“Él sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas. Él cuenta el número de las estrellas; a todas ellas llama por sus nombres. Grande es el Señor nuestro, y de mucho poder; y su entendimiento es infinito. Jehová exalta a los humildes, y humilla a los impíos hasta la tierra.” Salmo 147:3-6
Había una viejecita que salía todas las mañanas a los escalones de su porche delantero, levantaba los brazos al cielo y gritaba: '¡Alabado sea el Señor!' Bueno, un día un ateo se mudó a la casa de al lado. Con el tiempo, se irritó con la viejecita. Así que todas las mañanas saldría a su porche delantero y le gritaría: '¡No hay Señor!' El tiempo pasó y los dos continuaban así todos los días. Entonces, una mañana en pleno invierno, la viejecita salió a su porche y gritó: '¡Alabado sea el Señor! Señor, no tengo comida y me muero de hambre. ¡Por favor, provéeme, oh Señor!' A la mañana siguiente, salió a su porche y había dos enormes bolsas de comestibles allí. '¡Alabado sea el Señor!' ella gritó. '¡Él me ha proporcionado comestibles!' El ateo saltó de los setos y gritó: 'No hay Señor. ¡Compré esos comestibles! La viejecita lanzó sus brazos al aire y gritó: '¡Alabado sea el Señor! ¡Me ha provisto de víveres y ha hecho que el diablo los pague!
La alabanza a Dios cambia nuestra manera de pensar. Porque podemos estar pasando por momentos de profunda tristeza, necesidad y hambre, inseguridad y miedo, pero cuando comienzas a adorar a Dios recuerdas los beneficios que recibiste del cielo, su cuidado y misericordia, y entonces esas cosas que molestan al alma se vuelven motivo para experimentar más de Dios.
El justo también sufre aflicciones, las pruebas de los justos son muchas porque Dios nunca prometió evitar que experimentemos pruebas severas en esta vida. Pero su promesa es estar cerca de los quebrantados de corazón y salvar a los aplastados de espíritu.
El Salmo 147 es precisamente un cántico de alabanza donde podemos notar la manifestación de nuestro Dios, su poder trascendente y la sabiduría incalculable que posee, así como su bondad infinita. Él tuvo compasión de Jerusalén y llamó a un grupo de sus hijos, ciudadanos errantes y solitarios, para edificar las ruinas de su pueblo.
Imagino al Salmista viendo los estragos de una ciudad en ruinas, pero su esperanza en Dios jamás permitió que dejara de confiar en la misericordia del Padre para perdonar y restaurar a sus elegidos. Por eso, con el corazón y los labios llenos de confianza ve a los quebrantados de su pueblo siendo reconfortados por Dios, cual médico divino.
Dios está junto a la cama de los quebrantados de corazón, como un médico amable, con bálsamo y vendas, y pone una mano tierna sobre sus heridas, así como es tan grande y poderoso como para acomodar las estrellas en su lugar y ponerle nombre a cada una de ellas, así también conoce cada uno de nuestros nombres, sabe dónde nos duele, y por eso sana y besa nuestras heridas.
El Dios poderoso de la Creación también es el Dios tierno de la Providencia y de la Redención. Por lo tanto cuando cantas delante de su Presencia tu alabanza disipa la angustia y aumenta tu fe.
Estos días estoy dando un taller de sanidad de las heridas del alma, por eso estoy buscando los textos que pueden ser la medicina perfecta para curar el corazón quebrantado. A veces no queremos aceptar que el corazón está herido por la decepción, por una pérdida de alguien amado, por simplemente sentir que nadie te comprende. Los corazones se rompen de mil maneras, porque este es un mundo que rompe, araña, golpea, desgarra y lacera el alma, sin embargo, aunque es tan malo, Cristo es especialista curando todo tipo de corazones rotos.
Un viejo predicador dijo que Jesús está preparado para esta obra de sanar corazones porque él mismo tuvo su propio corazón quebrantado. Jesús tiene experiencia en esta obra, después de haber sanado corazones quebrantados durante 2000 años. Jesús está dispuesto a aceptar a los peores pacientes y nunca ha perdido a uno. Jesús sana los corazones quebrantados con la medicina que él mismo proporciona. ¿Quieres experimentar la sanidad del cielo? Abre tu Biblia y alaba a Dios con este Salmo.
Con amor
Martha Vílchez de Bardales
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