buscan ansiosos la leche de su madre. Si lo hacen así, serán mejores cristianos y Dios los salvará.
Cuando un bebé recién nacido descansa en los brazos de su madre, ella tiene que tomar una decisión que determinará el mejor desarrollo de su hijo, ¿le daré de lactar mi leche materna o lo alimentaré con fórmula artificial?
Dios hace de la maternidad una creación perfecta por eso apenas ocurrido el parto, el pecho produce leche como primera fuente de alimento, conteniendo nutrientes proteínas, grasa, lactosa, vitaminas, calcio, minerales, defensas, factores de crecimiento, células madre, probióticos y prebióticos. Así es como Dios hizo perfecto todo, para que ese bebé recién nacido reciba la leche materna que favorece el desarrollo y protege al nuevo ser.
Esa criaturita recién nacida busca con desesperación el pecho materno porque así Dios lo hizo desde que era un embrión, un hijo que dependerá completamente de su madre sus primeros meses de vida.
Pedro hace una comparación usando la imagen de ese bebé recién nacido y presenta al creyente que desea alimentarse de la Palabra de Dios. Como sabemos un bebé sano y recién nacido tiene un anhelo instintivo por la leche de su madre, no le tienes que enseñar a lactar, tampoco lo tienes que convencer que ese será su mejor sustento, no lo va a probar y rechazar, un bebé sano buscará con ansiedad lo que sabe es su mejor alimento.
Igual un creyente sano no puede empezar su día sin alimentarse de la palabra viva, a este discípulo no lo tienes que convencer que debe meditar, no lo encontrarás quejándose porque no le gusta ese alimento, ni será indiferente a escuchar sus mensajes porque sabe que lo ayuda a crecer. Cuando un creyente no anhela la palabra está enfermo y aunque no se de cuenta, todos los problemas que tiene es por su falta de alimento espiritual.
Un predicador habló sobre la preparación que necesitamos antes de abrir la Palabra de Dios:
Elimina obstáculos. Si abres la Biblia sólo para buscar cumplir tus deseos, ese de por sí es un obstáculo que debes eliminar. Mat. 13:22
Prepara tu corazón. Disponte humildemente a recibir la exhortación que necesitas, permite que Dios moldee tus pensamientos, que saque todo deseo impuro. 1 Samuel 7:3
Lee con reverencia. Considerando que cada línea es Dios hablándote directamente. Salmo 119:73
Lee con seriedad. Deuteronomio 32:47 La vida cristiana debe tomarse en serio, es una disciplina ser un discípulo y toma tiempo y esfuerzo.
Persevera en recordar lo que lees. Salmo 119:52 Memoriza, repite, escribe las enseñanzas para que nunca la olvides.
Medita sobre lo que lees. Salmo 119:15. La lectura rápida (para cumplir) y sin meditación es estéril e infructuosa.
Lee con corazón humilde . Reconoce que eres indigno y necesitado de ser enseñado, Santiago 4:6
Valora mucho tu tiempo leyendo la Biblia. Salmo 119:72. Sino lees tu Biblia cada día es como estar desamparado totalmente, la Biblia es nuestro salvavidas, Santiago 1:18, 1 Pedro 2:2.
Aplícate a ti mismo todo lo que lees, toma cada palabra como hablada a ti mismo. 2 Reyes 22:11
Presta mucha atención a los mandamientos de la Palabra tanto como a las promesas . Piensa en cómo necesitas dirección tanto como necesitas bendiciones.
Toda madre que ama a sus hijos los alimenta con responsabilidad desde que nacen con lo mejor que Dios le ha dado, pero ese niño así como crece físicamente necesita igual el alimento espiritual. ¿Cómo alimentas a tu hijo espiritualmente cada día? ¿Le enseñas a meditar en la Palabra de Dios? ¿Oras por tus hijos cada día? ¿Los corriges con amor usando las lecciones de la Biblia? ¿Les enseñas los mandamientos de Dios? ¿Lo orientas a seguir los pasos de Jesucristo?
Queridas madres antes de celebrar su día, no olviden que Dios utilizó el ejemplo de dependencia a la leche materna con la dependencia que debemos tener a la palabra. mediten y valoren su tiempo con Dios y nunca olviden que nuestra tarea no acaba hasta formar siervos de Dios.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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